estuvo Cesarea de Filipo, al pie del Monte Hermón. Con nosotros,
Jesucristo, quien reconocerá el lugar porque estuvo aquí con sus
discípulos.
JESÚS Sí, vinimos una vez.
RAQUEL Y fue aquí, precisamente aquí, en este escenario grandioso,
donde usted pronunció una de las palabras más decisivas en la
historia de las religiones.
JESÚS ¿Sí?... Lo que yo recuerdo es que Santiago y Pedro y Juan, como
siempre, andaban discutiendo sobre cuándo llegaría el Mesías y
quién de ellos se sentaría a su derecha...
RAQUEL Y fue entonces cuando usted eligió a Pedro, le dio el primado, lo
hizo el primer Papa de la historia.
JESÚS Que yo recuerde, no le di nada a nadie...
RAQUEL Le refresco su memoria: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi iglesia”... ¿Ya recuerda?
JESÚS Es que no me puedo acordar porque...
RAQUEL ¿Por qué?
JESÚS Porque yo no edifiqué ninguna iglesia. Ni siquiera utilicé nunca
esa palabra, iglesia.
RAQUEL Debe haber un error, porque usted hasta entregó las llaves.
JESÚS ¿Qué llaves?
RAQUEL Las que le entregó a Pedro ese día. Para abrir y cerrar. Todo el
poder se lo dio a Pedro. Poder de atar y desatar en el cielo y en la
tierra.
JESÚS No quiero decepcionarte, Raquel, pero...
RAQUEL ¿Usted no fundó la iglesia?
JESÚS Por supuesto que no. Entre otras cosas, porque yo pensaba que
el mundo se acababa ya, que Dios estaba al llegar. ¿Para qué iba
a dar llaves? ¿Para qué iba yo a fundar una iglesia?
RAQUEL Pero el mundo no se acabó.
JESÚS Sí, acepto, yo me equivoqué en eso.
RAQUEL Pero no se puede haber equivocado en el nombramiento de su
sucesor, Pedro, Cefas, la Roca. “Las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella”... Aquí lo tengo, Mateo capítulo 16. Un
momento... Tenemos una llamada... ¿Sí?... ¿El investigador Pepe
Rodríguez desde España?... ¿Quiere opinar?... Adelante...
PEPE Estoy oyendo el programa y la interrumpo para decir que
Jesucristo tiene razón. El nunca dijo esas palabras.
RAQUEL ¿Nunca dijo lo de “Tú eres Pedro y sobre esta piedra...”?
PEPE Si usted se fija, esa frase sólo aparece en el evangelio de Mateo.
Si fuera tan importante, ¿se le habría olvidado a Marcos, a Lucas
y a Juan?
RAQUEL ¿Qué insinúa usted, Pepe?
PEPE Es un texto añadido posteriormente.
JESÚS Pregúntale por qué fue añadido.
RAQUEL Dice Jesucristo que por qué le hicieron decir lo que él nunca dijo.
PEPE Lo incluyeron unos años antes del famoso Concilio de Nicea. Y lo
hicieron para poner a la iglesia de Roma por encima de todas las
demás iglesias cristianas, la de Antioquía, la de Alejandría, la de
Constantinopla y la de Jerusalén.
JESÚS ¿Así que me quieren colgar a mí palabras de otros? La única
piedra, la única Roca, como dice el salmo que yo recé desde niño,
es el mismo Dios.
RAQUEL Gracias, Pepe Rodríguez. ¿Podríamos llamarlo más adelante
para otras consultas?
PEPE Con todo gusto. Me saluda a Jesucristo.
RAQUEL Hasta la próxima, Pepe. En definitiva, Jesucristo, nuestra
audiencia quiere saber ya que fue lo que usted dijo cuando usted
estuvo aquí en Cesarea.
JESÚS Lo que decía en todas partes, Raquel: que nadie vale más que
nadie. Y si alguien se cree el mayor, que se ponga a servir.
RAQUEL Vamos a un corte. Pero, como comprenderán, esto no se queda
así. Con llaves o sin llaves, todavía hay muchas puertas que
tendremos que abrir. Raquel Pérez desde la antigua Cesarea de
Filipo. Y en la web, www.emisoraslatinas.net
CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL
LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su
segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José
Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...
Pedro, la Piedra
Jesús apodó a Pedro, el pescador de Cafarnaum, “Piedra” (“Cefas” en
arameo). Pedro, hermano de Andrés, aparece en muchos relatos evangélicos
como el más cercano a Jesús de entre sus discípulos. De todos ellos, es de
Pedro del que más datos dan los evangelios. Hasta brindan detalles que
permiten dibujar su personalidad: apasionado, temerario, impulsivo, cobarde,
fanfarrón... Los relatos de los Hechos de los Apóstoles muestran la autoridad
que Pedro tuvo en la primera comunidad de Jerusalén. Hablan también de su
visita a la comunidad de Antioquía, pero son muchos los estudiosos que dudan
que Pedro llegara alguna vez a Roma, aunque ya a finales del siglo I existía la
tradición de que en Roma Pedro había sido víctima de la persecución de
Nerón.
El protagonismo real de Pedro, el que después se le otorgó y la tradición de su
muerte en Roma, están en la base de la primacía que, hábil y
oportunistamente, fabricaron a lo largo de siglos muchos personajes
eclesiásticos con el objetivo de imponer a la iglesia romana sobre las demás
iglesias y comunidades cristianas.
La comunidad de Jerusalén, dirigida por Santiago, el hermano de Jesús, fue el
centro y corazón de la iglesia primitiva. Pero después de la destrucción de
Jerusalén (año 70) por las tropas romanas, la iglesia de Roma comenzó a
imponerse cada vez más acelerada y autoritariamente. La escandalosa historia
de la hegemonía de Roma y del Papado romano está relatada sintética y
espléndidamente en el libro del teólogo Hans Küng “La Iglesia Católica”
(Editorial Debate, 2001).
De obispo de Roma a poderoso Papa
León I (440-461) es el primer obispo de Roma al que se le considera realmente
primer Papa por sus capacidades como hombre de poder y de leyes. Fue el
primero en adjudicarse el título pagano de Pontífice Máximo, desechado ya por
el emperador de Bizancio. Leon I fue el primero en ser enterrado en el
monumento en memoria del martirio de Pedro que en Roma había mandado a
construir el emperador romano Constantino.
En el siglo VI el emperador Justiniano construyó en Constantinopla la iglesia de
Santa Sofía (“Hagia Sophia”, Divina Sabiduría), la más grande y esplendorosa
de toda la Cristiandad. Esto contribuyó a aumentar los celos, competencias y
tensiones que ya había entre la iglesia de Occidente, encabezada por el Papa
en Roma, y la iglesia de Oriente.
Desde el siglo V, y para afianzar el poder romano en toda la Cristiandad, los
Papas habían apostado al método de las falsificaciones, entre las que destaca
la Donación de Constantino, cuya falsedad sólo quedó demostrada diez siglos
después. Según esta famosa falsificación, se otorgaba plena primacía a la
iglesia de Roma sobre las iglesias de Constantinopla, Antioquía, Alejandría y
Jerusalén.
La aparición y rápida extensión del Islam en el siglo VII, que hizo perder
importancia a los patriarcados de Antioquía, Alejandría y Jerusalén, dio cada
vez mayor fuerza a este primado romano y concentró toda la rivalidad entre
Roma y Bizancio, entre Occidente y Oriente, entre el Papa de Roma y el
Patriarca de Constantinopla. En 1054 se daría la separación definitiva entre
ambas iglesias y el Papa de Roma, alegando con la historia (que él refrendaba
con las famosas falsificaciones), y con la voluntad de Dios (que según el Papa
legitimaba esa historia) quedó instalado como referente central del cristianismo
en toda Europa. Siglos después, pasó lo mismo en toda América Latina. Y así
hasta el día de hoy.
Romanización: cinco procesos
Según el teólogo e historiador de la iglesia Hans Küng, es durante el Papado
de Inocencio III cuando la romanización alcanzó su punto culminante y se
consolidaron “cinco procesos superpuestos” como característica del sistema
romano, que perduran hasta hoy en la iglesia católica. Estos cinco procesos
son: la centralización, la legalización, la politización, la militarización y la
clericalización.
De cada uno de estos cinco procesos dice Küng:
Centralización: La iglesia papal absolutista se declara a sí misma madre. La
iglesia primitiva y la iglesia bizantina se concebían como hermandad,
desprovistas de una autoridad centralista sobre todas las iglesias.
Legalización: La iglesia católica de Occidente desarrolló una ley propia,
centrada totalmente en el Papa, pontífice absoluto, legislador y juez del
cristianismo, al que todos, incluido el emperador, quedaban subordinados.
Politización: La iglesia romana reclamaba la dominación del mundo. A través
del papado, la iglesia de Occidente se presentaba como un cuerpo legislativo
completamente independiente y de primer rango, que a veces conseguía
también un poder casi total sobre el poder secular.
Militarización: La iglesia cristiana occidental era militante y llamaba a la “guerra
santa”. La teoría agustiniana del uso legítimo de la violencia para conseguir
fines espirituales permitió el uso de la violencia como método de expansión del
cristianismo.
Clericalización: La iglesia de Occidente fue de hombres célibes. El clero célibe
quedó totalmente separado del pueblo cristiano, sobre todo por su situación no
matrimonial. Los clérigos disfrutaban de una posición social preeminente y
distintiva que, debido a su “perfección” y moral más elevada, era en principio
superior al estado laico y quedaba única y totalmente subordinada al papa de
Roma.
Leer la Biblia con distancia y con sospecha
En el programa, el periodista e investigador español Pepe Rodríguez aclara
que la frase Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia (Mateo 16,
18), una de las más repetidas y predicadas por la jerarquía de la iglesia romana
para presentarse como “sucesora de Pedro”, fue añadida en versiones
posteriores de los primeros relatos evangélicos. En los cuatro evangelios hay
muchos de estos “añadidos”.
A menudo escuchamos a creyentes cristianos, católicos y evangélicos,
defender posiciones muy cerradas apoyándose en “lo que dice la palabra de
Dios en la Biblia”. Pero, ¿cómo fue puesta por escrito esa tradición oral, cómo
fue traducida y divulgada esa palabra? Lo primero que hay que tener en cuenta
es que todos los libros de la Biblia fueron escritos, copiados, leídos, estudiados,
discutidos, decididos, traducidos, publicados, clasificados, predicados,
difundidos y explicados por hombres. Por varones. Es éste un primer sesgo
determinante para interpretar “añadidos” y “suprimidos”.
Además, ninguno de esos libros fue escrito en el momento en que ocurrieron
los hechos que se narran. Después de largos años de tradición oral, a veces
siglos, se puso por escrito lo que “ocurrió” o, más bien, cómo se recordaba lo
que ocurrió, añadiendo, cambiando, suprimiendo, modificando.
Hay que tener también en cuenta que durante siglos todos los libros de la
Biblia, en su versión en griego y en latín ―las únicas lenguas aceptadas
oficialmente― fueron interpretados y controlados exclusivamente por la
jerarquía eclesiástica, que excomulgaba a quien tradujese la Biblia a lenguas
“entendibles” por gente que no conociera el griego o el latín. En su protesta
contra las prácticas del Papa de Roma, Martín Lutero causó una verdadera
revolución cuando tradujo al alemán los libros del Nuevo Testamento en 1522 y
los del Antiguo Testamento en 1534. Desde entonces, los protestantes
comenzaron a familiarizarse, poco a poco, con la lectura directa de la Biblia. En
España, Fray Luis de León fue condenado por la Inquisición a cuatro años de
cárcel en el último tercio del siglo XVI por la “bárbara costumbre” de traducir la
Biblia al idioma español.
En el campo católico, donde la “autoridad divina” la tenía el Papa y no las
Escrituras... no se leían las Escrituras. Leerlas era sospechoso. Tener una
Biblia también. El latín era la lengua “sagrada”, las otras lenguas eran
“profanas”. Y lo sagrado “no se entendía”, no debía entenderse, así era más
“misterioso”. Tuvieron que pasar cuatro siglos más para que el Vaticano
recomendara a los católicos que leyeran la Biblia.
La Biblia: textos que hay que leer en contexto
Todo esto, y mucho más debe tenerse en cuenta al leer la Biblia. La Biblia no
es un recetario moral ni un libro científico, no nos explica todo lo que debemos
saber ni nos enseña cómo debemos actuar en todas las situaciones que la vida
nos presenta. La Biblia no puede normar nuestra vida actual, aunque algunos
de sus libros sí pueden servirnos de inspiración por su belleza literaria o por la
fuerza y profundidad de los mensajes, arquetipos y mitos que nos presentan.
La Biblia es una colección de libros de muy distinta importancia, de los más
diversos estilos, con infinidad de contradicciones entre ellos, escritos en
contextos y tiempos diferentes y con intenciones muy desiguales, que han
llegado hasta nosotros en traducciones mejores y peores. Para leer la Biblia
adecuadamente hay que “sospechar” de las interpretaciones que se han hecho
y se hacen de los textos bíblicos. Y hay que tomar distancia de muchas de
esas interpretaciones. Hasta que estos libros llegaran a nuestras manos la
historia ha sido larga y compleja. Hay que conocerla. Sólo leyendo cualquier
texto de la Biblia en su contexto, esa lectura nos enriquecerá. Si prescindimos
del contexto de estos textos, podemos deslizarnos hacia ideas demasiado
simples, incluso fanáticas e inhumanas y por todo esto, contrarias al mensaje
de Jesús.
Roguemos por la caída de la iglesia
El Papado, la pieza central de la iglesia católica romana, una institución de
poder con estructura monárquica y estilo aristocrático, es una obra humana,
consolidada a lo largo de siglos con los habituales mecanismos del poder:
ambición, codicia, violencia. ¿Cómo imaginar siquiera que el Papado derive de
la voluntad de Jesús de Nazaret, que siempre predicó el servicio, la equidad,
las relaciones humanas “horizontales” y que enfrentó con pasión todos los
abusos de poder, especialmente los cometidos en nombre de Dios? Sólo por
eso, y sin mayores exégesis, podemos deducir que el versículo de Mateo 16,18
referido al “primado de Pedro” fue un añadido con claras intenciones de
confirmar al obispo de Roma que, por intereses del poder, decía ser su
sucesor.
Es tan grande el abismo que cualquier persona sensata puede observar entre
la iglesia romana y el movimiento de Jesús de Nazaret y es tan grande el
obstáculo que representa esa iglesia para una espiritualidad sana que el
teólogo católico Eugen Drewerman afirma: Al igual que Jeremías rogó por la
caída de Jerusalén, nosotros debemos rogar por la caída de la institución
eclesiástica, a fin de que Dios pueda empezar cuanto antes a escribir en los
corazones de los seres humanos lo que realmente quiere decirles.