Tierra. En esta ocasión, nos alejamos de un templo pentecostal y
nos acercamos a otro templo cristiano... Como ve, Jesucristo,
abundan las iglesias en la tierra donde usted vivió.
JESÚS ¿En ésta también cobrarán el diezmo, Raquel?
RAQUEL No sé, no creo... pero a lo mejor cobran otras cosas... Un
momento, Jesucristo... Deje ver qué está pasando... ¡Una boda!...
Están celebrando una boda.
JESÚS Qué bien. Siempre me han gustado las bodas. ¿Cómo las
celebran ustedes ahora?
RAQUEL ¿Quiere averiguarlo? Entremos en esa oficina y digamos que
usted y yo nos queremos casar...
JESÚS Sí, vamos...
RAQUEL Atenta nuestra audiencia a este reportaje del mejor periodismo
investigativo... Cuando salga el sacristán, usted dice que es el
novio... hable usted primero...
SACRISTÁN ¿En qué puedo ayudarles?
JESÚS
Verá, amigo... Esta muchacha y yo vamos a casarnos y
queremos saber qué se necesita...
SACRISTÁN ¿Tienen todos los papeles en regla, partidas de nacimiento
originales, examen médico prenupcial, documento nacional de
identidad, certificado domiciliario?
JESÚS
Los tenemos.
SACRISTÁN ¿Fe de bautismo, certificado de confirmación, cursillo
prematrimonial, dos testigos?
RAQUEL
Todo lo tenemos.
SACRISTÁN Muy bien. Entonces, ¿cómo quieren casarse? ¿Con misa o sin
misa? ¿Con cantos o sólo acompañamiento musical? ¿Adorno
floral completo o sólo parcial? ¿Trabajo fotográfico o no?
Tenemos diferentes ofertas y los precios varían mucho. Ustedes,
¿cuánto pueden pagar?
JESÚS
Nada. Dinero no tenemos. Amor sí. ¿Verdad, Raquel?
SACRISTÁN Pero, ¿qué es lo que quieren ustedes, eh?
RAQUEL
Nosotros queremos casarnos. Nada más. Sin flores, sin altar, sin
música... Que Dios bendiga nuestro amor. Solo eso.
SACRISTÁN Pero... eso no se puede.
JESÚS
¿Por qué no se puede, amigo?
SACRISTÁN No me hagan perder el tiempo... Ahí fuera están las tarifas de
bodas, bautizos, misas rezadas y cantadas, misas de difuntos,
responsos, primeras comuniones, confirmaciones...
JESÚS
Y si no tenemos dinero, ¿no nos casan?
SACRISTÁN ¿Pero quiénes se han creído ustedes?... Usted, señorita, parece
decente. Pero su novio, no sé, tiene aspecto de hippie... o de
rastafari... ¡o de palestino de la Inti Fada!... ¡Largo de aquí!
RAQUEL Punto final a nuestra investigación periodística. ¿Vio, Jesucristo?
Aquellos con los diezmos y éstos con las tarifas para cada
sacramento.
JESÚS ¿Y dónde aprendieron estas malas mañas, eh? Porque yo dije
claramente: den gratis lo que gratis recibieron.
RAQUEL Pero si los curas no cobran, ¿de qué vivirían, entonces?
JESÚS Que trabajen, como todo hijo de vecino.
RAQUEL ¿Sus discípulos trabajaban?
JESÚS Claro. Si no trabajaban, no comían. Nadie cobró nunca por
anunciar el Reino de Dios.
RAQUEL Pues si yo no me equivoco, creo que fue el mismo apóstol Pablo
el que dijo “quienes predican el evangelio vivan del evangelio”.
JESÚS Pues si no se equivocaron los que me lo contaron, Pablo nunca
cobró nada, porque trabajaba con sus manos, hacía tiendas de
campaña para pagar sus viajes.
RAQUEL Entonces, ¿usted está en contra de cobrar por las misas y los
sacramentos?
JESÚS Yo creo que quienes eso hacen no son pastores, son
mercenarios. No sirven a las ovejas, se sirven de ellas.
RAQUEL ¿Y si las ovejas son las que aportan voluntariamente, si dan
limosna a la iglesia?
JESÚS Es la iglesia la que tiene que dar la limosna, no recibirla. En
nuestro grupo, quien tenía un poco más, compartía con quien
tenía menos. Y siempre alcanzaba.
RAQUEL ¿Entonces?
JESÚS Entonces, vámonos también de aquí, Raquel. ¡Creo que no nos
podemos casar!
RAQUEL Matrimonio frustrado. Investigación reveladora. Desde Jerusalén,
Raquel Pérez, Emisoras Latinas.
CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL
LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su
segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José
Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...
El derecho a cobrar
En la iglesia católica hay siete sacramentos o ritos sagrados por los que,
oficialmente, el creyente recibe “la gracia de Dios”: bautismo, confirmación,
penitencia, eucaristía, orden sagrado, matrimonio y extremaunción. Son los
hombres que han recibido el sacramento del orden sagrado (los sacerdotes)
quienes administran los otros sacramentos y pueden cobrar por ellos. En la
actualidad, cobran habitualmente por cinco de los seis sacramentos,
exceptuando la penitencia, que en siglos anteriores sí fue cobrada, y
costosísimamente, entre otros medios, vendiendo y comprando indulgencias.
En la ley de la iglesia católica, el llamado Código de Derecho Canónico, se
establece en el canon 1264 que corresponde a los obispos de cada lugar
determinar las oblaciones que han de hacerse con ocasión de la administración
de los sacramentos y sacramentales. Llaman sacramentales a las bendiciones
de personas y de locales, a los exorcismos, a algunos rezos, a la exposición de
reliquias, etc.
En la Enciclopedia Católica se lee: Cada sacerdote ordenado con el título de
servicio eclesiástico tiene el derecho de exigir al obispo, y el obispo tiene la
obligación de asignarle, un beneficio de servicio eclesiástico que le garantice
los medios suficientes para llevar una vida respetable; en este ejercicio, el
sacerdote tiene el derecho de cobrar las sumas asignadas a su ministerio,
incluyendo las ofrendas que la costumbre legítima le permita recibir, o inclusive
exigir, con ocasión de ciertas celebraciones específicas (estipendios por misas,
derechos curales por entierros, etc.).
Pagar por recibir: a favor y en contra
Actualmente, la principal razón que se aduce para cobrar los sacramentos es
que muchos sacerdotes no tienen cómo sostenerse económicamente, ya que
están al frente de comunidades pobres. Los que defienden el cobro de los
sacramentos aducen también que, aunque estos ritos causan “gracia espiritual”
y que por eso deben ser gratuitos, los encargados de administrarlos son
sacerdotes que deben ser sustentados por los fieles. Y citan la primera carta de
Pablo a los Corintios (9, 13). Argumentan entonces que el sacramento no se
paga sino que el pago es para sustentar a quien lo administra.
Otros argumentan que lo que se cobra no es el sacramento ―que tendría
valor, pero no precio―, sino los gastos extraordinarios que ocasiona a la
parroquia la celebración de algunos sacramentos, especialmente bautismos y
bodas, ritos en los que prima la proyección social que las familias quieren darle
a estas celebraciones.
En algunas parroquias no se cobra, sino que se pide un donativo voluntario. En
otras, las disposiciones indican que lo que se cobra debe destinarse siempre al
mantenimiento del templo, no del sacerdote. En otras, se recomienda pedir
factura por el pago que se hace, con el fin de ejercer control y lograr
transparencia en el uso de lo recaudado. En muchas diócesis se especifica que
nadie debe quedar privado de ningún sacramento si no puede pagarlo por ser
pobre.
En algunos ambientes populares no resulta fácil innovar suprimiendo el cobro
de los sacramentos. En su libro “¿América Latina se vuelve protestante?”
(Quito, 1993, hay edición digital), David Stoll cuenta que cuando Leónidas
Proaño, el obispo de Riombamba, Ecuador ―un hombre que buscó tantos
caminos para hacer más coherente con el mensaje de Jesús a la iglesia
católica de su diócesis―, pidió a los sacerdotes que dejaran de cobrar por los
sacramentos, se encontró no sólo con la resistencia de los sacerdotes
conservadores ―la mayoría―, que tenían en estos cobros una fuente de
ingresos fija. También los fieles católicos pobres del pueblo quechua, con un
pensamiento muy tradicional, se opusieron: consideraban que los sacramentos
no les “servirían” de nada, no harían su efecto sagrado, si no pagaban por
ellos.
En ambientes más modernos y renovados, los sacerdotes se han opuesto a
cobrar los sacramentos y, a partir de entonces, los fieles se han convertido en
los administradores de la parroquia, en un gesto de responsabilidad colectiva.
Para poder dar gratis lo que gratis recibieron, como indicó Jesús (Mateo 10,8),
hay cada vez más sacerdotes que, además de estar al frente de una parroquia,
trabajan como profesores o en otros variados trabajos manuales para
mantenerse económicamente.