Azules son, ahora, los que se bañaron en un lago donde no desembocaba a ningún río, ni ningún río nacía.
Rojos, los que se sumergieron en el lago de la sangre derramada por un niño de la tribu Kadiueu. Tienen el color de la tierra los que se revolcaron en el barro, y el de la ceniza los que buscaron calor en los fogones apagados. Verdes son los que frotaron sus cuerpos en el follaje y blancos los que se quedaron quietos.