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55- ¿Jesús feminista?
Descripción:

¡100 entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra! Los autores de OTRO DIOS ES POSIBLE son los hermanos López Vigil, conocidos ya en la región por su anterior producción radiofónica UN TAL JESÚS.

Libreto:
RAQUEL Emisoras Latinas continúa con sus micrófonos en Nazaret,

entrevistando a Jesucristo, que ha regresado a la tierra para ver,

como él mismo dice, lo que hemos hecho en su nombre y en su

ausencia. Buenos días, Jesucristo.

JESÚS Sean buenos, Raquel. ¡Shalom!

RAQUEL Sus mensajes en programas anteriores, tan favorables a los

derechos de las mujeres, han resultado muy controversiales.

Precisamente, un grupo de mujeres quiere hablar con usted y

hacerle algunas preguntas.

JESÚS Y si ellas no están aquí... ¿cómo escucho sus preguntas?

RAQUEL Espere que le pongo estos audífonos... A ver... Adelante con la

llamada desde estudios.

FEMINISTA Nuestro colectivo lo saluda a usted, un hombre que ha influido

tanto en la historia. Y queremos hacerle una primera pregunta

para nosotras decisiva. ¿Usted, Jesucristo, se considera

feminista?

JESÚS Bueno... Raquel, explícame tú qué me están preguntando...

RAQUEL Ella quiere saber si...

FEMINISTA Digamos mejor... ¿cuál cree usted que fue su gesto más atrevido,

más novedoso a favor de las mujeres de su tiempo?

JESÚS Mi gesto más... No sé... Déjame pensar... Tal vez cuando aquella

mujer que padecía flujo de sangre... Hemorroísa, le decían por su

enfermedad. Y para ofenderla más, ustedes me disculpan, la

apodaban la measangre.

RAQUEL ¿Podría contar este caso para nuestra audiencia?

JESÚS Sí, ¿por qué no? Las leyes religiosas de mi país declaraban

impuras a todas las mujeres durante los días de su menstruación.

FEMINISTA ¿Ah, sí? ¿Todos los meses?

JESÚS

Cada mes, con cada vuelta de la luna, toda mujer se volvía

impura. Y eso significaba que no podía rezar en la sinagoga,

mucho menos entrar al Templo. Nadie la podía tocar, ni su marido

ni nadie... Manchaba, contaminaba...

FEMINISTA ¿Y cómo sabían si una mujer estaba con la regla?

JESÚS

Era humillante. Tenían que retirarse y pasar la vergüenza de

declararse menstruando. Se tenían que reconocer ellas mismas

impuras... O si no, les preguntaban...

FEMINISTA Si hoy un hombre pregunta esa impertinencia, se gana una

bofetada.

JESÚS Y bien merecida...

RAQUEL Sigamos con la mujer de su historia...

JESÚS Recuerdo que se llamaba Melania. Ella tenía una dolencia

extraña: siempre estaba menstruando...

FEMINISTA Menorragia se llama esa enfermedad.

JESÚS

Seguro que hoy la curarían. Pero, entonces, nadie sabía. Y tenían

muchas ideas torcidas sobre las mujeres. En la sangre de las

mujeres, mi pueblo vio pecado. En las fuentes de la vida, vio

suciedad.

FEMINISTA Dicen que el sucio todo lo ensucia.

JESÚS

Leyeron la Ley con ojos de hombre, escribieron la Ley con

egoísmo de hombre, vieron el mal en nuestra madre Eva.

FEMINISTA Pues le diré, Jesucristo, que eso sigue pasando hoy.

JESÚS Aquella mujer vivía siempre impura. Y peor, aquel padecimiento la

hacía estéril. Estaba muerta en vida: una mujer que no tenía hijos

no valía nada. Era la última de las últimas.

RAQUEL Y por eso usted la curó...

JESÚS No, nadie sabía curar eso. Yo la encontré un día. Y cuando ella se

acercó a mí, la llamé por su nombre, Melania. Y la toqué. Y dejé

que ella me tocara. Algo que estaba prohibidísimo por la Ley, algo

que nadie se atrevía a hacer.

FEMINISTA Entonces, usted actuó como todo un feminista...

JESÚS Raquel, explícame esa palabra que ella usa...

RAQUEL Feminista es ponerse de parte de las mujeres, luchar por sus

derechos, respetarlas... todo eso. Todo eso y mucho más.

FEMINISTA Entonces, Jesucristo, ¿fue usted un feminista?

JESÚS

Pues sí, yo creo que lo fui... ¡y lo sigo siendo!

FEMINISTA ¿Y podemos llamarlo feminista en nuestros documentos?

JESÚS ¿Por qué no? Llámenme así, feminista.

RAQUEL Junto a Jesús, feminista y polémico, y desde Nazaret, Raquel

Pérez, Emisoras Latinas.

CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL

LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su

segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José

Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...

En una sociedad machista

Jesús fue hijo de una cultura extremadamente machista, nacida de una religión,

el judaísmo, totalmente marcada por tradiciones patriarcales. Y aunque Jesús

rompió con palabras y actitudes con el machismo de su religión y de su

ambiente, la tradición cristiana no fue fiel a Jesús y, desde los inicios y de

forma creciente desde el siglo III, se acomodó plenamente a los moldes de la

cultura patriarcal, donde es la jerarquía masculina la que establece e impone la

norma moral, las leyes y las formas de relacionarse con Dios.

Las mujeres: siempre discriminadas

En las leyes civiles y religiosas y en las costumbres de Israel, la mujer era

considerada inferior al hombre. Las leyes civiles la asimilaban al esclavo y al

niño menor de edad, y como ellos, debía tener a un varón como dueño. Su

testimonio no era válido en un juicio, pues se la consideraba mentirosa. En el

plano religioso también estaba marginada. No podía leer las Escrituras en la

sinagoga, nunca bendecía la mesa. La exclusión de la mujer de la vida social

era mucho mayor entre las clases altas y en las ciudades grandes que en las

aldeas rurales. La escasa importancia que se daba a la mujer se le concedía

exclusivamente por su habilidad en los oficios de la casa. Se la apreciaba

fundamentalmente por su fecundidad. Una mujer incapaz de tener hijos apenas

valía nada.

No hay testigas, sólo testigos

Son muchos los ejemplos de las tradiciones patriarcales y machistas que

aparecen en los libros de la Biblia, tanto en el lenguaje, como en las

costumbres, las leyes y los contenidos de la teología. Un ejemplo curioso es el

que leemos en el libro del Génesis (24,1-4), cuando Abraham le dice a uno de

sus siervos: Pon tu mano debajo de mi muslo y júralo por Yahvéh, Dios del

Cielo y de la Tierra... Así hacían los juramentos Abraham y todos los patriarcas

de la Biblia. Pero el “muslo” es un eufemismo: donde ponía la mano el hombre

que prestaba juramento era en los testículos. Agarrando los testículos del otro

el compromiso quedaba sellado. También durante el imperio romano los

varones tenían por costumbre llevarse la mano derecha a sus genitales,

símbolo de virilidad, de hombría y valor, cuando hacían una promesa o

establecían un contrato. Los órganos productores del semen daban seriedad a

la palabra empeñada.

Esta costumbre, entre tantas otras, refleja la discriminación de las mujeres:

como ellas no tienen testículos, no podían testificar, no podían dar testimonio ni

heredar en un testamento. En el país de Jesús la mujer no contaba para nada

ante los tribunales. De la cultura judía al idioma español: todas estas palabras

―”testigo”, “testimonio”, “testamento”― tienen la misma raíz (testículos) y

provienen de la misma cultura patriarcal. Todavía hoy, en los mejores

diccionarios, no aparece la palabra “testiga”, como insinuando que una mujer

no puede serlo. Que su palabra no vale. Que sus juramentos son siempre

dudosos.

Durante siglos y en todos los países, las mujeres no tuvieron derecho a la

propiedad ni a la herencia, no firmaban, no decidían, no elegían, no votaban.

Todo eso ha ido cambiando, no sin enormes esfuerzos, luchas, sufrimientos y

sangre.

Melania, una mujer super-marginada

Jesús recuerda su encuentro con una mujer enferma, a la que llama Melania.

Los tres evangelios sinópticos relatan el caso de una mujer “hemorroísa”

(Mateo 9,18-26), quien con seguridad padecería de menorragia: una

menstruación irregular que provoca un continuo flujo de sangre. Aparte de las

incomodidades y debilitamiento que eso le causaría, esa dolencia la hacía

permanentemente “impura”, ya que durante los días de su menstruación

cualquier mujer era considerada así.

El libro del Levítico (Levítico 15,19-30) está lleno de prohibiciones en torno a la

mujer menstruante: impureza durante siete días, impuro todo lo que ella toque,

impuro cualquiera que la toque a ella... Por eso, Melania era un caso extremo

de marginación: mujer, enferma, impura, estéril y sola.

Interactuar con una mujer con menstruación ―impura por eso y ser impura

significaba estar cargada de fuerzas negativas que alejaban de Dios― fue un

tabú muy presente en las culturas patriarcales y machistas del mundo antiguo,

no sólo en la cultura en la que nació Jesús. De ahí la importancia del gesto de

Jesús con Melania, echando así por tierra una idea y una costumbre

arraigadas, borrando así fronteras entre lo puro y lo impuro.

La impura sangre de la menstruación

Como un eco de esta creencia religiosa y de este mandato bíblico, la sangre de

la menstruación fue considerada durante siglos altamente nociva. En la más

profunda ignorancia científica, se ordenaba evitar el contacto del esposo con su

esposa menstruante porque se creía que las criaturas nacidas de esa relación

serían enfermas, leprosas y hasta poseídas por el demonio. También se

consideraba que el contacto con la sangre de la menstruación secaba las

flores, ennegrecía el bronce y detenía el desarrollo de las frutas. Todavía en el

siglo XIII los teólogos cristianos advertían que era pecado mortal tener

relaciones con una mujer menstruante porque de esa relación nacían niños

enfermos o endemoniados.

Que una mujer con su menstruación, su “polución periódica”, su “desfogue

mensual”, pudiera recibir o no la comunión durante la misa fue tema de

discusión teológica durante la Edad Media. Peor aún: la sangre de la mujer

durante el parto fue vista como más nociva aún que la sangre de la

menstruación. Y el Sínodo de Treves (año 1227) estableció que después del

parto las mujeres debían “reconciliarse” con la iglesia, una orden que combinó

las leyes judías de purificación ritual (María, la madre de Jesús las cumplió, ver

Lucas 2,22-23) con el rechazo de los teólogos cristianos al placer implícito en

toda relación sexual. En esta época y en bastantes casos la jerarquía religiosa

consideró que las mujeres muertas durante el parto que no se hubieran

“reconciliado” no podían ser enterradas en cementerios cristianos.

Feminismo: una ética

El feminismo es un conjunto de teorías culturales y sociales, de prácticas

políticas, de propuestas éticas, motivadas por el rechazo a las inequidades e

injusticias derivadas de la cultura patriarcal en la que vive la Humanidad desde

hace miles de años y en la que lo masculino ha sido siempre privilegiado por

sobre lo femenino.

El feminismo considera que las diferencias sexuales no deben derivar en

injusticias de género y, por eso, lucha por los derechos de las mujeres en todos

los ámbitos, el más intocado de ellos el de la sexualidad. El feminismo genera

una forma diferente, novedosa y positiva, de ver el mundo y de estar en el

mundo.

No todas las mujeres son feministas ni todas las feministas son mujeres. El

feminismo no es sólo un tema, una cuestión y un asunto de mujeres y para las

mujeres. El feminismo es una propuesta de cambio radical para que toda la

sociedad se desarrolle en un sentido correcto, para que haya más democracia,

para que de veras se respeten los derechos humanos.

A partir del siglo XIX el feminismo empieza a ganar espacios en la conciencia

de las mujeres de todo el mundo. El siglo XX ha sido nombrado por muchos

como “el siglo de las mujeres”, ya que en este siglo el feminismo tuvo infinidad

de expresiones y ganó simpatías en todos los países y en todos los terrenos.

También en el terreno de la teología cristiana, donde existe una extraordinaria

riqueza de pensamiento.

Teología feminista

El feminismo teológico genera también una novedad de visión, destacando las

contradicciones asumidas como “eternas” en la cultura religiosa patriarcal. Por

ejemplo, podemos hacernos, con la teóloga feminista brasileña Ivone Gebara,

esta pregunta provocadora: ¿Por qué la sangre del hombre Jesús es

“redentora” y la sangre de las mujeres es considerada una “impureza”? O

podemos reflexionar, como lo hacía la teóloga feminista alemana Dorotea Sölle

hace años, en qué medida la cultura de la obediencia y de la sumisión,

enseñada a las mujeres como máxima virtud, ha favorecido la instalación de

dictaduras políticas. Sölle vincula esta idea a la legitimación del nazismo en

Alemania.

La teología feminista ha trabajado por de-construir y reconstruir las creencias y

tradiciones cristianas, despojándolas de sus evidentes contenidos patriarcales.

Propone que las mujeres se transformen de “consumidoras” de contenidos

teológicos que reciben de los varones “sagrados” en creadoras de contenidos

teológicos que recogen a partir de la experiencia de la vida. Rechazando el

género masculino que el cristianismo le ha atribuido a Dios, y sin afirmar

explícitamente que Jesús haya sido un feminista, la teología feminista ve en el

movimiento que Jesús lideró, y en el que participaron las mujeres a la par de

los hombres, una importante fuente de inspiración.


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