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74- ¿Infalible el Papa?
Descripción:

¡100 entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra! Los autores de OTRO DIOS ES POSIBLE son los hermanos López Vigil, conocidos ya en la región por su anterior producción radiofónica UN TAL JESÚS.

Libreto:
RAQUEL Emisoras Latinas regresa a Cafarnaum. Sobre los cimientos de la

que fue casa de Simón Pedro, el pescador, se ha edificado hoy

una monumental iglesia en forma de barca. En su interior, aún se

distingue el antiguo dintel por donde usted, Jesucristo, tuvo que

entrar muchísimas veces...

JESÚS Sí, aquí nos reuníamos con Pedro y su familia... Pedro fue uno de

mis mejores amigos. Terco, fanfarrón como ninguno, pero un gran

hombre.

RAQUEL Y sobre todo, infalible.

JESÚS ¿Infa qué?

RAQUEL Infalible. Que no se equivocó.

JESÚS ¿Cómo que no se equivocó?

RAQUEL Bueno, Pedro, como primer papa de la iglesia, no se equivocaría

nunca, porque dicen que los papas son infalibles.

JESÚS Pero, ¿qué dices, Raquel? Todos los nacidos de mujer nos

equivocamos.

RAQUEL Me corrijo. La infalibilidad funciona únicamente cuando los papas

hablan “ex cátedra”, desde su silla, sentados en su trono, y en

asuntos de fe y de moral. ¿Usted no sabía eso?

JESÚS No. No sé de lo que me estás hablando.

RAQUEL Tengo conmigo los datos. Escuche. Pío Nono. Pío Nono otra vez.

Concilio Vaticano Primero. Los papas de Roma, como sucesores

de Pedro y como representantes de Jesucristo en la tierra, no

pueden equivocarse.

JESÚS ¡Pero si yo mismo me equivoqué muchas veces! Pensé que el

mundo se acababa ya, pensé que no iba a morir sin ver llegar el

Reino de Dios... Y de Pedro, ni se diga. Ése vivía equivocado.

RAQUEL Pero la infalibilidad es un dogma revelado. ¿O no?

JESÚS ¿Revelado por quien?

RAQUEL Eso no sabría decirle.

JESÚS ¿Y el mismo Papa no se equivoca cuando dice que no se

equivoca?

RAQUEL No, porque es infalible cuando dice que es infalible.

JESÚS Ese chiste no lo había escuchado...

RAQUEL ¿Se está riendo del dogma?

JESÚS Me estoy riendo de cañas agitadas por el viento que se creen

cedros del Líbano. ¿Cómo un ser humano, que es polvo y volverá

al polvo, puede decir que no se equivoca?

RAQUEL Pues así lo decidieron los obispos y cardenales exactamente el 18

de julio de 1870.

JESÚS ¿Y qué le pasa a quien piensa que se equivocaron los que dijeron

que no se equivocan?

RAQUEL Quedan fuera de la iglesia. Y según la iglesia, fuera de la iglesia

no hay salvación.

JESÚS ¿Así es la cosa?

RAQUEL Tenemos una llamada... ¿Aló?

INVESTIGADOR ¿Emisoras Latinas?... Estoy escuchando el programa con

mucho interés. Y me alegra saber que Jesucristo piensa igual que

yo y se ríe de esas cosas. ¿Quieren saber de dónde nacen esos

delirios de grandeza?

RAQUEL

Por supuesto, toda información complementaria es bienvenida.

INVESTIGADOR A ver qué les parece este documento que les voy a leer. No

tiene desperdicio. Escuchen bien: “Nadie en la tierra puede juzgar

al papa. La iglesia romana no se ha equivocado nunca y jamás se

equivocará hasta el final de los siglos. Sólo el Papa tiene

autoridad para deponer a los obispos, al emperador y a los reyes.

Todos los príncipes deberán besarle los pies. Un papa es santo

por los méritos de Pedro.”

JESÚS ¡Ese chiste está todavía mejor!... Pregúntale de qué boca salió

esa locura...

RAQUEL Jesucristo quiere saber quién dijo lo que usted acaba de leer.

INVESTIGADOR Es el famoso “Dictatus Papae”, del siglo once, para que vea

Jesucristo que, mucho antes del dogma, los papas ya se creían

infalibles. Esa locura, como dice muy bien Jesucristo, la escribió el

Papa Gregorio Séptimo.

JESÚS Mi amigo Pedro era fanfarrón, pero el gre-gre de ese Gregorio le

ganó a todos.

RAQUEL Si lo interpreto bien, Jesucristo, usted no cree en la infalibilidad

del Papa.

JESÚS Ni del papa ni de nadie. Sólo Dios es Verdadero.

RAQUEL Pues entonces... lo único infalible que me queda es el reloj. Es

hora de despedir la transmisión. Raquel Pérez desde Cafarnaum.

Y en Internet, www.emisoraslatinas.net

CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL

LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su

segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José

Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...

De obra del diablo a dogma de fe

La infalibilidad del Papa fue ya predicada a mediados del siglo XIII por un

famoso franciscano francés, Pedro Olivi. Casi un siglo después, esa idea fue

declarada herética por un Papa, Juan XXII, que la calificó como “obra del

diablo”. Sin embargo, seis siglos después otro Papa y algunos obispos la

convertirían nada menos que en un dogma de fe.

Así dice el texto de ese dogma: Para mantener a la Iglesia en la pureza de la fe

transmitida por los apóstoles, Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a su

Iglesia una participación en su propia infalibilidad. Por medio del “sentido

sobrenatural de la fe”, el Pueblo de Dios “se une indefectiblemente a la fe”,

bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia. El oficio pastoral del Magisterio

está dirigido, así, a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad

que libera. Para cumplir este servicio, Cristo ha dotado a los pastores con el

carisma de infalibilidad en materia de fe y de costumbres... El Romano

Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud de

su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que

confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en

cuestiones de fe y moral... Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la

Revelación divina.

Las raíces de la infalibilidad

El Papa Gregorio VII, autor del “Dictatus Papae” al que se refiere el

investigador que llama a Emisoras Latinas, gobernó la iglesia entre 1073 y

1085. Para entonces, Roma era el máximo poder de Europa.

En el “Dictatus Papae” se observa, por primera vez en la historia de la iglesia

romana, la proclamación abierta no sólo del poder absoluto del Papado, sino la

identificación del poder con la verdad, la definición del poder como verdad.

Gregorio VII declaró al Papa Pontífice Único de la iglesia y de todos los

creyentes, clero, obispos, iglesias y concilios, Señor Supremo del Mundo, a

quien los reyes debían subordinarse por ser “seres humanos y pecadores” y

reclamó para la iglesia romana, la que él dirigía, una competencia ilimitada en

legislación, administración y juicio.

Cien años después, el Papa Inocencio III, un hombre del poder y para el poder,

ratificó esa arrogancia al declarar: Todo clérigo debe obedecer al Papa,

aunque le ordene hacer el mal, ya que nadie puede juzgar al Papa. A juicio de

algunos analistas de la historia eclesiástica, el Papa Inocencio III compite por

ser el más criminal de todos los hombres que llegaron a ese alto cargo. Está

vinculado a la matanza de los albigenses, al inicio de las Cruzadas y al inicio de

la Inquisición.

El poder del Papado no dejó de crecer en arrogancia, ambición y centralismo

desde los tiempos de Gregorio VII e Inocencio III. En 1651, Thomas Hobbes en

su famosa obra “Leviatán” afirmaba: El Papado no es más que el espectro del

desaparecido Imperio romano, sobre cuya tumba ostenta su corona.

Contra todos los avances modernos

A finales del siglo XIX se llegó al punto culminante en el proceso de

encumbramiento del Papa de Roma con la proclamación del dogma de la

infalibilidad. Para entonces, el Papado había perdido los llamados Estados

Pontificios y el Papa Pío IX (1846-1878) convocó en 1870 el Concilio Vaticano

Primero para recuperar prestigio y poder.

Ya en 1864, Pío IX había proclamado el “Syllabus”, que condenaba

prácticamente todos los avances científicos, filosóficos y teológicos con los que

el pensamiento moderno se separaba de la visión medieval del mundo,

defendida férreamente por el Papa de Roma durante siglos. Entre los “errores”

condenados estaban, entre otros, el panteísmo, el racionalismo, el laicismo, el

democratismo y el liberalismo.

Cómo se fabricó el dogma de la infalibilidad

El documento más polémico de los que promulgó el Concilio Vaticano I fue la

Constitución Dogmática “Pastor Aeternus”, aprobada el 18 de julio de 1871,

que definió la infalibilidad pontificia.

En el Concilio, de los 1,050 obispos con derecho a participar, estuvieron

presentes 774. Entre muchos de ellos, especialmente entre los obispos

alemanes y franceses ―destacaron Felix Dupanloup, obispo de Orleáns y Karl

Joseph Hefele, obispo de Rottemburg―, hubo resistencias a la proclamación

del dogma de la infalibilidad. Está documentado que los obispos no pudieron

debatir, se les prohibió bajo pena de pecado mortal decir públicamente lo que

sucedía en el salón de sesiones, se manipularon las elecciones y los que

estaban en desacuerdo con el dogma fueron amenazados. Se relata, por

ejemplo, que 55 obispos abandonaron Roma en señal de protesta antes de la

votación y que el obispo francés Lecourtier se sintió tan deprimido por lo que

había visto que arrojó sus documentos conciliares al río Tíber y abandonó

Roma, siendo despojado por eso de su obispado.

Un dogma rechazado

Una de las más notables voces críticas a la infalibilidad fue la del historiador y

teólogo alemán Ignaz Von Dollinger, catedrático de Historia y Leyes

Eclesiásticas en Munich. Destacado por su erudición, elocuencia y habilidad

literaria, Dollinger había escrito un año antes del Concilio su monumental obra

“El Papa y el Concilio”, en la que mantenía que los Estados Pontificios no eran

esenciales a la Iglesia.

Crítico del Papado y de su poder temporal, se negó a aceptar el dogma de la

infalibilidad pontificia cuando fue proclamado. En 1871 publicó una carta

dirigida al arzobispo de Munich negándose a someterse a ese dogma como

“cristiano, teólogo, investigador de la historia y ciudadano”. Tres semanas

después fue excomulgado por el arzobispo.

A raíz de los rechazos provocados por el dogma de la infalibilidad se produjo

en Europa un cisma que dio origen a una disidencia católica: la de los

Veterocatólicos. Las primeras comunidades de esta rama surgieron en

Alemania, Austria y Suiza. Después se extendieron por otros países de Europa

y América. Hoy, estos “viejo-católicos” reconocen al Papa como obispo de

Roma, pero no aceptan su infalibilidad. En sus comunidades ordenan como

sacerdotes a hombres casados, el celibato sacerdotal es opcional, no

condenan el divorcio, dejan las decisiones sobre planificación familiar a la

conciencia de las parejas y se oponen al aborto.

Desde el siglo XVI, cuando se gestó la Reforma, iniciada por Martín Lutero en

Alemania, los protestantes no reconocen la autoridad del Papa ni la de los

Concilios de obispos, mucho menos aceptan la infalibilidad. En el

protestantismo la suprema autoridad la tienen las Escrituras. Las iglesias

cristianas ortodoxas no reconocen el primado de autoridad ni la infalibilidad del

Papa, aunque sí le conceden un primado de honor al Papa por ser el obispo de

Roma.


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