Qumram. Un paisaje desolador nos envuelve, con el Mar Muerto a
nuestras espaldas. Hemos recorrido las ruinas del legendario
monasterio de los esenios, monjes contemporáneos de Jesús de
Nazaret. Usted, Jesucristo, según nos explicó, no estuvo aquí.
JESÚS No, ya te dije que aquí sólo llegaban los hijos de algunas familias
de Judea. Además, te confieso, a mí no me hubiera gustado este
ambiente.
RAQUEL ¿Por la soledad, por el silencio?
JESÚS Y por estar aislado de la gente.
RAQUEL Juan el Bautista sí estuvo aquí, ¿verdad?
JESÚS Él sí. Después se separó de los esenios y se fue a predicar al
desierto. Juan era un profeta como los de antes. Ayunaba, vestía
con pelos de camello, comía grillos.
RAQUEL ¿Usted no ayunaba?
JESÚS No, yo no. Y eso escandalizó a muchos. Mis paisanos eran como
niños malcriados. Nunca estaban conformes.
RAQUEL ¿Por qué dice eso?
JESÚS Porque de Juan, que no comía ni bebía vino, dijeron: Tiene un
demonio. Y de mí, que andaba metido entre la gente, decían: Es
comilón y borracho.
RAQUEL ¿A usted le gustaba comer?
JESÚS ¿Comer? Claro que sí. ¿A quién no?
RAQUEL Pero tendría algunas comidas prohibidas...
JESÚS Ninguna. Yo siempre dije que lo que ensucia no es lo que entra
por la boca sino la palabra que por ella sale. Ninguna comida está
prohibida por Dios.
RAQUEL ¿Tampoco el cerdo? ¿Qué piensa de la comida kosher?
JESÚS No sé cuál será ésa... Pero pienso que todos los animales son
criaturas de Dios. Todos.
RAQUEL ¿Y el vino....? ¿También le gustaba el vino?
JESÚS Nunca acabé como Noé bajo la parra, pero... el vino de Galilea es
muy sabroso. ¿No lo has probado todavía?
RAQUEL Seguro que ese fue el vino que corrió en abundancia en aquellas
bodas de Caná...
JESÚS Ah, aquellas bodas fueron maravillosas. Cuando había boda, las
fiestas duraban siete días. Ahí bebíamos, cantábamos,
bailábamos...
RAQUEL ¿Usted también bailaba?
JESÚS Claro que sí. Todos mis hermanos éramos buenos para el baile.
Mi madre también.
RAQUEL Si yo le preguntara qué es lo que más le gusta hacer, ¿qué me
diría?
JESÚS Conversar. Siempre me gustó hablar, platicar. Por eso, estas
soledades, estos silencios... Desde niño me gustó contar cuentos.
Las adivinanzas se me daban todavía mejor. ¿En qué se parece
el Reino de Dios a un grano de mostaza? Y los chistes. ¿Sabes
aquel del judío avaro?
RAQUEL Lo del grano de mostaza me lo sé... pero... off the record...
¿Cómo es ése del judío avaro?
JESÚS Pues mira. Resulta que estaba un judío rezándole a Dios. Señor,
le dice, ¿qué son para ti cien mil años? ¿Cien mil años?, dice
Dios. Lo mismo que un minuto. Señor, vuelve a rezar el judío,
¿qué son para ti cien mil monedas de oro? ¿Cien mil monedas de
oro?, dice Dios. Lo mismo que un céntimo. Entonces, Señor, dice
el judío, te lo pido, dame un céntimo. Y Dios le responde:
Concedido. Espera un minuto.
RAQUEL ¡Qué risa!... Ejem... Continuemos nuestra entrevista. Hablábamos
de los esenios que habitaron en este monasterio. Vivían solos,
aislados, ayunando, buscando a Dios... En la actualidad, miles de
seguidores suyos, religiosos, monjes y monjas, hacen lo mismo.
Pero, oyéndolo hablar, me pregunto si fue usted quien les
aconsejó huir del mundo....
JESÚS Mi consejo ahora es que vayamos a beber algo. Huyamos de este
calor, ¿verdad? A lo mejor hasta encontramos un poco de vino en
aquellas tiendas. Ven, vamos, Raquel... Me sé otros chistes que
te van a hacer reír...
RAQUEL Amigas, amigos, la pregunta sobre monjas y religiosos queda
pendiente para la próxima entrevista. Desde Qumram, y divisando
las soledades del Mar Muerto, Raquel Pérez, Emisoras Latinas.
CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL
LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su
segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José
Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...
Poco sabemos
Es sorprendente lo poco que les preocupó a quienes escribieron los evangelios
describirnos la personalidad de Jesús. Tenemos que imaginar cómo era
sicológicamente a partir de los escasos datos que nos dieron de su actuar y
hablar. Como profeta que era, Jesús debió estar dotado de una personalidad
apasionada y sensible ante el sufrimiento humano y ante las injusticias que
veía en su sociedad. Debió ser impaciente, ardiente, con gran capacidad para
las relaciones humanas y con la fuerza de una palabra poética y llena de
convicción.
Jesús no fue esenio
Los esenios fueron una secta judía surgida unos 200 años antes de Jesús,
fundada por sacerdotes del Templo de Jerusalén, críticos de la corrupción
reinante en el Templo. Jesús los conoció. Hay indicios de que Juan el Bautista
tuvo relación con ellos y hasta que perteneció a su comunidad. Se ha
especulado que Jesús también. Sin embargo, la disciplina esenia ―silencio,
rechazo de las mujeres en la comunidad, ayuno, abstinencia de comer
cualquier tipo de carne y continuas abluciones rituales― no tienen nada que
ver con lo que Jesús practicaba y predicaba. Los evangelios han dejado
constancia: por asistir a reuniones y fiestas, y estar siempre entre la “gentuza”,
Jesús fue acusado por sus enemigos de ser “comilón y borracho” (Mateo 11,19;
Lucas 7,34).
El ayuno que Dios quiere
En el pueblo de Israel el ayuno era una forma de humillación del hombre ante
Dios. Se practicaba para dar más eficacia a la oración, en momentos de peligro
o de prueba. Había días de ayuno, en los que la ley religiosa determinaba que
todo el pueblo debía abstenerse de comer, en recuerdo de grandes
calamidades nacionales o para implorar la ayuda divina. También se podía
ayunar por devoción personal. En tiempos de Jesús, se daba mucha
importancia religiosa a esta práctica. Los fariseos tenían costumbre de ayunar
dos veces por semana. Por sus orígenes esenios, Juan el Bautista promovería
seguramente entre sus discípulos la práctica del ayuno.
Como otras prácticas religiosas, el ayuno fue criticado duramente por los
profetas de Israel. Había llegado a convertirse en una especie de chantaje
espiritual con el que los hombres injustos pensaban ganarse el favor de Dios,
olvidando lo esencial de la religión: la justicia. Los profetas dejaron bien claro
cuál era el ayuno que Dios quiere: liberar a los oprimidos, compartir el pan,
abrir las puertas de las cárceles (Isaías 58,1-12).
Jesús no ayunó ni aconsejó el ayuno. Ninguna de las prácticas tradicionales de
penitencia (ayunos, abstinencias, flagelaciones, castigos corporales) que
practican los cristianos tiene su origen en consejos o prácticas de Jesús de
Nazaret. Más bien, todas estas prácticas contradicen su mensaje y algunas
fueron descalificadas por él mismo.
Comer o no comer cerdo
El cerdo fue domesticado por los seres humanos hace unos 5 mil años. La
prohibición de comer carne de cerdo aparece tanto en la Biblia como en el
Corán. Hasta hoy, judíos practicantes e islámicos no comen cerdo,
entendiéndolo como una norma religiosa. El antropólogo Marvin Harris explica
los tabúes de las sociedades humanas como “adaptaciones” al ambiente en
que se desarrollan. Desde esta perspectiva, considera que, como en Israel la
crianza del cerdo se veía limitada por el clima, muy caliente, resultaba mucho
más rentable criar ovejas o cabras. Estima que de ahí habría surgido este tabú.
Para entender esta tradición, una de las hipótesis más recientes y
sorprendentes la aporta el arqueólogo judío Israel Finkelstein, director del
Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, cuando explica que el
pueblo de Israel jamás estuvo en Egipto y nunca conquistó ninguna “tierra
prometida”. Y eso, porque siempre vivió en esa tierra y fue allí, y con el paso
del tiempo, que fue conformándose como pueblo con una identidad propia.
Según Finkelstein, aquellos proto-israelitas fueron el único pueblo de esa zona
que no comía cerdo, a pesar de que el cerdo sí se criaba en aquellas tierras. La
prueba de que no lo comían es que nunca en ninguno de los poblados
originarios se han exhumado huesos de cerdo. Cuando se le pregunta a
Finkelstein la razón de por qué no comían la carne de este animal responde:
No lo sabemos. Quizá los proto-israelitas dejaron de comer cerdo porque sus
adversarios lo hacían en profusión y ellos querían ser diferentes. La prohibición
bíblica es posterior, aparece 500 años después. Por eso, cuando los judíos
actuales observan esa prohibición, no hacen más que perpetuar la práctica
más antigua de la cultura de su pueblo, verificada hoy por la arqueología.
Lo puro y lo impuro, el agua y el vino
La mayoría de las religiones antiguas consideraron que en el mundo hay
personas, cosas o acciones impuras y, como contrapartida, personas, cosas o
acciones puras. Unas y otras “contagian”. Esa impureza no tiene nada que ver
con la suciedad exterior. Ni la pureza con la limpieza. Tampoco tiene que ver
con lo moral, “lo bueno” o “lo malo”. Lo “impuro” es lo que está cargado de
fuerzas peligrosas y desconocidas y lo “puro” es lo que tiene poderes positivos.
Quien se acerca a lo impuro, no puede acercarse a Dios. La pureza-impureza
es una idea esencialmente “religiosa”.
Desde muy antiguo, la religión de Israel había asimilado esta forma de
pensamiento y existían multitud de leyes para resguardarse de la impureza
referidas a la sexualidad (la menstruación y la blenorragia eran formas de
impureza); a la muerte (un cadáver era impuro); a algunas enfermedades (la
lepra, la locura hacían impuros a quienes las padecían); a algunos alimentos y
animales (el buitre, la lechuza, el cerdo eran, entre otros muchos, animales
impuros). La mayoría de estas leyes se conservan en el libro del Levítico.
A medida que el pueblo fue evolucionando de una religión mágica a una
religión de responsabilidades personales, estas ideas fueron cayendo en
desuso. Sin embargo, en tiempos de Jesús algunos grupos las observaban
escrupulosamente, y de ahí los prolongados y minuciosos lavatorios o
purificaciones con agua para hacerse agradables a Dios. Ni Jesús ni los de su
movimiento practicaron estos rituales con agua. (Mateo 15,1-20). Jesús los
cuestionó e hizo ostentación de no practicarlos. El “milagro” de las bodas de
Caná también puede leerse como un símbolo del rechazo de Jesús a estas
creencias: el agua, símbolo de las interminables purificaciones que ordenaban
las leyes judías y que hacían de la religión un estricto cumplimiento de normas
externas, Jesús la transforma en vino, símbolo de fiesta y de alegría. Y por eso,
símbolo de libertad.
Una religión de alegría
A menudo se relaciona la religiosidad con la solemnidad y con la seriedad. La
risa no tiene entrada en la casa del Dios de muchos cristianos. En la catequesis
de hace años se decía que sabíamos que Jesús había llorado porque así
consta en los evangelios: lloró al entrar en Jerusalén, al final de su vida, y ante
la tumba de su amigo Lázaro en Betania. Y se decía que no había reído,
porque en ningún relato de los evangelios aparecía así, riendo. Es una
conclusión insostenible. Toda persona humana ríe. La risa, el humor, es señal
de sabiduría. Y Jesús fue un ser humano sabio. Hay grupos evangélicos que
consideran pecado los bailes, las fiestas, la bebida... Y Jesús fue a bodas,
tomó vino, comió de todo, no participó de los puritanismos y ritualismos de los
religiosos de su tiempo. Y comparó siempre el final de la historia con un gran
banquete. Con la alegría de una gran fiesta.