Sus versos mas difundidos protestan contra el hombre enjaulador.
Cuando hace años llegó a Buenos Aires desde las provincias , Alfonsina traía unos viejos zapatos de tacones torcidos y en el vientre un hijo sin padre legal. En esta ciudad trabajo en lo que hubiera; y robaba formularios del telégrafo para escribir sus tristezas. Mientras pulía palabras, verso a verso, noche a noche, cruzaba los dedos y besaba las barajas que le anunciaban viajes, herencias y amores.
El tiempo ha pasado, casi un cuarto de siglo; y nada le regalo la suerte. Pero peleando a brazo partido Alfonsina ha sido capaz de abrirse paso en el masculino mundo. Su cara de ratona traviesa nunca falta en las fotos que congregan a los escritores argentinos mas ilustres.
Este año, en el verano supo que tenia cáncer. Desde entonces escribe poemas que hablan del abrazo del mar y de la casa que la espera allá en el fondo, en la avenida de las madréporas.