descubrieron los famosos rollos del Mar Muerto. Después de
nuestra última entrevista, algunos religiosos han llamado molestos
y frustrados. Dicen que ellos han renunciado a los placeres del
mundo por seguirlo a usted, Jesucristo.
JESÚS ¿Y a qué placeres han renunciado?
RAQUEL Me imagino que a comer, bailar, disfrutar la vida... Algunos
monjes renunciaron hasta a hablar.
JESÚS ¿No hablan?
RAQUEL Lo imprescindible. Dicen que en el silencio se acercan más a
Dios.
JESÚS ¡Qué desvarío!... ¿No fue Dios quien nos regaló la lengua para
hablar y los oídos para escuchar?
RAQUEL Lo que más les cuesta es no casarse. Dicen que fue usted quien
les ordenó renunciar al matrimonio, quien les aconsejó hacerse
eunucos por el Reino de los Cielos. Castrarse.
JESÚS ¿Que yo les mandé castrarse?
RAQUEL Dicen que usted dijo que algunos nacieron y otros se hicieron
así por seguirlo a usted.
JESÚS ¡Cómo se parecen a mis paisanos, cantaban cuando había que
llorar y lloraban cuando había que cantar!... Todo lo entendían al
revés.
RAQUEL Pero, entonces, ¿qué quería decir usted cuando habló de los
eunucos?
JESÚS Que cada quien tiene que andar su propio camino. En libertad, sin
prohibiciones. Y que todos los caminos llevan a Dios si tienes el
corazón limpio. Si quieres casarte, cásate. Si no quieres casarte,
tus motivos tendrás.
RAQUEL Sea como sea, su iglesia propone la vida de castidad como
camino de perfección.
JESÚS No puede ser porque si todos siguieran ese camino, se acababa
el mundo. Dios no puede llamar perfecto a lo que arruina su
creación.
RAQUEL ¿Y cuál es, entonces, la vía de perfección?
JESÚS La que cada quien anda, si la anda con libertad, con amor. No hay
un solo camino. En la casa de Dios hay muchos lugares. Cada
quien tiene que descubrir el suyo.
RAQUEL Entonces, según usted, ¿la virginidad que practican los
religiosos, las monjas, no es un estado superior al matrimonio, no
es más espiritual?
JESÚS ¿Cómo va a ser superior y más espiritual? Yo siempre comparé el
Reino de Dios con un banquete de bodas. Nunca con un
monasterio ni con un desierto. Porque Dios es amor y lo más
parecido a Dios es el amor de una pareja.
RAQUEL Pues éstos renuncian a la pareja y hasta mortifican su propio
cuerpo para elevar el espíritu... se flagelan, se dan golpes...
JESÚS ¿Y quién les dio ese cuerpo sino Dios? El cuerpo es sagrado, es
el templo de Dios. ¿Cómo van a castigar lo más bello que han
recibido?
RAQUEL Lo castigan y lo ocultan. ¿No vio en Jerusalén? Iban por las
calles con sotanas negras, hábitos cerrados, cofias
extravagantes... Fíjese en aquellos que se están bajando del
autobús y que vienen de visita a Qumran...
JESÚS ¿Quiénes son ésos?
RAQUEL No estoy segura, pero por las cruces, las cadenas y las botas...
creo que son unos llamados Legionarios de Cristo... o Heraldos
del Evangelio, no sé... es decir, soldados suyos.
JESÚS ¿Soldados míos?
RAQUEL Así se llaman ellos.
JESÚS ¿Y por qué se visten tan raro?... Tú me estás viendo, Raquel.
¿Cómo estoy vestido yo?
RAQUEL Normal, como todos aquí. Diríamos, casual. Tal vez por eso no lo
buscan otros periodistas, porque lo ven como uno de tantos.
JESÚS Yo pienso que el Reino de Dios es levadura, Raquel. Dile a la
gente que te está escuchando que si la levadura se separa de la
masa, se pudre. El Reino de Dios es sal. Si la sal se esconde,
pierde el sabor. Se muere, como las aguas de este Mar Muerto.
RAQUEL Pues desde el Mar Muerto, reportó Raquel Pérez, Emisoras
Latinas. Les recordamos que estas y las anteriores entrevistas
con Jesucristo las pueden encontrar en www.emisoraslatinas.net
CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL
LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su
segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José
Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...
La sexualidad: placer sagrado
Hay religiones que aceptan el cuerpo, hay otras que lo desprecian, pero no hay
ninguna que lo ignore. Todas las religiones tienen la tendencia a controlar las
dos principales funciones del cuerpo: la alimentación y la sexualidad. Por ser
un impulso tan vital, la sexualidad, vinculada al sentido de la vida y de la
muerte, ha ocupado un lugar primordial en todas las religiones.
En las religiones ancestrales de la humanidad abundaron los ritos que
exaltaban la fertilidad y el principio femenino como símbolo de lo divino, de lo
sagrado. Con el avance de las religiones patriarcales ―todas las religiones
actuales― esto fue cambiando.
La sexualidad: fuente de pecado
El mito de Adán y Eva y el pecado original ―mito fundacional en la cultura
judeocristiana― expresa ya una visión profundamente patriarcal. Este mito fue
comprendido por el cristianismo desde muy pronto como la explicación del
origen de todos los sufrimientos y males del mundo, como la prueba de que
nacemos malos y contaminados por el pecado, como la raíz de la inferioridad
del cuerpo frente al espíritu, como base para la discriminación de las mujeres,
viendo en todas ellas a “clones” de Eva y, por tanto, a portadoras de un cuerpo
que es tentación, riesgo y vehículo de pecado. La mujer es la “puerta del
diablo”, decía Tertuliano.
Este conjunto de ideas malsanas, ajenas al mensaje de Jesús, aunque ya
presentes en el judaísmo de su tiempo, se alimentó después de prejuicios
similares presentes en el helenismo y echó raíces en la doctrina de los Padres
de la Iglesia, que tuvieron una visión de la sexualidad, especialmente de la
sexualidad femenina, profundamente negativa. El sexo, la relación sexual, dejó
de ser la expresión de un placer sagrado, un vehículo excelso de comunicación
humana, una metáfora del amor de Dios, para convertirse en algo sucio,
negativo y degradante. Bajo esta influencia, y desde los primeros siglos
cristianos, se consideró que la castidad y la abstinencia sexual, el rechazo al
contacto corporal con las mujeres, era una virtud sublime que acercaba a Dios
y llevaba a la “perfección”.
Esta visión se ancló muy pronto en la teología, se tradujo en leyes y afectó la
espiritualidad cristiana. Toda la moral sexual cristiana, especialmente la que
promueve la iglesia católica ―que, por ejemplo, hasta el día de hoy considera
“intrínseca y gravemente desordenada” una expresión de la sexualidad tan
inocua y normal como la masturbación―, es heredera de los tabúes derivados
del mito de Adán y Eva.
En los últimos años, teólogos y teólogas de todas las latitudes han trabajado
por construir una visión alternativa de la sexualidad. Pero el daño hecho a
generaciones enteras es inconmensurable. Incluso, la trivialización y
banalización de las relaciones sexuales que hoy viven amplios sectores de la
juventud puede interpretarse como una reacción de rechazo al peso
insoportable de tabúes impuestos y a siglos de represión y oscurantismo.
En otras culturas no es así
Entre los pueblos originarios de América Latina no existe el divorcio que el
cristianismo promovió entre sexualidad y divinidad. En las sociedades
precolombinas se celebraba la sexualidad como una fuerza poderosa y
sagrada que favorecía el desarrollo de la comunidad y la religaba a lo divino. A
diferencia del Dios judaico, varón y solitario, en las tradiciones originarias
precolombinas siempre hay diosas y dioses que practican el amor sexual,
proyectando así una sacralización de la equidad entre hombres y mujeres en la
comunidad.
A diferencia de las tradiciones cristianas que hacen del sexo un tabú ―de eso
no se habla, eso se esconde―, de una visión positiva y sagrada de la
sexualidad se desprenden muchos ritos que aún practican estos pueblos. Por
ejemplo, los ritos de iniciación que marcan el pasaje de la infancia a la adultez
son fiestas y celebraciones espirituales con las que comienzan etapas de
educación sexual, en donde las mujeres tienen siempre un papel protagónico.
Todavía hoy, en los pueblos de la zona andina, las jóvenes y los jóvenes
practican el “matrimonio a prueba” (“servinacuy”), conviviendo durante un año
antes de formar pareja. En todos se celebra la menstruación femenina, en
todos se usaron y se usan anticonceptivos naturales ―hierbas― para evitar o
interrumpir embarazos. De todo lo que aún queda de estas creencias y
costumbres tenemos mucho que aprender.
Enemistados con la sexualidad
Todas las culturas han ejercido, de una forma o de otra, control sobre la
sexualidad, vista con admiración, como un misterio, pero también vista con
temor, como una actividad humana llena de contradicciones.
La sospecha y la enemistad cristiana con la sexualidad se nutre de varias
creencias. Una, que espíritu y materia son enemigos y que Dios es espíritu. En
base a esta creencia, se enseñó que el camino espiritual es negar el cuerpo y
que el placer sexual y todo placer corporal es negativo o al menos sospechoso.
Estas ideas se tradujeron en la ley del celibato, en el voto de castidad y en la
idea de que sexualidad y reproducción deben ir siempre unidas.
Otra creencia que nutre la enemistad con la sexualidad es que el cuerpo es
pasajero, una envoltura que perderemos al morir, cuando sólo permanecerá el
alma inmortal. En base a esto, se enseñó que sacrificando el cuerpo y
haciéndolo sufrir se camina en dirección la perfección espiritual. Otra idea
perniciosa es que Dios se hizo carne en Jesús para sufrir en su cuerpo y con
ese sufrimiento salvarnos. Así pues, se enseñó y se siguen enseñando que
imitar a Jesús es sufrir y ofrecerle a él nuestros sufrimientos.
El cuerpo desnudo
El cuerpo desnudo es el más expresivo símbolo de la sexualidad. Pero siendo
la sexualidad un tabú en la cultura cristiana, la desnudez ha sido asociada al
pecado, a la primera consecuencia vergonzante de aquel pecado “original” de
desobediencia y a la posteriormente sucia, manchada y pecaminosa sexualidad
humana.
De ahí el valor de provocación y de quiebra-tabúes de la fotografía de Spencer
Tunick, un artista estadounidense, nacido en 1967, que después de recorrer
Estados Unidos fotografiando a grupos desnudos en el entorno de paisajes
urbanos, recorre ciudades del mundo para hacer fotos artísticas con masas de
mujeres y hombres desnudos. En Glasgow, Roma, Montreal, Sidney,
Barcelona, Sao Paulo, Santiago de Chile, Caracas, México, Tunick ha reunido
a centenares y hasta miles de personas (20 mil en México en 2007) que se
ofrecen voluntariamente para servirle de modelos en composiciones gráficas
sugerentes.
El resultado son imágenes impactantes estética y emocionalmente, que no
tienen ninguna intención pornográfica ni tampoco erótica, sino que pretenden
contrastar el vulnerable cuerpo desnudo de los seres humanos con el
anonimato de los espacios públicos y hacer reflexionar sobre las tensiones que
existen entre lo público y lo privado, lo tolerado y lo prohibido, lo individual y lo
colectivo. Ecologistas y nudistas respaldan esta iniciativa y quienes participan
como modelos voluntarios expresan el sentimiento de libertad que
experimentaron al posar para Tunick.
Como señal de la vulnerabilidad que se siente ante la explotación o los abusos
de poder, también empiezan a proliferar las manifestaciones de protesta en las
que campesinos y campesinas o activistas de movimientos sociales reclaman
sus derechos totalmente desnudos. Son movilizaciones que causan mucho
impacto, especialmente cuando los que se exponen son cuerpos gastados por
el trabajo y por la edad. Sea cual sea la reivindicación que se manifieste,
estamos ante el profundo poder simbólico del cuerpo desnudo cuando expresa
otras muchas realidades humanas y no la que la tradición cristiana le ha
asignado durante siglos: el pecado.
El cuerpo es sagrado
La ascesis o castigo del cuerpo con penitencias ―flagelaciones, cilicios,
ayunos, privación de placer en la comida, abstinencia sexual― es anticristiana.
Una de las expresiones más relevantes del mensaje y de la acción de Jesús
fue el cuidado de los enfermos, la sanación de los cuerpos. La salud física fue
una prioridad para Jesús. Resulta, por esto, contradictorio al extremo, que la
negación del cuerpo, infligiéndole dolor, se haya presentado durante siglos, y
aun hasta el día de hoy, en las iglesias cristianas, como una acción agradable a
Dios.
Como fotones
Sobre la vida religiosa y la vida clerical como “camino de perfección” o “estado
superior”, no existe análisis más demoledor que el que ofrece el teólogo
alemán Eugen Drewermann en su polémico y fundamental libro “Clérigos.
Psicograma de un ideal”. (Editorial Trotta. Madrid 1995). Con lúcida ironía y la
experiencia de una vida dedicada al psicoanálisis, y después de analizar el trío
de negaciones esenciales (impulso sexual, bienes personales y libertad), a la
que se someten los “clérigos” (incluye a religiosos y religiosas) con sus tres
votos y “por Dios”, Drewermann emplea con ellos una metáfora de la física
cuántica:
Si son fieles al ideal de su profesión, viven casi como fotones, esos elementos
mínimos y eléctricamente neutros cuya tarea es iluminar el mundo, pero que, si
llegaran a pararse, se disolverían en la nada, porque en estado de reposo su
masa es nula... Al estar totalmente identificados con su profesión, tienen un
miedo innato a que, sin una vida de actividad y de esfuerzo, se van a convertir
en nada... Están persuadidos de que su misión es iluminar el mundo, y no
dejan de imaginarse que como mejor puede resultar ese proyecto es evitando
tener que reaccionar ante la más mínima brizna de humanidad, de “materia”...
Y hay que repetirlo hasta la saciedad: En nuestro mundo de hoy, a los cien
años del descubrimiento del psicoanálisis, no hay santidad creíble si no es
plenamente humana. Sin embargo, y de hecho, en la vida de tantas religiosas
― y de tantos sacerdotes― se puede comprobar con sobresalto como su
“alegría en Cristo” adolece frecuentemente de una absoluta falta de libertad y
se muestra como crispada, porque, en la práctica, no es más que una actitud
de deber, concebido sin ―e incluso contra― los propios sentimientos.
Los eunucos
Sólo en el evangelio de Mateo (19,10-12) aparece la reflexión de Jesús sobre
los “eunucos” (hombres impotentes, hombres sin mujer, hombres sin
descendencia, hombres estériles). Jesús los “clasifica” en eunucos de tres
tipos. Los que así nacieron ―hombres impotentes y hombres homosexuales―;
los que fueron hechos así ―niños y hombres castrados, que servían en las
cortes reales como guardianes, cantores, artistas―; y los que así se hicieron
“por el Reino de Dios”.
En Israel, la ley religiosa prohibía castrar tanto a los hombres como al ganado.
El hombre castrado no podía entrar al Templo ni a la sinagoga, ni la res
castrada podía ser ofrecida en sacrificio. Sin embargo, los castrados eran una
realidad conocida, ya que abundaron en las cortes de los reyes de Israel, por
influencia de las costumbres de otros países vecinos o porque fueron llevados
al país como esclavos. En este contexto, el relato de los Hechos de los
Apóstoles (8,26-40), es muy significativo: un eunuco etíope es de los primeros
seguidores de Jesús. Se trata de un relato que quiebra la exclusión del
extranjero y del marginado por razón de su castración física.
Como la iglesia católica no permitía a las mujeres cantar en los templos, a los
niños que mejor voz tenían les cortaban sus genitales antes que llegaran a la
pubertad y les cambiara la voz. Esta práctica se conocía como “sopranización”
o castración musical. Con estos “castrati” se abastecieron durante muchos
años los coros de las iglesias. El último “sopranizado” fue Alessandro Moreschi,
cantante en el Vaticano, muerto en 1922.
¿De qué hablaba Jesús en la tercera categoría, los “eunucos por el Reino de
Dios”? Más que de un “camino de perfección”, hablaba de una pasión que
absorbe toda la vida y las energías, de una tarea que se prioriza
apasionadamente. Jesús se refirió sólo a “eunucos” varones. El conocimiento y
la valoración de la sexualidad femenina, de sus características y
especificidades, es una conquista muy reciente de la ciencia y la sicología.
Como, además, en la cultura de su tiempo la mujer no era la que decidía
casarse o no ―lo decidía su padre― Jesús no podía ni imaginar el caso de
mujeres “eunucas”.
¿Jesús casado o no?
Algunos interpretan que con la frase sobre los eunucos Jesús estaría dando
cuenta de su situación personal. E interpretan más: no se habría casado no
porque temiera a las mujeres o porque fuera homosexual o hubiera sido
castrado, sino porque el Reino de Dios se lo exigía para servir a Dios, a quien
se sirve más y mejor siendo casto y soltero.
Realmente, no sabemos si Jesús se casó o no, si era viudo, no sabemos
cuántas veces se enamoró y de quiénes. No sabemos si tuvo hijos. Es difícil
imaginarlo soltero, pues en la cultura de Israel un hombre o una mujer solos y
sin descendencia eran seres extraños. Difícilmente, Jesús habría tenido la
autoridad y el atractivo que tuvo siendo alguien raro. Pero no lo sabemos ni
nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que nada cambia en su mensaje en
cualquiera de todas estas posibilidades. A quienes escribieron los evangelios,
el “estado civil” de Jesús les pareció un detalle no importante en relación a la
importancia de su mensaje, y por eso no nos lo aclaran en sus relatos.