viajara con nosotros en avión hasta el sur del país, aquí estamos,
frente a esta grandiosa cordillera, al pie del Monte Sinaí.
¿Conocía usted este desierto?
JESÚS Sólo escuché de esta montaña en las historias que contaba el
rabino de mi pueblo.
RAQUEL En estas imponentes soledades, Moisés recibió de Dios las
tablas de piedra de la Ley con los diez mandamientos y aquí los
proclamó al pueblo hebreo.
JESÚS En mi tiempo, los doctores discutían cuál de los diez era el
principal. Yo les dije que todos se resumían en uno: amar al
prójimo.
RAQUEL ¿Y dónde dejó el primero, amar a Dios?
JESÚS Es el mismo, Raquel. Porque si no amas al prójimo a quien ves,
no puedes amar a Dios a quien no ves. A los fariseos también les
encantaban esas discusiones. Para ellos diez mandamientos eran
pocos. Moisés dijo: guardarás el sábado. Pues de ese
mandamiento ellos hacían una gavilla: que en sábado no se
puede caminar más de una legua, que en sábado no se puede
cocinar... Yo les dije: el sábado es para la gente y no la gente
para el sábado.
RAQUEL Entonces, ¿usted se atrevió a cambiar las leyes de Dios?
JESÚS Es que no eran leyes de Dios, eran leyes inventadas por los
fariseos. Dios no echa cargas insoportables sobre las espaldas de
sus hijos. Lo único que Dios nos pide es amor y compasión con
nuestros semejantes. Todo se reduce a eso.
RAQUEL ¿A su famosa regla de oro?
JESÚS Veo que la conoces...
RAQUEL La leí en los evangelios...
JESÚS No, la leíste en tu corazón. “Todo lo que quieras que te hagan a ti,
hazlo tú a los demás”.
EFECTO TELÉFONO
RAQUEL Qué extraño... Una llamada en este desierto... ¿Aló?
KÜNG Soy Hans Küng.
RAQUEL ¿El famoso teólogo?... ¿Cómo nos localizó?
KÜNG Estoy siguiendo todas estas entrevistas con gran interés. Y como
hoy están hablando de ética, que es el tema que me apasiona,
quería participar. ¿Sabía usted, Jesucristo, que el sabio chino
Confucio, cinco siglos antes de usted, propuso la misma regla de
oro: “Lo que no deseas para ti no se lo hagas a los demás”?
JESÚS ¡Pues bendito sea Confucio!
KÜNG Y también cinco siglos antes de usted, Buda, en la India, lo
enseñó así: “No le haré a otro lo que no deben hacerme a mí”?
JESÚS ¡Sea también bendito Buda!
KÜNG Y el profeta Mahoma, que predicó a los pueblos árabes cinco
siglos después de usted lo dijo también: “Desea a los demás lo
que deseas para ti mismo”?
JESÚS ¡También bendito Mahoma!
RAQUEL Y díganos, Jesucristo, ¿cómo explica usted estas coincidencias
en lugares tan distantes y en tiempos tan distintos?
JESÚS Lo que ha dicho el amigo que llamó de estos hombres de Dios me
da una prueba de algo que siempre pensé. Dios no grabó los
mandamientos en tablas de piedra, los grabó en nuestros
corazones. Nuestro corazón nos dice lo que tenemos que hacer.
KÜNG Pues sepa usted, Jesucristo, que se está refiriendo a la ética
universal para toda la Humanidad, creyente o no creyente, de la
que hoy hablamos en Naciones Unidas. Son cuatro los pilares de
esa ética: no mates, no violes, no mientas, no robes.
JESÚS Pues benditos sean los que trabajan por eso y bendita será la
casa edificada sobre esos cimientos. Durará en pie más que esta
montaña.
RAQUEL Gracias al teólogo Hans Küng. Gracias, Jesucristo. Con el Monte
Sinaí a nuestras espaldas, reciban los saludos de Raquel Pérez,
enviada especial de Emisoras Latinas.
CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL
LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su
segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José
Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...
La regla de oro
Todas las grandes religiones ofrecen una norma suprema, una “regla de oro”
como la que Jesús enseñó (Mateo 7,12; Lucas 6,31). Raquel le recuerda a
Jesús las “reglas” que formularon Confucio, Buda y Mahoma.
El primero en enunciar la regla de oro de la reciprocidad fue Confucio, quien
vivió en China aproximadamente en 551-489 antes de Jesús. Dijo Confucio: No
le impongas a otros lo que no elegirías tú mismo. Y también: Lo que no deseas
para ti no lo hagas a los demás hombres (Diálogos, 15,23). La expansión de los
caracteres chinos extendió a lo largo y ancho de la inmensa área asiática de
influencia china la regla de oro confuciana.
También apareció esta regla de oro en la tradición india, mucho antes de
Jesús. En el Hinduismo se afirma: No debemos comportarnos hacia otros en
una forma que nos resulte desagradable. Ésta es la esencia de la moralidad.
En el Jainismo, religión separada del Hinduismo seis siglos antes de Jesús, la
regla de oro se expresa así: Un hombre debe tratar a todas las criaturas como
le gustaría que lo trataran a él mismo. Cinco siglos antes de Jesús, Buda habló
en la India y dijo: No le haré a otro lo que no deben hacerme a mí. Y el
Budismo, siguiendo su tradición, lo expresó así: Un estado que no me resulta
placentero o agradable a mí tampoco lo ha de ser para otro. ¿Cómo podría yo
imponerle a otro un estado que no me resulta placentero o agradable?
En el judaísmo, el Rabbi Hillel, que vivió unos 60 años antes de Jesús, escribió:
No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti (Sabbat 31,a). Y
también: No debes hacer a nadie lo que a ti te es doloroso. Cinco siglos
después de Jesús, Mahoma, reiteró en esta fórmula la regla de oro: Desea a
los demás lo que deseas para ti mismo. El Islam propone: Ninguno de ustedes
es creyente hasta que dsee para su hermano lo que desea para sí mismo.
Reglas de plata, de bronce...
En un breve y sustancioso texto titulado “Las reglas del juego”, el astrofísico
estadounidense Carl Sagan reflexiona, con agudeza y humor, sobre los
códigos morales de la Humanidad. Después de repasarlos, acude a la Ciencia
para analizar en qué se basan las actitudes altruistas y egoístas de los seres
humanos, sus tendencias vengativas o cooperativas, qué riesgos y ventajas
tienen unas y otras, para concluir con este interesante esquema:
CUATRO REGLAS DE COMPORTAMIENTO
La regla de oro:
Todo cuanto quieras que te hagan los demás, hazlo tú a ellos.
La regla de plata:
No le hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan.
La regla de bronce:
Haz a los demás lo que ellos te hagan a ti.
La regla de hierro:
Haz a los demás lo que te plazca, antes que ellos te lo hagan a ti.
La regla de tal para cual:
Coopera primero con los demás y después hazle a ellos lo que ellos te hagan a
ti.
Confucio, Buda, los sabios hindúes, Jesús y Mahoma eligieron la regla de oro.
La ética ancestral de los pueblos andinos
En el Imperio Inca los “mandamientos” eran tres: Ama Suwa, Ama Llulla y Ama
Khella (No seas ladrón, No seas flojo, No seas mentiroso). Hasta hoy pervive
en este pueblo esta ética ancestral. Respetar lo ajeno, respetar la verdad y
trabajar son las claves de estos pueblos para construir una ética de
convivencia.
La educadora chilena María Victoria Peralta relata: Cada pueblo tiene su
cosmovisión: cómo ve el mundo, qué interpretación hace de la posición del ser
humano frente al mundo, con qué valores vive. En los pueblos aymaras me
decían: “La solidaridad no es para nosotros un valor”. Y me explicaban por qué:
sienten que tiene una connotación algo paternalista. “Nosotros hablamos de
reciprocidad. En nuestra sociedad el valor es la reciprocidad, todos nos
ayudamos entre todos”. Interesante: no es que yo, en una situación mejor que
la tuya, voy a ser solidario contigo. No: yo te aporto a ti y tú me aportas a mí, el
trato es recíproco, la relación es más igualitaria. Me parece un concepto mucho
más rico, una ética más rica.
“Otros” diez mandamientos
En su libro “El Espejismo de Dios”, el científico británico Richard Dawkins
argumenta que creer en Dios no es necesario para que los seres humanos
tengan un comportamiento moral y observa que el “zeitgeist” moral de la
humanidad (el clima moral, el acervo de normas morales en un momento dado)
cambia con el tiempo, es siempre cambiante. Para estos tiempos
postmodernos, Dawkins recoge estos “nuevos diez mandamientos” que
encontró en un sitio web ateo. El primero de los diez es “la regla de oro” de
todas las grandes religiones de la antigüedad:
1- No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti.
2- En todo, esfuérzate por no causar daño.
3- Trata a los seres humanos, a los seres vivos y al mundo en general con
amor, honestidad, fidelidad y respeto.
4- No pases por alto la maldad ni te acobardes al administrar justicia, pero
disponte siempre a perdonar el mal hecho si es libremente admitido y
honestamente arrepentido.
5- Vive con un sentido de alegría y admiración.
6- Busca siempre aprender algo nuevo.
7- Prueba todas las cosas, revisa siempre tus ideas frente a los hechos y
prepárate para descartar incluso una creencia muy apreciada si no está
conforme a tus principios.
8- Nunca busques censurar o interrumpir una disensión. Respeta siempre el
derecho de los demás a estar en desacuerdo contigo.
9- Fórmate opiniones independientes en base a tu propia razón y experiencia y
no permitas ser manejado a ciegas por otros.
10- Cuestiónalo todo.
De su cosecha, Dawkins añade a estos diez, otros mandamientos:
Disfruta de tu propia vida sexual (en tanto no hagas daño a nadie) y deja a los
demás que disfruten de la suya en privado, sean cuales sean sus inclinaciones,
que, en ningún caso, son asunto tuyo.
No discrimines ni oprimas a nadie en función de su sexo, raza o (hasta donde
sea posible) especie.
No adoctrines a tus hijos. Enséñales cómo pensar por sí mismos, cómo evaluar
evidencias y cómo estar en desacuerdo contigo.
Valora el futuro en una escala temporal más larga que la tuya propia.
Tres grandes corrientes religiosas, la misma ética
En el mundo actual, después de las guerras de conquista y las guerras
coloniales que arrasaron con las religiones originarias de América y de África,
predominan tres grandes sistemas de corrientes religiosas. Las religiones
originarias de India: hinduismo y budismo. Las religiones originarias de China:
confucionismo y taoísmo. Y las religiones originarias de Oriente Próximo:
judaísmo, cristianismo e Islam. En las religiones del Extremo Oriente el sabio
es la figura central. En las religiones nacidas en la India, lo es el místico. Y en
las religiones del Próximo Oriente, la figura central es el profeta. En estas tres
grandes corrientes religiosas, la ética coincide.
Confucio: un maestro de la sabiduría china
China posee la civilización más antigua y sabia del planeta. Unos seis siglos
antes de Cristo se inició una etapa de madurez de la civilización china, que
transitó de la religiosidad mágica a la filosofía racional. Entre los grandes
pensadores de aquel momento histórico está Kong Fuzi, el maestro Kong,
conocido en Occidente como Confucio (hacia 551-479 antes de Cristo). Como
maestro itinerante, Confucio apeló a las decisiones éticas de los seres
humanos, a sus fuerzas morales. Reclamó la “reciprocidad” como norma de
conducta. Y se orientó siempre hacia el pasado ancestral de la cultura china, a
los sabios antiguos, a los vínculos familiares, a los antepasados.
El confucianismo fue religión oficial en China hasta el siglo VII después de
Cristo y ha tenido gran influencia en Corea, Vietnam y Japón. Hoy es una de
las raíces más profundas de la tradición filosófica china, siempre en búsqueda
de la armonía entre el cielo y la tierra.
Buda: un guía espiritual
Junto con Jesús, Siddharta Gautama, el Buda (el Despierto, el Iluminado), es el
guía espiritual más representado en la historia de la Humanidad. Nació 500
años antes de Jesús, en la frontera entre India y Nepal. Buscó muy joven
respuesta a cuatro preguntas: qué es el sufrimiento, de dónde nace, cómo
superarlo y por qué camino conseguir superarlo. Buda encontró que la vida es
sufrimiento, que el sufrimiento nace del apego a las cosas, que esto puede
superarse renunciando a los deseos y que esto exige renunciar al ansia de
placer y al ansia de mortificación hasta llegar al nirvana.
Su “camino interior”, el budismo, es una religión que rechazó la religión de su
tiempo y su cultura, la de los Vedas, los brahmanes y los sacrificios cruentos.
Buda es maestro, una especie de sicoterapeuta, que busca curar a las
personas del apego al propio yo, que proclama un camino de liberación del
egocentrismo para abrirse a una compasión universal. La religión que él inicia,
el budismo, es una ética de vida. El budismo exige al ser humano vivir
humanamente, humanizarse con el ejercicio del altruismo, la benevolencia, la
callada alegría solidaria y serena.
Mahoma: fundador de Islam, la religión del libro
Mahoma es el fundador, en el siglo VII, del Islam, una de las tres religiones
monoteístas, con el judaísmo y el cristianismo, y la segunda religión en número
de fieles del mundo: unos mil 600 millones. Islam significa entrega libre a la
voluntad de Dios. Está basada en el Corán, “libro increado” que Alá ―nombre
de Dios en el Islam― envió a Mahoma, el Profeta que unió a los pueblos
árabes bajo esa fe.
Durante siglos, el Corán se transmitió oralmente, antes de ser fijado en una
versión escrita y definitiva. Aunque su cuna estuvo en el mundo árabe, los
árabes sólo representan una quinta parte de los musulmanes que hay en el
mundo. En términos demográficos, Indonesia, Pakistán y la India son las tres
primeras naciones musulmanas. En la actualidad, el Islam crece en el mundo
occidental por las migraciones y por las conversiones. A pesar de esto, el Islam
sigue profundamente ligado a la cultura árabe. Dos de los tres grandes lugares
de peregrinaje ―La Meca y Medina― se hallan en tierras árabes y el tercero
―Jerusalén―, en territorio dividido entre árabes y judíos. El idioma árabe, por
ser idioma de la revelación divina, es lengua sagrada. Cuando se traduce, el
Corán pierde su valor divino. Para los musulmanes la palabra de Dios no se
hizo hombre, sino que se hizo libro.
El templo musulmán, la mezquita, carece de imágenes. Lo adornan las
palabras del Corán, escritas artísticamente en grandes caracteres. También
hay ornamentos, que nunca pueden representar la figura humana. No hay
cantos corales ni música ni instrumentos, sólo la recitación solemne de los
textos del Corán. En la mezquita, cualquier musulmán puede actuar como imán
dirigiendo los rezos. Oyendo, memorizando y recitando el Corán, desde que
nace hasta que muere, el musulmán hace profesión de su fe.
Jesús: también budista, sufista, confuciano...
Estudiosos de los evangelios gnósticos, afirman que el Jesús que en ellos
aparece resulta más universal que el Jesús de los cuatro evangelios que fueron
aceptados como los auténticos y quedaron inscritos en la Biblia. Afirman que
en el mensaje del Jesús gnóstico se descubre un pensamiento parecido al del
budismo, el hinduísmo, el confucionismo y el sufismo islámico.
Según la especialista en los evangelios gnósticos, la profesora Elaine Pagels,
el Jesús de los evangelios gnósticos es un guía espiritual que busca abrir el
corazón de quienes le escuchan a la comprensión espiritual, que habla de
iluminación interior y no de pecado y de arrepentimiento, como el Jesús de los
evangelios canónicos. Cita, por ejemplo, este fragmento del Evangelio de
Tomás: Examínate y comprende quién eres, cómo vives, y lo que será de ti...
No deberías permanecer ignorante sobre ti mismo, pues quien no conoce el
ser no conoce nada, pero quien conoce el ser ya ha adquirido el conocimiento
de la profundidad del universo. Señala Pagels las similitudes de estos
mensajes con los de la moderna sicología transpersonal.
En su best seller, “Más allá de la fe: El evangelio secreto de Tomás” (2003),
Pagels contrasta este evangelio con el evangelio de Juan y afirma que mientras
Juan enfatiza que Jesús es la luz del mundo, Tomás enseña que hay una luz
dentro de cada uno que ilumina el universo entero. Si no brilla, hay oscuridad.
Según Pagels, Tomás enseña que Jesús no es Dios sino un maestro que
busca revelar la luz divina que hay en todos los seres humanos y argumenta
que el evangelio de Juan fue escrito como una reacción al mensaje del
evangelio de Tomás.
Moral escrita en el corazón
Jesús, además de un profeta, fue un místico. Su visión de Dios y cómo se
ubicó ante la ley y el mundo de las relaciones humanas, privilegiando éstas por
sobre las leyes y las jerarquías, lo demuestran. El monje benedictino alemán
Willigis Jäger explica dónde está la diferencia entre una moral basada en leyes
y la ética que surge de una experiencia mística y que nace del corazón: La
moral cristiana se basa en una concepción dual: Dios es un ser exterior al
mundo y las personas deben guardar los mandamientos de ese Dios externo
para cumplir, para ser premiadas, para encontrar la salvación futura en el más
allá. La mística, en cambio, dice: El ser humano puede encontrar a Dios en el
mundo, en sí mismo y, si le sucede esto, actuará de forma moral.
Hans Küng
Teólogo católico suizo. Tal vez el de talla más universal en la teología
moderna. Audaz, prolífico y polémico, fue suspendido como profesor de
teología por el Vaticano en 1979. Participa en el programa por ser un tenaz
estudioso de las religiones del mundo para tender entre ellas puentes y
encontrar así el camino de la paz universal.
Lo hace bajo este principio: No hay paz entre las naciones sin paz entre las
religiones. No hay paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones. No
hay diálogo entre las religiones sin normas éticas mundiales. No hay
supervivencia de nuestro mundo sin una ética mundial, sin una ética universal.
Hans Küng participa en el Proyecto de una Ética Mundial iniciado en 1990 y
preside desde 1995 la Fundación para una Ética Mundial. Entre sus
innumerables obras, recomendamos especialmente “En busca de nuestras
huellas. La dimensión espiritual de las religiones del mundo” (Editorial Debate,
2004), en el que recorre en profundidad la historia, creencias, ritos, tradiciones
de todas las grandes religiones de la Humanidad presentándolas de forma que
podamos encontrar en cada una puntos de contacto, valores, denominadores
comunes.
Dice Küng en la presentación: Con este libro les invito a conocer mejor el tan
heterogéneo como fascinante y misterioso mundo de las grandes religiones. El
libro contiene lo que hoy debería saber todo hombre y toda mujer que quiere
opinar con cierto conocimiento de causa sobre el acontecer actual. Porque,
para enjuiciar la actual situación del mundo, hoy en día hay que ser
competente no sólo en materia de economía, cultura y sociedad, sino también
en materia de religión.