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50 y 50
Descripción:

Extraído del CD de cuentos "Las Andanzas de Lihuen II del escritor Miguel Angel Abud

Libreto:
50 Y 50

Ella era linda, pero era casada. Y Lihuen no se mete con mujeres casadas. Una vez se metió y le fue mal. El marido de la susodicha, no comprendió que las intenciones de Lihuen eran serias. Y le dejó la cara como para salir en la portada de la revista Caras (Rotas).

De ahí en más se dedicó a las mujeres sin compromiso. Muchas veces sin compromiso tampoco con él y otras, sin compromiso pero por portación de cara. Una vuelta salió con una que, cuando caminaba por la calle, le tiraban maíz. Y Lihuen aprovechaba y juntaba y después se hacía pochoclo. Así fue como levantó su primer empresa en la ciudad, cuando invirtió en el carrito de pochoclero. Después lo vendió. Coincidió justo con la separación de su chica. Ella no entendió por qué él no la hacía socia al 50 y 50 si ella era el vínculo con los medios de producción y lo dejó. Y así fundió su primera empresa Lihuen. Por hacerse el pillo y quedarse con la plusvalía de la clase trabajadora, que en este caso era la chica. Entonces ella se convirtió al marxismo y le hizo la revolución y le derrocó el amor que él ostentaba oligárquicamente.

Con el tiempo, cuando se pudo acomodar en el exilio de su amor, conoció y se enamoró de otra chica. Esta no era tan fea. Tampoco era tan linda. En fin, era 50 y 50. De noche era un 50 y de día era el otro 50. ¡Lindo cuerpo, eso sí! No le faltaba nada. Tenía dos brazos, dos piernas, dos ojos, dos orejas, dos bocas… Por una boca le daba aire a Lihuen y por la otra se lo sacaba. Le decían Maradona, y no porque jugara al fútbol, sino porque en la cancha era de diez, pero afuera se le escapaba la tortuga. La conoció una noche cuando andaba con “café blanco” y el “canuto”, dos amigos con los cuáles Lihuen salía de parranda por las noches de Bahía Blanca. Cuando la vieron, los tres quedaron duros. Claro, venía vestida con el 50 % bella. O sea, minifalda, top y bincha. Y como estaba medio oscuro el boliche, Lihuen se enamoró a primera no-vista. ¡¡¡Al otro día cuando la vió a la mañana…!!! Con decirles que Sabina en el tema “Nos sobran los motivos” se inspiró en ella, se los digo todo. Por suerte un día ella conoció a un bombero y se fue con el. Por suerte para Lihuen, que ya no sabía cómo apagar el fuego.

Después conoció a una psicóloga. Esa sí que lo volvió loco. El se había tirado el lance con la intención de matar dos pájaros de un tiro. Pero el tiro le salió por la culata. Más que ella ordenarle la cabeza a él, lo que hizo fue desordenársela más. ¡Y ojo, que para desordenar más el desorden ya ordenadito de Lihuen, hay que ser buena, eh! Con decirles que él, al lado de ella era Pichón Riviere, Bleger y Fromm, juntos. ¡¡¡Celosa!!! ¡Paaa! No le dejaba ni hojear las Play Boy. ¿Venus? ¡Ni soñar! Hasta el canal de cable sacó. Canal 7 no se agarraba, así que lo único que tenía para ver era el canal de Clarín. ¡Y todavía lo cargaba! Le decía: ¿Qué te pasa Clarín? ¿Estás nervioso? ¡Si sería, que lo más divertido que tenía para ver era la señal de ajuste…! Se quedaba ahí, mirando la señal de ajuste y ella, mientras tanto, anotaba. ¡¿Qué podía anotar?! Si hay algo que provoque menos reacción en la tele, es precisamente eso. Un día se le plantó a Lihuen y le dijo: “¿A vos te parece que yo tenga que pagar todos los gastos de la casa Lihuen? A partir de ahora los gastos son 50 y 50. ¡Otra vez el 50 y 50! ¡Así no hay relación que aguante! Y ella no aguantó más y le dio el alta.

Después fue la tuerta. ¡Bah!, en realidad no era tuerta, era astigmática, padecía de astigmatismo oblicuo. O sea, veía bien enfocando para adelante, pero fuera del foco, no veía ni a un Kirshtner en el poder. Era como esos caballos que le ponen esas anteojeras para que no miren para los costados y así no se distraiga. Así era. Entonces, si pasabas por los costados, no te veía. Todo iba de perillas hasta que un día, y sin avisarle, ella se operó. ¡Y empezó a ver cada cosa…! Veía como, cuando ella se descuidaba, Lihuen pegaba los mocos debajo de la mesa, los gestos que hacía cuando ella conducía el automóvil y lo peor, como se le iban los ojitos cuando juntos salían del depto y pasaban por lo de la portera y las señas que ambos se hacían… En fin, fue terrible. Entonces ella un día le dijo: Mirá Lihuen, ahora mi visión es 50 % de mi ojo izquierdo y 50 de mi ojo derecho. Y con los 50 y 50, veo el 100 % de todas las gansadas y no gansadas que hacés. Así que acá se terminó nuestra relación. Y ahí fue cuando él la perdió de vista a ella.

Y estas son las experiencias que lo han marcado a Lihuen. Lo han marcado de una forma positiva y también negativa. Digamos, en un 50 y 50. Como debería ocurrir en toda relación de pareja, éste tendría que ser el porcentaje puesto por ambos contendientes. Pero, queridos amigos, no siempre las cosas ocurren como deberían ocurrir, así que mejor, dejemos los porcentajes para los economistas y entreguemos todo, pero todo, en cada relación. Por ahí, aunque nos toque perder, sabremos que lo dimos todo, y esa, será nuestra herramienta para levantarnos y volver a empezar.

MIGUEL ANGEL ABUD


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