El año pasado, en la aldea de Chajul, Rigoberta Menchú vio como el ejército quemaba vivo a su hermano Patrocinio. Poco después, en la embajada de España, también su padre fue quemado vivo junto con otros representantes de las comunidades indias. Ahora, en Uspantán, los soldados han liquidado a su madre muy de a poco, cortándola en pedacitos, después de haberla vestido con ropa de guerrillero.
De la comunidad de Chimel, donde Rigoberta nació, no queda nadie vivo.
A Rigoberta, que es cristiana, le habían enseñado que el verdadero cristiano perdona a sus perseguidores y reza por el alma de sus verdugos. Cuando le golpean una mejilla, le habían enseñado, el verdadero cristiano ofrece la otra.
Yo ya no tengo mejilla que ofrecer comprueba Rigoberta.