Galilea, estamos nuevamente con Jesucristo, quien no pasaba
por estos lugares desde hacía dos mil años. Con él tenemos
varios temas pendientes. ¿Listo, Jesucristo?
JESÚS Listo. Después de comer, todo se piensa mejor.
RAQUEL ¿Podemos volver a los milagros y a las oraciones para pedir
milagros?
JESÚS Por supuesto, Raquel.
RAQUEL Díganos, Jesucristo. Si Dios no hace milagros, como usted nos
explicaba, ¿para qué sirve rezar y andar pidiendo salud o pidiendo
un trabajo o salir bien de un examen? ¿Sirve de algo rezar?
JESÚS Sirve de nada y de mucho. Recuerdo un día aquí en Cafarnaum.
La suegra de Pedro se puso muy mal. No había cómo aliviarla,
estaban rezando por ella... Yo fui, le di la mano, conversé, le
conté chistes, la hice reír...Y ella mejoró. Tanto, que se levantó y
hasta nos preparó la cena. Por cierto, unos pescados como los
que nos acabamos de comer.
RAQUEL ¿Pero... se curó?
JESÚS Se alivió por unos días. Ya era muy mayor. Murió pronto. Era su
tiempo.
RAQUEL Pero si su familia rezaba y usted no hizo el milagro de curarla,
¿para qué nos cuenta esta historia?
JESÚS Para que entiendas que la oración no es para pedir milagros, sino
para pedir fuerzas. Dios no cambia las leyes de la naturaleza para
hacer milagros. No las va a cambiar por ti, por tus oraciones. Dios
es justo, tendría que cambiarlas por todos sus hijos y sus hijas,
aunque no recen.
RAQUEL Y si no consigo el milagro, ¿para qué pido fuerzas?
JESÚS Para que levantes la cabeza y dejes de lamentarte. Para
ensanchar tu corazón. Para entender que la vida sigue. Todo eso
te dará ánimo, tal vez hasta te curará.
RAQUEL ¿Y si no me curo?
JESÚS Si no te curas, no te sentirás sola. Sabrás que Dios está contigo,
que te da su mano en la mala hora. Aquella tarde, con la suegra
de Pedro, yo fui la mano de Dios para ella. Le di fuerzas para
levantarse. Y después, cuando murió, también le di la mano hasta
el final. Para eso sirve la oración: para sentirte acompañada,
ocurra lo que ocurra.
RAQUEL Mucha gente busca esa energía en amuletos, piedras, estampas,
velas, reliquias, escapularios... ¿Qué piensa usted de todo eso?
JESÚS Si eso les ayuda... He visto niñas y niños que sólo logran dormir
abrazados a un muñeco.
RAQUEL Entonces, ¿no le pedimos nada a Dios?... Usted le pedía el pan
de cada día.
JESÚS Le pedía y salía a buscarlo. Porque no basta rezar. Mi madre me
enseñó aquello de “Ayúdate que Dios te ayudará”. Y mi padre
siempre nos repetía: “A Dios rogando y con el martillo dando”.
RAQUEL Una última pregunta. Dicen que usted hacía oración en los
montes. ¿Alguna invocación mistérica?
JESÚS No, ningún misterio. Si ya te dije, hablaba con Dios. ¿No hablas
con tu padre, con tu madre de lo que te pasa? ¿No hablas con los
amigos? Si estás triste y lo hablas, tu tristeza se divide a la mitad.
Si estás alegre y lo hablas, tu alegría se multiplica. También para
eso sirve la oración.
RAQUEL Y ustedes, amigos y amigas, ¿qué piensan de todo esto? ¿Con
qué amuleto van por la vida? ¿O con qué oración? Recuerden
que los teléfonos y la web de Emisoras Latinas están a su
disposición. Y Jesucristo también... pero no para hacerles ningún
milagro. Desde Cafarnaum, Raquel Pérez. Emisoras Latinas.
CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL
LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su
segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José
Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...
Cómo rezó Jesús
En varias ocasiones los evangelios se refieren a la costumbre de Jesús de
rezar al descampado y en el silencio de la noche (Lucas 5,16). Que hablara así
con Dios, al margen de los ritos conocidos, debió llamar la atención de sus
contemporáneos. También debió llamarla que rezara por otros (Lucas 22,31-
32; Juan 14,15-16). En Israel no era frecuente la costumbre de que unos
pidieran por otros. Interceder por los demás era propio del profeta, del hombre
que sentía responsabilidad y preocupación por su pueblo.
Además, en las oraciones de las gentes sencillas de Israel, Dios era visto como
un rey lejano. Rezar era una forma de rendirle homenaje. Por eso, existía la
tendencia a orar con fórmulas fijas, solemnes, establecidas por antiguas
tradiciones. Por eso, la oración que Jesús enseñó a los de su grupo, el
Padrenuestro, tuvo que llamar muchísimo la atención: en ella Jesús llama a
Dios “Abbá” (papá, papaíto). Al hablarle así, Jesús sacó la oración del ambiente
litúrgico y sagrado en donde la había colocado la tradición de Israel y la colocó
en el centro de lo cotidiano. Dirigirse a Dios con tanta espontaneidad y
confianza debió resultar muy novedoso. Con el Padrenuestro, más que una
fórmula fija para ser repetida en la oración, Jesús propuso una nueva relación
de confianza con Dios.
Una actitud interior
Las oraciones no causan efecto porque Dios, Jesús, María o santos o ángeles
en el cielo las escuchen y reaccionen benévolamente decidiéndose a ayudar
con su poder a quien reza. Es ésta una visión arcaica que aparece en todas las
religiones del mundo, pero no es una visión cristiana, no es lo que Jesús
enseñó. Las oraciones pueden causar efecto ―consuelo, ánimo, paz, incluso
sanar de alguna dolencia― pero no porque “convenzan” a Dios de que debe
actuar, sino por la misma actitud interior en la que se coloca la persona que
ora: reconociendo su vulnerabilidad, aceptando con humildad sus limitaciones,
su fragilidad, sus miedos, confesando sus errores, disponiéndose a perdonar, a
cambiar de vida, decidiéndose a vivir...
Medallas, escapularios...
Es una tradición muy arraigada llevar cruces, medallas o escapularios al cuello
como expresión de religiosidad. El escapulario más popular es el de la Virgen
del Carmen, quien según la tradición lo entregó María en 1251 a Simón Stock
en Londres prometiéndole que quien muriera con ese pedazo de tela encima
no iría a parar al infierno.
En una de las innumerables páginas de Internet sobre estas devociones se
evidencia su carácter supersticioso. Se afirma que llevando al cuello medallas o
escapularios, incluso una cruz, se logra “protección” en dos formas: se previene
uno de “ir a sitios malos” y se asegura uno el resguardo divino, ya que estos
objetos son señales visibles que le indican a la divinidad que “somos sus fans”.
El carácter también arrogante de esta devoción “cristiana” se refleja cuando se
explica que si lo que se lleva encima por “protección” son collares de la
santería o signos del zodíaco o cualquier otro tipo de amuletos, a quien se
honra es a Satánas y se comete un pecado.
A Dios rogando...
La sabiduría popular ha recurrido tradicionalmente a dichos y refranes que
expresan la necesidad de “poner de nuestra parte” y no rezar esperándolo todo
de Dios. A Dios rogando y con el mazo dando es el refrán más popular en este
sentido. También se dice: Reza, pero sigue remando. Y cantan Los Guaraguao:
No basta rezar / hacen falta muchas cosas para conseguir la paz. Y decía
Ignacio de Loyola: Trabaja como si todo dependiera de ti y confía como si todo
dependiera de Dios. Y decía el teólogo Dietrich Bonhoeffer, convocando a una
responsabilidad personal permanente que ser cristiano es vivir como si Dios no
existiera.