Descripción:
MARCELO DEL CENTRO SOCIAL RUPTURA, MÉXICO. En Venezuela, todos los territorios y ámbitos de la vida cotidiana están en disputa. Una disputa cada vez más violenta. Por eso hay una pregunta que resuena cada vez con más fuerza ¿Cuál es el horizonte, la estrategia, cuando la guerra y el estado de excepción van avanzando como régimen biopolítico para la acumulación de capital? ¿Por dónde avanzar? ¿Por dónde continuar, o tal vez, por dónde volver a empezar?
El Encuentro por las autonomías, territorios y dignidades busca recuperar, recolocar y relanzar la palabra y narrativa que nombre a los que tejen desde abajo. Nombrarnos, reconocernos, enlazarnos, alistarnos para seguir, juntos, caminando la palabra. Nuestro horizonte: mirar adelante pero territorializar las luchas; abrir intempestivamente camino ante la irresistible primacía de los objetivos de escala nacional; tejer comunidad, en medio de las dificultades, o para decirlo como lema, comunizar en el caos; organizarse para la paz; reinventarnos; construir desde ya, alianzas con otros sectores de lo popular.
A manera de preámbulo
Recogiendo voces colectivas, Emiliano Terán Mantovani prepara este texto que compartimos abajo a manera de provocación y convocatoria para el encuentro de Pueblos en Camino a realizarse el 16 de Septiembre a partir de las 9 am hora de México. El asunto que nos convoca es desde Venezuela, ante cuya catástrofe no vamos a quedarnos en silencio ni aceptamos dejarnos arrasar al abismo de lo que nos presentan como inevitable. El 23 de abril, cuando nos encontramos para plantearnos Ante la guerra capitalista, la revolución. Experiencias y desafíos, lo dicho asume relevancia crítica ante la urgencia y el compromiso de plantearnos Venezuela con sus pueblos y por ello lo retomamos:
El dominio de la ley es el dominio del dinero. Lo que no se encierra en la verdad de los diagramas de poder de la maquina de guerra caníbal y su orden ya se clasifica como un crimen contra lo humano. Nuestras resistencias quizás son pequeñas pero son importantes; revelan en contra de la lógica de la maquina de la guerra capitalista que la vida, la libertad y la solidaridad son ideas y prácticas más allá de un lenguaje de negocios.
El capital es guerra contra-revolucionaria. Así, el llamado a primero (hacer y) ganar la guerra, que es lo urgente ahora (crear la excepción que todo lo posterga) y dejar para luego hacer la revolución, es una trampa pues la guerra sólo se acaba haciendo la revolución. La guerra que niega, somete, confunde y supedita las agendas revolucionarias y autónomas de los pueblos tejidos a sus territorios (físicos, imaginarios, corporales) es siempre, así se la enmascare con propaganda y retórica “democrática o revolucionaria”, una guerra contra-revolucionaria, la guerra del capital contra los pueblos; venga de donde venga. ¿Cual es y dónde está -nos preguntamos- el horizonte transformador y autonomista de los pueblos en Venezuela? ¿Quienes van a beneficiarse de este caos que alimenta la guerra en la disputa de territorios y trabajo para perpetuar la explotación, la destrucción territorial y el extractivismo? ¿Cómo escuchar, promover, apoyar, respetar y hacer respetar los horizontes de los pueblos organizados frente y contra el poder del despojo y por la vida cuando se impone el abismo de la guerra como el único camino posible?
Si no creamos una fuerza colectiva capaz de inhibir y desarticular la guerra capitalista, si no creamos relaciones sociales que obstruyan la reproducción del dominio, si no creamos proyectos que permitan prescindir y dejar de depender del Estado y el capital, la guerra, esta tormenta que está encima de nosotras y nosotros nos va destruir. Pero esto también se puede quedar en buenos deseos, en algo que repetimos para no sentirnos tan culpables.
Sólo podemos ser revolucionarios en el instante en que hacemos la revolución, la revolución son los instantes revolucionarios que abren y esbozan mundos nuevos, sin dominio ni explotación. Crear organización es tratar de re-crear nuestra vida desde lo colectivo, desde el apoyo mutuo, la afinidad, la complicidad y la afectividad. Hacer política emancipatoria es imposibilitar las jerarquías, es negarnos a obedecer, es poner por delante la dignidad y la rebeldía. Estas interrogantes, en el plano de la ética, que siempre va por delante, dentro de la tradición anarquista, no pueden pensarse más que desde el rechazo total contra la formula autoritaria que piensa que el fin justifica los medios. Sólo así podemos configurar una política como despliegue de la acción directa de los interesados mismos para resolver nuestras necesidades.
En nuestro Continente, habría que preguntarse dónde y cómo pueden implementar ese modelo de “acumulación por destrucción” como lo ha denominado Héctor Mondragón. El primer ejemplo que resulta evidente y actual es Venezuela. Allí también hay petróleo y recursos mineros y también puede generarse un estado de guerra que active la economía para el capital desde la destrucción hasta la reconstrucción y el extractivismo. Allí, comunizar el caos que sirve al despojo y alimenta la llama de la guerra contra la revolución, es el camino de los de abajo tejidos entre sí y a sus territorios. Es retomar la revolución de manos de la guerra para el capital y defender, cueste lo que cueste, la libertad y la autonomía. En seguida, la palabra que comparte Emiliano como provocación. ¿Dónde estamos? En tiempo real. Pueblos en Camino
Libreto:
Venezuela: Comunizar en el caos, encontrar juntos la clave
Encuentro por las autonomías, territorios y dignidades.
En Venezuela, todos los territorios y ámbitos de la vida cotidiana están en disputa. Una disputa cada vez más violenta. Por eso hay una pregunta que resuena cada vez con más fuerza ¿Cuál es el horizonte, la estrategia, cuando la guerra y el estado de excepción van avanzando como régimen biopolítico para la acumulación de capital? ¿Por dónde avanzar? ¿Por dónde continuar, o tal vez, por dónde volver a empezar?
Las experiencias de autonomía y autogestión de los indígenas wayúu del Socuy; los comuneros de la Sierra de Falcón; las redes de economía colaborativa que se forman en Caracas con apoyo de productores del campo; las redes de pobladores y pobladoras urbanos y los campamentos de pioneros, que ocupan y transforman inmobiliarios y tierras urbanas en espacios de convivencia colectiva en varias ciudades del país; los ecologistas del estado Zulia que luchan contra la expansión del carbón y proponen en cambio los Territorios Energéticamente Sustentables; campesinos organizados que ocupan tierras de terratenientes en los llanos venezolanos; la experiencia de la red de cooperativas de Cecosesola en el occidente del país; los indígenas yek’wana reteniendo militares que los acosan en sus territorios para favorecer a la minería ilegal; redes de productores agroecológicos que van conformando mercados populares en Mérida y Caracas; el movimiento en defensa de la semilla campesina; y así una larga lista de experiencias que en Venezuela no son nombradas, que paradójicamente no suelen hacer parte del nosotros más visible, y que en cambio son sólo representadas, buscan ser machacadas, tuteladas, criminalizadas, precarizadas.
Pero todo este tejido ha sido y sigue siendo nuestra potencialidad, nuestro acervo, es sencillamente parte de lo que somos, es la posibilidad de las re-existencias ante los tiempos que se enfrentan. Sin embargo, es conveniente hacer un inventario completo. Sobre nuestros hombros están también años cooptación y tutelajes ‘revolucionarios’, de la internalización de un sueño que en realidad era ajeno, del aplazamiento permanente de la justicia y la transformación anhelada, de la delegación de las agendas propias a la institución burocrática, de la asunción de la pedagogía de los opresores, de un extravío general de la forma de nombrarnos siendo nosotros mismos, sin subordinación con los de arriba, ni los viejos y los nuevos.
Todo esto se entremezcla ahora con los múltiples dispositivos de guerra que van proliferando en todos los ámbitos de nuestra vida, porque sencillamente el tejido social se ha vuelto en sí mismo un campo de batalla. El entorno se ha precarizado y es evidente el desgarramiento de parte de los entramados sociales. Pero Venezuela no es solo un fenómeno específico, es un síntoma de que lo que cruje es mucho más grande; es una expresión del caos sistémico, de la inviabilidad de los extractivismos; es evidencia del agotamiento del patrón energético basado en los hidrocarburos; es un importante laboratorio no solo de una estrategia geopolítica de apropiación extrema de los bienes comunes, territorios y cuerpos/fuerzas de trabajo, sino también de esta especie de Estados fallidos, narco-estados, de lógicas policiales, regímenes de excepción permanente, de guerra permanente. Así que todo nos indica que la construcción de eso que podemos definir a nuestro favor como ‘paz’, será en realidad un camino largo.
Ante esta situación, en Venezuela retumba cada vez más el refrán ‘solo el pueblo salva al pueblo’. Pero, ¿cómo potenciar y hacer más visible que la alternativa está en ese nosotros que se teje desde abajo?
Nombrarnos es urgente, ante la desigualdad que ha existido en la palabra; ante el avance del despojo, la explotación y la degradación ambiental en nuestros territorios; ante las apetencias de los señores de la guerra. Es siempre el (re)inicio para tejer, enlazar, recomponer, re-existir.
El Encuentro por las autonomías, territorios y dignidades busca recuperar, recolocar y relanzar la palabra y narrativa que nombre a los que tejen desde abajo. Nombrarnos, reconocernos, enlazarnos, alistarnos para seguir, juntos, caminando la palabra. Nuestro horizonte: mirar adelante pero territorializar las luchas; abrir intempestivamente camino ante la irresistible primacía de los objetivos de escala nacional; tejer comunidad, en medio de las dificultades, o para decirlo como lema, comunizar en el caos; organizarse para la paz; reinventarnos; construir desde ya, alianzas con otros sectores de lo popular.
La invitación es para el 16 de septiembre a partir de las 9 am hora de México.
Emiliano Terán Mantovani
Pueblos en Camino
2017-09-04