entrevistando a Jesucristo, que ha regresado a la tierra para ver,
como él mismo dice, lo que hemos hecho en su nombre y en su
ausencia. Buenos días, Jesucristo.
JESÚS Sean buenos, Raquel. ¡Shalom!
RAQUEL Sus mensajes en programas anteriores, tan favorables a los
derechos de las mujeres, han resultado muy controversiales.
Precisamente, un grupo de mujeres quiere hablar con usted y
hacerle algunas preguntas.
JESÚS Y si ellas no están aquí... ¿cómo escucho sus preguntas?
RAQUEL Espere que le pongo estos audífonos... A ver... Adelante con la
llamada desde estudios.
FEMINISTA Nuestro colectivo lo saluda a usted, un hombre que ha influido
tanto en la historia. Y queremos hacerle una primera pregunta
para nosotras decisiva. ¿Usted, Jesucristo, se considera
feminista?
JESÚS Bueno... Raquel, explícame tú qué me están preguntando...
RAQUEL Ella quiere saber si...
FEMINISTA Digamos mejor... ¿cuál cree usted que fue su gesto más atrevido,
más novedoso a favor de las mujeres de su tiempo?
JESÚS Mi gesto más... No sé... Déjame pensar... Tal vez cuando aquella
mujer que padecía flujo de sangre... Hemorroísa, le decían por su
enfermedad. Y para ofenderla más, ustedes me disculpan, la
apodaban la measangre.
RAQUEL ¿Podría contar este caso para nuestra audiencia?
JESÚS Sí, ¿por qué no? Las leyes religiosas de mi país declaraban
impuras a todas las mujeres durante los días de su menstruación.
FEMINISTA ¿Ah, sí? ¿Todos los meses?
JESÚS
Cada mes, con cada vuelta de la luna, toda mujer se volvía
impura. Y eso significaba que no podía rezar en la sinagoga,
mucho menos entrar al Templo. Nadie la podía tocar, ni su marido
ni nadie... Manchaba, contaminaba...
FEMINISTA ¿Y cómo sabían si una mujer estaba con la regla?
JESÚS
Era humillante. Tenían que retirarse y pasar la vergüenza de
declararse menstruando. Se tenían que reconocer ellas mismas
impuras... O si no, les preguntaban...
FEMINISTA Si hoy un hombre pregunta esa impertinencia, se gana una
bofetada.
JESÚS Y bien merecida...
RAQUEL Sigamos con la mujer de su historia...
JESÚS Recuerdo que se llamaba Melania. Ella tenía una dolencia
extraña: siempre estaba menstruando...
FEMINISTA Menorragia se llama esa enfermedad.
JESÚS
Seguro que hoy la curarían. Pero, entonces, nadie sabía. Y tenían
muchas ideas torcidas sobre las mujeres. En la sangre de las
mujeres, mi pueblo vio pecado. En las fuentes de la vida, vio
suciedad.
FEMINISTA Dicen que el sucio todo lo ensucia.
JESÚS
Leyeron la Ley con ojos de hombre, escribieron la Ley con
egoísmo de hombre, vieron el mal en nuestra madre Eva.
FEMINISTA Pues le diré, Jesucristo, que eso sigue pasando hoy.
JESÚS Aquella mujer vivía siempre impura. Y peor, aquel padecimiento la
hacía estéril. Estaba muerta en vida: una mujer que no tenía hijos
no valía nada. Era la última de las últimas.
RAQUEL Y por eso usted la curó...
JESÚS No, nadie sabía curar eso. Yo la encontré un día. Y cuando ella se
acercó a mí, la llamé por su nombre, Melania. Y la toqué. Y dejé
que ella me tocara. Algo que estaba prohibidísimo por la Ley, algo
que nadie se atrevía a hacer.
FEMINISTA Entonces, usted actuó como todo un feminista...
JESÚS Raquel, explícame esa palabra que ella usa...
RAQUEL Feminista es ponerse de parte de las mujeres, luchar por sus
derechos, respetarlas... todo eso. Todo eso y mucho más.
FEMINISTA Entonces, Jesucristo, ¿fue usted un feminista?
JESÚS
Pues sí, yo creo que lo fui... ¡y lo sigo siendo!
FEMINISTA ¿Y podemos llamarlo feminista en nuestros documentos?
JESÚS ¿Por qué no? Llámenme así, feminista.
RAQUEL Junto a Jesús, feminista y polémico, y desde Nazaret, Raquel
Pérez, Emisoras Latinas.
CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL
LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su
segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José
Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...
En una sociedad machista
Jesús fue hijo de una cultura extremadamente machista, nacida de una religión,
el judaísmo, totalmente marcada por tradiciones patriarcales. Y aunque Jesús
rompió con palabras y actitudes con el machismo de su religión y de su
ambiente, la tradición cristiana no fue fiel a Jesús y, desde los inicios y de
forma creciente desde el siglo III, se acomodó plenamente a los moldes de la
cultura patriarcal, donde es la jerarquía masculina la que establece e impone la
norma moral, las leyes y las formas de relacionarse con Dios.
Las mujeres: siempre discriminadas
En las leyes civiles y religiosas y en las costumbres de Israel, la mujer era
considerada inferior al hombre. Las leyes civiles la asimilaban al esclavo y al
niño menor de edad, y como ellos, debía tener a un varón como dueño. Su
testimonio no era válido en un juicio, pues se la consideraba mentirosa. En el
plano religioso también estaba marginada. No podía leer las Escrituras en la
sinagoga, nunca bendecía la mesa. La exclusión de la mujer de la vida social
era mucho mayor entre las clases altas y en las ciudades grandes que en las
aldeas rurales. La escasa importancia que se daba a la mujer se le concedía
exclusivamente por su habilidad en los oficios de la casa. Se la apreciaba
fundamentalmente por su fecundidad. Una mujer incapaz de tener hijos apenas
valía nada.
No hay testigas, sólo testigos
Son muchos los ejemplos de las tradiciones patriarcales y machistas que
aparecen en los libros de la Biblia, tanto en el lenguaje, como en las
costumbres, las leyes y los contenidos de la teología. Un ejemplo curioso es el
que leemos en el libro del Génesis (24,1-4), cuando Abraham le dice a uno de
sus siervos: Pon tu mano debajo de mi muslo y júralo por Yahvéh, Dios del
Cielo y de la Tierra... Así hacían los juramentos Abraham y todos los patriarcas
de la Biblia. Pero el “muslo” es un eufemismo: donde ponía la mano el hombre
que prestaba juramento era en los testículos. Agarrando los testículos del otro
el compromiso quedaba sellado. También durante el imperio romano los
varones tenían por costumbre llevarse la mano derecha a sus genitales,
símbolo de virilidad, de hombría y valor, cuando hacían una promesa o
establecían un contrato. Los órganos productores del semen daban seriedad a
la palabra empeñada.
Esta costumbre, entre tantas otras, refleja la discriminación de las mujeres:
como ellas no tienen testículos, no podían testificar, no podían dar testimonio ni
heredar en un testamento. En el país de Jesús la mujer no contaba para nada
ante los tribunales. De la cultura judía al idioma español: todas estas palabras
―”testigo”, “testimonio”, “testamento”― tienen la misma raíz (testículos) y
provienen de la misma cultura patriarcal. Todavía hoy, en los mejores
diccionarios, no aparece la palabra “testiga”, como insinuando que una mujer
no puede serlo. Que su palabra no vale. Que sus juramentos son siempre
dudosos.
Durante siglos y en todos los países, las mujeres no tuvieron derecho a la
propiedad ni a la herencia, no firmaban, no decidían, no elegían, no votaban.
Todo eso ha ido cambiando, no sin enormes esfuerzos, luchas, sufrimientos y
sangre.
Melania, una mujer super-marginada
Jesús recuerda su encuentro con una mujer enferma, a la que llama Melania.
Los tres evangelios sinópticos relatan el caso de una mujer “hemorroísa”
(Mateo 9,18-26), quien con seguridad padecería de menorragia: una
menstruación irregular que provoca un continuo flujo de sangre. Aparte de las
incomodidades y debilitamiento que eso le causaría, esa dolencia la hacía
permanentemente “impura”, ya que durante los días de su menstruación
cualquier mujer era considerada así.
El libro del Levítico (Levítico 15,19-30) está lleno de prohibiciones en torno a la
mujer menstruante: impureza durante siete días, impuro todo lo que ella toque,
impuro cualquiera que la toque a ella... Por eso, Melania era un caso extremo
de marginación: mujer, enferma, impura, estéril y sola.
Interactuar con una mujer con menstruación ―impura por eso y ser impura
significaba estar cargada de fuerzas negativas que alejaban de Dios― fue un
tabú muy presente en las culturas patriarcales y machistas del mundo antiguo,
no sólo en la cultura en la que nació Jesús. De ahí la importancia del gesto de
Jesús con Melania, echando así por tierra una idea y una costumbre
arraigadas, borrando así fronteras entre lo puro y lo impuro.
La impura sangre de la menstruación
Como un eco de esta creencia religiosa y de este mandato bíblico, la sangre de
la menstruación fue considerada durante siglos altamente nociva. En la más
profunda ignorancia científica, se ordenaba evitar el contacto del esposo con su
esposa menstruante porque se creía que las criaturas nacidas de esa relación
serían enfermas, leprosas y hasta poseídas por el demonio. También se
consideraba que el contacto con la sangre de la menstruación secaba las
flores, ennegrecía el bronce y detenía el desarrollo de las frutas. Todavía en el
siglo XIII los teólogos cristianos advertían que era pecado mortal tener
relaciones con una mujer menstruante porque de esa relación nacían niños
enfermos o endemoniados.
Que una mujer con su menstruación, su “polución periódica”, su “desfogue
mensual”, pudiera recibir o no la comunión durante la misa fue tema de
discusión teológica durante la Edad Media. Peor aún: la sangre de la mujer
durante el parto fue vista como más nociva aún que la sangre de la
menstruación. Y el Sínodo de Treves (año 1227) estableció que después del
parto las mujeres debían “reconciliarse” con la iglesia, una orden que combinó
las leyes judías de purificación ritual (María, la madre de Jesús las cumplió, ver
Lucas 2,22-23) con el rechazo de los teólogos cristianos al placer implícito en
toda relación sexual. En esta época y en bastantes casos la jerarquía religiosa
consideró que las mujeres muertas durante el parto que no se hubieran
“reconciliado” no podían ser enterradas en cementerios cristianos.
Feminismo: una ética
El feminismo es un conjunto de teorías culturales y sociales, de prácticas
políticas, de propuestas éticas, motivadas por el rechazo a las inequidades e
injusticias derivadas de la cultura patriarcal en la que vive la Humanidad desde
hace miles de años y en la que lo masculino ha sido siempre privilegiado por
sobre lo femenino.
El feminismo considera que las diferencias sexuales no deben derivar en
injusticias de género y, por eso, lucha por los derechos de las mujeres en todos
los ámbitos, el más intocado de ellos el de la sexualidad. El feminismo genera
una forma diferente, novedosa y positiva, de ver el mundo y de estar en el
mundo.
No todas las mujeres son feministas ni todas las feministas son mujeres. El
feminismo no es sólo un tema, una cuestión y un asunto de mujeres y para las
mujeres. El feminismo es una propuesta de cambio radical para que toda la
sociedad se desarrolle en un sentido correcto, para que haya más democracia,
para que de veras se respeten los derechos humanos.
A partir del siglo XIX el feminismo empieza a ganar espacios en la conciencia
de las mujeres de todo el mundo. El siglo XX ha sido nombrado por muchos
como “el siglo de las mujeres”, ya que en este siglo el feminismo tuvo infinidad
de expresiones y ganó simpatías en todos los países y en todos los terrenos.
También en el terreno de la teología cristiana, donde existe una extraordinaria
riqueza de pensamiento.
Teología feminista
El feminismo teológico genera también una novedad de visión, destacando las
contradicciones asumidas como “eternas” en la cultura religiosa patriarcal. Por
ejemplo, podemos hacernos, con la teóloga feminista brasileña Ivone Gebara,
esta pregunta provocadora: ¿Por qué la sangre del hombre Jesús es
“redentora” y la sangre de las mujeres es considerada una “impureza”? O
podemos reflexionar, como lo hacía la teóloga feminista alemana Dorotea Sölle
hace años, en qué medida la cultura de la obediencia y de la sumisión,
enseñada a las mujeres como máxima virtud, ha favorecido la instalación de
dictaduras políticas. Sölle vincula esta idea a la legitimación del nazismo en
Alemania.
La teología feminista ha trabajado por de-construir y reconstruir las creencias y
tradiciones cristianas, despojándolas de sus evidentes contenidos patriarcales.
Propone que las mujeres se transformen de “consumidoras” de contenidos
teológicos que reciben de los varones “sagrados” en creadoras de contenidos
teológicos que recogen a partir de la experiencia de la vida. Rechazando el
género masculino que el cristianismo le ha atribuido a Dios, y sin afirmar
explícitamente que Jesús haya sido un feminista, la teología feminista ve en el
movimiento que Jesús lideró, y en el que participaron las mujeres a la par de
los hombres, una importante fuente de inspiración.