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91- ¿Venimos del mono?
Descripción:

¡100 entrevistas exclusivas con Jesucristo en su segunda venida a la Tierra! Los autores de OTRO DIOS ES POSIBLE son los hermanos López Vigil, conocidos ya en la región por su anterior producción radiofónica UN TAL JESÚS.

Libreto:
RAQUEL Sí, dame pase... ¿Ya estamos en el aire?... Amigas, amigos,

a mis espaldas, las doradas murallas de Jerusalén. Y con

nosotros, nuestro invitado especial, Jesucristo. En mi anterior

entrevista, le mencioné la teoría de la evolución. Y ahora le

pregunto: ¿usted sabe algo de esto?

JESÚS No, Raquel.

RAQUEL Pues le diré que en 1859, un científico inglés, Charles Darwin,

por cierto un hombre muy religioso, descubrió el misterio de la

vida.

JESÚS ¿Y cuál es ese misterio?

RAQUEL Charles Darwin demostró que todos los seres vivos, animales y

plantas, todos, pertenecen a la misma familia, nacen de un tronco

común.

JESÚS Explícame mejor, Raquel...

RAQUEL Por selección natural, por ensayo y error, los seres vivos se van

adaptando al ambiente, van cambiando y cambiando...

JESÚS El libro de Job habla del águila, del asno salvaje, del caballo de

agua, obras maestras de Dios...

RAQUEL Pues todos esos animales, según Darwin, descienden unos de

otros, tienen un mismo origen, fueron evolucionando a partir de

una primera semilla.

JESÚS ¿Y quién plantó esa semilla?

RAQUEL Digamos que Dios sembró el árbol de la vida y el árbol creció y

echó mil ramas distintas. En cada rama y a lo largo de millones de

años, fueron apareciendo las más diversas formas de la vida, las

diferentes especies.

JESÚS Me parece una explicación muy hermosa...

RAQUEL Pero la Biblia dice otra cosa. La Biblia dice que Dios creó primero

las plantas. Luego, las aves. Luego, los peces. Luego, el ganado.

Dice que en sólo siete días, Dios creó, uno tras otro, todos los

seres vivos.

JESÚS Pues pensándolo bien, me parece un prodigio mayor sacar mil

vidas diferentes de una sola semilla que tener que sembrar mil

semillas, una para cada vida. Lo que dices proclama con más

fuerza la gloria de Dios.

RAQUEL Por si no lo sabe, le diré que hay un conflicto terrible entre los que

defienden la creación, según la Biblia, y los que defienden la

evolución, según Darwin. Usted, ¿qué dice? ¿Fe o ciencia?

JESÚS La fe no cabe en ningún libro, Raquel. Y el firmamento tampoco

cabe en ninguna ciencia. ¿Quién será tan arrogante para creer

que lo sabe todo?

RAQUEL Pero, entonces, ¿con qué se queda: creación o evolución?

JESÚS Raquel, si yo te entendí bien, ¿no fue Dios quien creó la

evolución? ¿No sembró Él la primera semilla?

RAQUEL Hay algo que no le he comentado y que escandaliza a muchos.

Según la teoría de Darwin, los seres humanos también somos una

rama de ese inmenso árbol de la vida.

JESÚS ¿Y cuál es el escándalo?

RAQUEL ¿Sabe usted, Jesucristo, cuáles son nuestros primos hermanos,

los parientes más próximos a nosotros en ese árbol?

JESÚS Dime cuáles.

RAQUEL ¡Los monos!

JESÚS ¿Los monos?

RAQUEL ¿Y... de qué se ríe usted?

JESÚS Me hace gracia... Ése sí es un buen chiste de Dios para que no

se nos suba el humo a la cabeza, para que seamos humildes...

¡Hermanos de los monos!

RAQUEL Para mucha gente es un insulto ese parentesco.

JESÚS No entiendo porque... ¿no es el mismo Dios el que creó a los

monos y a nosotros y a todo lo que respira sobre la tierra?...

¿Entonces?... Todos nacimos de sus manos... En verdad, no

conocía lo que me has contado, pero...

RAQUEL Y ahora que lo conoce, ¿qué opinión le merece la teoría de

Charles Darwin?

JESÚS El rey Salomón fue un gran sabio. Pero en esto que dijo ese

hombre hay más sabiduría que en Salomón.

RAQUEL Y ustedes, amigas y amigos, ¿qué opinan? ¿Se quedan con

Darwin o con la Biblia? ¿O con ambas cosas, como dice

Jesucristo? Esperamos sus llamadas. Raquel Pérez. Emisoras

Latinas. Jerusalén.

CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL

LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas con Jesucristo en su

segunda venida a la Tierra. Una producción de María y José

Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.

MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA...

Charles Darwin

Charles Darwin (1809-1882), biólogo británico, descubrió y explicó la Teoría de

la Evolución, presentándola a la comunidad científica en 1859 en el libro

titulado “El origen de las especies”. Su descubrimiento, sus intuiciones y

explicaciones revolucionaron para siempre el conocimiento humano sobre la

Vida.

La idea central de Darwin es que todos los organismos vivientes tienen un

origen común y que han ido evolucionando a través de un proceso lentísimo de

“selección natural”. En ese proceso han intervenido condiciones externas del

ambiente: abundancia o escasez de recursos, clima, cambios geológicos,

llegada al lugar de nuevas especies... Esas condiciones van conduciendo los

cambios, provocando rasgos cada vez más diferentes en los organismos

vivientes. Esos cambios se hacen heredables con el tiempo.

En 1871, Darwin publicó “El origen del hombre”, incluyendo también a los seres

humanos en el proceso único de la evolución de la Vida. Darwin afirmaba que

el ancestro del hombre era un animal similar al mono. Esto provocó una

controversia religiosa, que no ha cesado hasta el día de hoy y de la que Raquel

le habla a Jesús.

Los pinzones de Darwin

La expedición científica que durante cinco años Darwin emprendió en 1831 por

el océano Atlántico en el barco HMS Beagle lo puso en la pista de la Teoría de

la Evolución. Darwin contempló la diversidad de la fauna y de la flora en

lugares variadísimos, comprendiendo así que las distancias geográficas y los

distintos ambientes creaban condiciones para que las especies variaran.

Específicamente, las observaciones que hizo en las islas Galápagos en las

colonias de pinzones, pájaros con características comunes y con diferencias

esenciales según las islas donde vivían, le dio la clave: una misma especie, el

pinzón ancestral, había “evolucionado” hasta ser seis nuevas especies (pinzón

picamaderos, pinzón curruca, pinzón arborícola, pinzón terrestre, pinzón

vampiro y pinzón mosquitero), dependiendo del ambiente al que tuvo que

adaptarse.

La selección natural

Escuchemos al propio Darwin explicando la selección natural, clave de la

Teoría de la Evolución, en el estilo cuidadoso y delicado con que comunicó

todos sus revolucionarios hallazgos:

Como el hombre puede producir un gran resultado en sus animales y plantas

domésticos acumulando en una dirección dada diferencias individuales, del

mismo modo podría hacerlo la selección natural; pero mucho más fácilmente,

puesto que tiene un tiempo incomparablemente mayor para la obra... Como el

hombre puede producir, y ciertamente ha producido, un gran resultado por sus

medios de selección metódica e inconsciente, ¿qué no efectuará la selección

natural?... ¡Cuán pasajeros son los deseos y esfuerzos del hombre; cuán corto

su tiempo, y, en consecuencia, cuán pobres serán sus resultados comparados

con los que acumula la naturaleza durante épocas geológicas enteras!.. Puede

decirse metafóricamente que la selección natural está haciendo diariamente, y

hasta por horas, en todo el mundo el escrutinio de las variaciones más

pequeñas; desechando las que son malas, conservando y acumulando las que

son buenas, trabajando insensible y silenciosamente donde y cuando se

presenta una oportunidad en el mejoramiento de todo ser orgánico, en relación

con sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida. Nada vemos de estos

pequeños cambios en progreso hasta que la mano del tiempo ha marcado el

sello de las edades, y aun entonces tan imperfecta es nuestra vista para

alcanzar a las épocas geológicas remotas, que lo único que vemos es que no

son hoy las formas de vida lo que en otro tiempo fueron.

Y así cierra Darwin su libro “El origen de las especies”, que cambió para

siempre las ideas científicas: Hay grandiosidad en esta concepción de que la

vida, con sus varios poderes, fue insuflada originalmente por El Creador en

unas pocas formas o en una sola, y que mientras este planeta andaba rodando

de acuerdo con la ley fija de la gravedad, de tan simple principio se

desprendieron y evolucionaron aún infinitas formas bellísimas y maravillosas.

Una idea genial y revolucionaria

A pesar de la variedad de las especies animales, alguien como Aristóteles, que

filosofó sobre todo lo que observaba, nunca vio en esa variedad una posible

relación. Cuando se conoció la fauna del Nuevo Mundo esto desconcertó a

muchos. ¿Cómo eran tan distintos los animales de allí a los que se conocían en

el Viejo Mundo? Pero nadie reflexionó sobre el por qué de las diferencias. En el

Renacimiento, los hallazgos de los primeros fósiles también provocaron

inquietudes, pero nadie pensaba en la evolución. Fue el francés Jean Baptiste

Lamarck el que, unos cincuenta años antes de Darwin, tuvo las primeras

intuiciones de que semejanzas y diferencias tenían una explicación científica en

una cierta evolución de las especies.

Darwin logró estructurar estas intuiciones y darles forma en una teoría rigurosa

y coherente. Los científicos actuales continúan deslumbrándose ante su

descubrimiento. Su compatriota Richard Dawkins, un evolucionista convencido

y entusiasta, afirma: Los organismos vivientes han existido sobre la Tierra

durante más de tres mil millones de años sin saber nunca por qué, hasta que la

verdad, al fin, fue comprendida por uno de ellos. Por un hombre llamado

Charles Darwin.

Y goza afirmando: En un planeta y posiblemente en solo un planeta en todo el

Universo, las moléculas que normalmente no generarían nada más complicado

que un trozo de piedra se juntan a sí mismas en trozos de materia del tamaño

de una piedra de una forma tan asombrosamente compleja que son capaces

de correr, saltar, nadar, volar, ver, oír, capturar y comer a otros trozos

animados de complejidad similar, capaces en algunos casos de pensar y

sentir, y de enamorarse de otros trozos de materia compleja. Ahora

comprendemos esencialmente cómo se hizo el truco, pero sólo desde 1859.

Antes de esa fecha parecía, efectivamente, algo muy, muy extraño. Ahora,

gracias a Darwin, es simplemente muy extraño.

Y concluye que la selección natural ―concepto central en la Teoría de la

Evolución― es la noción más revolucionaria de la historia de la biología y yo

hasta jugaría con la idea de sustituir “biología” por “ciencia”.

Un escándalo colosal

Darwin, un hombre con profundos sentimientos religiosos, de sólida formación

cristiana ―hasta quiso ser clérigo―, sabía que su teoría causaría confusión

entre los creyentes, aunque estaba convencido de que el origen común de

todos los vivientes los “ennoblecía” a todos. Reconoció el escándalo que

causaba en “El origen del hombre”: Siento que la conclusión fundamental a la

que ha llegado este libro, esto es, que el hombre desciende de una forma

inferiormente organizada, resulta a muchos altamente desagradable.

Es lógico el escándalo. Darwin no sólo nos colocó a los humanos en “nuestro

lugar”, al probar nuestros orígenes animales. También dedujo que en el

proceso de la evolución no había un “propósito”. Así lo formuló: Parece no

haber más propósito en la variabilidad de los seres vivientes y en la acción de

la selección natural que en la dirección en la que sopla el viento. Esta idea del

azar en la evolución contradecía la idea bíblica de un ordenamiento lineal de

todo lo creado en función de la aparición en la Tierra de los seres humanos, era

contraria a la idea de un plan de Dios, desmentía al Dios providencial que lleva

el timón del Universo y de la Historia.

¿Por qué tanta angustia y tanto rechazo?

Bien ubica el escándalo provocado por Darwin con la teoría de la evolución el

astrofísico Carl Sagan: La perspectiva trascendentalmente democrática de

Darwin nos conecta con nuestros antepasados olvidados hace tiempo y con el

enjambre de nuestros parientes, los millones de otras especies con quienes

compartimos la Tierra. Pero el precio que hemos debido pagar ha sido alto, y

aún hay quienes se niegan a pagarlo y por razones muy comprensibles.

La evolución sugiere que si Dios existe le gustan las causas secundarias y los

procesos autónomos. Dios puso en funcionamiento el Universo, estableció las

leyes de la Naturaleza, y luego abandonó la escena. No hay, al parecer, un

Ejecutivo trabajando a pie de obra: el poder ha quedado delegado. La

evolución sugiere que Dios no intervendrá, tanto si suplicamos como si no,

para salvarnos de nosotros mismos. La evolución sugiere que estamos solos; y

que si hay un Dios, ese Dios debe de estar muy lejos. Esto basta para explicar

gran parte de la angustia y el rechazo que la evolución ha producido. Nos

gustaría imaginar a alguien al frente del timón.

La Teología evolucionista

Existe una teología evolucionista. Arraiga en la mística, que en sus diferentes

expresiones en todas las religiones, espiritualidades y civilizaciones rechaza los

dualismos. La teología mística o teología evolucionista tiene estas

formulaciones: Dios no es el iniciador de la evolución. Esto significaría que la

evolución actúa fuera de Dios. La evolución es Dios que se despliega a sí

mismo. Y como la evolución tiene en la aparición de la vida un hito crucial, los

místicos evolucionistas afirman que es adecuado darle a Dios el nombre Vida:

Vida es un concepto adecuado para designar esa realidad que llamamos Dios,

porque la Vida también desborda nuestra comprensión.

Creacionismo vs Evolucionismo

Desde que Darwin habló, escribió y revolucionó la ciencia, se enfrentó a todo

tipo de críticas, burlas y descalificaciones. Sin embargo, desde el inicio de su

formulación su Teoría ganó espacio en la mente de los científicos de todo el

mundo. Convencía, apasionaba, explicaba, revelaba.

Frente al “evolucionismo” surgió el “creacionismo”. Basado en el relato de la

creación que aparece en el Libro del Génesis de la Biblia, sus defensores

insisten en la creación directa de cada organismo vivo por Dios, y muy

especialmente en la creación directa por Dios de esa especie que somos los

seres humanos.

Las batallas intelectuales entre ambas teorías han sido permanentes. También

ha habido batallas legales. Una de las más famosas es el llamado “Monkey

Trial” (Juicio del Mono), celebrado en Estados Unidos (Dayton, 1925). En él se

enjuició al profesor de Ciencias John Thomas Scopes, acusándolo de enseñar

la evolución, violando una ley que prohibía enseñar en las escuelas públicas

del Estado sureño de Tennessee cualquier teoría que negara la historia de la

creación divina del hombre, tal como se enseña en la Biblia, para enseñar en

su lugar que el hombre desciende de un orden menor de animales. Scopes

ganó el juicio. Esta interesante historia fue reconstruida en la película “La

herencia del viento” de Stanley Kramer (1960).

Del Creacionismo al Diseño Inteligente

A la luz del desarrollo de la ciencia, el evolucionismo fue ganando espacios y el

creacionismo se fue haciendo más insostenible. Con los avances del

fundamentalismo bíblico, tanto entre católicos como entre evangélicos, en los

años 90 el creacionismo decidió cambiar de estrategia y ahora se llama “diseño

inteligente”. Presentándose como una propuesta científica, esta nueva forma

del creacionismo afirma que el origen y evolución del Universo, de la vida y de

los humanos son el resultado de acciones racionales emprendidas de forma

deliberada y con objetivos prefijados por un agente inteligente.

El movimiento del Diseño Inteligente apareció en Estados Unidos y allí se ha

desarrollado con mayor fuerza. La influencia creciente de las iglesias

evangélicas que promueven el literalismo bíblico y el fanatismo religioso ha ido

extendiendo a otros países la propuesta del Diseño Inteligente. Dentro de la

iglesia católica también ha habido pronunciamientos que parecen favorecer

algunos postulados de esta teoría nada científica.

Para contrastar la Teoría de la Evolución con lo que plantea actualmente el

Diseño Inteligente existe un resumen muy completo en la enciclopedia virtual

Wikipedia.

El riesgo del creacionismo

Paralelamente a la difusión de la propuesta “científica” del Diseño Inteligente, el

creacionismo sigue vigente y lucha por arraigar en la conciencia de las nuevas

generaciones, especialmente en Estados Unidos. En el año 2007, sólo el 26%

de la población estadounidense aceptaba la Teoría de la Evolución y el 65%

abogaba porque el creacionismo bíblico se enseñara en las escuelas a la par

de la evolución. Aceptar tanto el creacionismo como el Diseño Inteligente tiene

consecuencias políticas gravísimas: sólo una tercera parte de los

estadounidenses cree que su gobierno debe emprender acciones que frenen el

cambio climático. Piensan así porque creen que los asuntos de magnitud

planetaria están sólo en manos del Dios Creador, del Diseñador Inteligente...

La evolución: “más que una hipótesis”

Después de un siglo de oposición activa y beligerante contra la Teoría de la

Evolución, de censuras y anatemas contra los católicos que la defendían, el

Papa Pío XII publicó finalmente en 1950 la encíclica “Humani Generis”.

En ella, teniendo en cuenta el estado de las investigaciones científicas de esa

época y también las exigencias propias de la teología, la encíclica consideraba

la doctrina del “evolucionismo” como una hipótesis seria, digna de una

investigación y de una reflexión profundas, al igual que la hipótesis opuesta.

Pío XII añadía dos condiciones de orden metodológico: que no se adoptara

esta opinión como si se tratara de una doctrina cierta y demostrada, y como si

se pudiera hacer totalmente abstracción de la Revelación a propósito de las

cuestiones que esa doctrina plantea.

Así explicaba el contenido de aquella encíclica el Papa Juan Pablo II, cuando

por fin, el 23 de octubre de 1996, anunció formalmente a la Academia Pontificia

de Ciencias que el nuevo conocimiento lleva al reconocimiento de que la teoría

de la evolución es más que una hipótesis. En efecto, es notable que esta teoría

se haya impuesto paulatinamente al espíritu de los investigadores, a causa de

una serie de descubrimientos hechos en diversas disciplinas del saber. La

convergencia, de ningún modo buscada o provocada, de los resultados de

trabajos realizados independientemente unos de otros, constituye de suyo un

argumento significativo en favor de esta teoría. En esta ocasión, el Papa

declaró que la Creación y la Evolución podían convivir juntas sin conflicto. Pero

se reservó aún un espacio de control: juntas, siempre que se mantuviera la

creencia de que sólo Dios crea el alma humana.

La “herejía” de la evolución

La Iglesia católica durante cien años y muchas iglesias evangélicas

pentecostales hasta el día de hoy rechazan la Teoría de la Evolución como una

auténtica herejía. Lo hacen por ignorancia y por un fundamentalismo y

literalismo bíblico basados también en la arrogancia. Si aceptaran esta

evidencia científica tendrían que aceptar que los seres humanos no somos

“reyes” de la Naturaleza, que la Naturaleza no nos pertenece, sino que

pertenecemos a ella, que por ser parte de una red vital intrincada y compleja no

tenemos derecho de dominio. Tendrían que ser más humildes.

A partir del Libro del Génesis y de una filosofía de la vida que puede llamarse

“especismo” ―como tan adecuadamente la llama Richard Dawkins―, la Teoría

de la Evolución es una herejía: cuestiona nuestra arrogancia como especie,

nos “humilla”, nos pone en contacto con la tierra, con nuestro verdadero ser

animal, con nuestras pulsiones e instintos animales, nos pone en nuestro lugar,

nos quita esa corona de creernos la especie superior, la que nos da el derecho

de dominar a las otras especies para nuestro propio beneficio.

Más y más pensadores, y sobre todo pensadoras, concluyen que la centralidad

que la especie humana tiene en la civilización que hemos construido

(antropocentrismo) y la centralidad que la versión masculina de nuestra especie

tiene en esa civilización (androcentrismo) es lo que está llevando a la

civilización humana a su destrucción.

No una escalera sino un arbusto frondoso

Todos los fósiles del género “Homo” que han ido apareciendo en África, cuna

de la Humanidad, demuestran la Teoría de la Evolución. Y demuestran también

que nuestro árbol genealógico no puede ser representado como una escalera

que tiene en su último escalón a nuestra especie, “Homo sapiens”. Tampoco

debemos imaginarlo como un árbol recto que culmina en nuestra especie, “la

especie elegida”. La mejor imagen para comprender lo que somos y el lugar

que ocupamos en el árbol de la Vida es pensar en un arbusto frondoso con

ramas en todas las direcciones.

La evolución humana no fue un proceso rectilíneo, que en su fase final pasó del

“Homo habilis” al “Homo erectus” y de éste al “Homo sapiens”. Hoy sabemos

que “Homo habilis” y “Homo erectus” coexistieron, sin cruzarse genéticamente,

en nichos ecológicos separados, durante por lo menos más de un millón de

años, y que tuvieron un ancestro común dos o tres millones de años antes.

“Cuanto más conocemos, la historia de la evolución se hace más compleja”,

repiten todos los científicos. Los hallazgos demuestran que la evolución

humana fue caótica, muy alejada de esa marcha heroica que vemos en

algunos dibujos, con un temprano ancestro evolucionando en algo intermedio,

hasta llegar finalmente a nosotros, dice Fred Spoor, co-autor con la famosa

paleontóloga Maeve Leakey de un estudio realizado en Kenia en 2007.

Nuestros parientes más cercanos

Entre los vivientes que habitan hoy el planeta nuestros parientes más cercanos

son los monos, específicamente los tres grandes primates (chimpancés,

orangutanes y gorilas) y entre estos tres, los chimpancés, con quienes

compartimos el 99.5% del código genético. La ciencia ha identificado que

humanos y chimpancés tuvimos un antepasado común hace unos 6 millones

de años y que, a partir de esa etapa, ambas especies evolucionamos hasta ser

lo que hoy somos. Esta evolución se produjo en África. Algunos pueblos del

África occidental conservan en su lengua la memoria de este parentesco

ancestral: “chimpancé” es una palabra de un dialecto congoleño que significa

“hombre de broma”. En los pueblos de esa zona el chimpancé es muy

respetado. En el pueblo oubi es prohibido matarlos, en el pueblo mende

(Guinea) se les llama “personas distintas” y el pueblo baulé lo llama “el querido

hermano”.

Nuestros primos hermanos

La cultura occidental, influida por el pensamiento helenístico, que tanto ha

marcado hasta hoy la teología cristiana, estableció hasta muy recientemente

una rígida frontera entre los humanos y “las bestias”, a las que caracterizó

como privadas de raciocinio y de lo que se llamó el “don de los dioses”, el

lenguaje, la palabra.

Desde que Darwin divulgó la Teoría de la Evolución, que hace parientes a

todas las formas de la vida, los científicos evolucionistas nos han enseñado a

ser más humildes. Recientes investigaciones de científicos evolucionistas nos

han demostrado que nuestros “primos hermanos”, los chimpancés, se parecen

tanto a nosotros que se comportan, sienten y piensan de una manera muy

similar a nosotros, que están biológicamente dotados para el aprendizaje por

su insaciable curiosidad, su capacidad de imitación, su tendencia al juego y su

prolongada infancia.

Nos han demostrado que hasta pueden hablar, no sólo comprendiendo

palabras simples y concretas, sino expresando conceptos, entendiendo

símbolos y construyendo sintaxis complejas, empleando con una capacidad

sorprendente y muy similar a la de los niños, el lenguaje de señas que utilizan

los sordomudos. Si no pronuncian las palabras que comprenden y emplean con

señas es por carecer de un aparato fonador como el nuestro, pero su cerebro

genera palabras, frases, la maravilla del lenguaje.

Podemos leer sobre esto en el magistral libro del estadounidense Roger Fouts,

“Primos hermanos” (Ediciones B, Barcelona 1999). Y en las varias obras de la

primatóloga británica Jane Goodall, pionera del estudio científico de los

chimpancés a partir de 1960.

Washoe nos da una lección de humildad

De su apasionante y prolongada experiencia al lado de la chimpancé Washoe,

quien murió a los 42 años en noviembre de 2007 y a quien enseñó a hablar con

el lenguaje de los sordomudos estadounidenses, Roger Fouts saca esta

hermosa lección de humildad:

Entre los incontables recuerdos de Washoe que acuden a mi memoria, desde

los primeros signos que aprendió hasta sus muchas tribulaciones de madre,

uno en especial destaca por su intensidad: el momento en que Washoe se

despertó, una mañana de 1970, en la colonia de chimpancés del Instituto de

Oklahoma. Tenía cinco años y, por primera vez desde la más tierna infancia,

se encontraba cara a cara con sus congéneres. Me habló y me preguntó:

“¿Quiénes son estos escarabajos negros?”. Washoe podía haberse aferrado a

su “superioridad humana” y haber ignorado o maltratado a los demás

chimpancés, que eran para ella seres extraños y de terribles modales, que no

hablaban como ella. Sin embargo, fue capaz de abandonar su arrogancia

cultural y desarrolló un poderoso sentimiento de protección hacia sus

semejantes. Cuidaba con maternal cariño a los más pequeños y defendía a los

débiles. A menudo me he preguntado cómo será despertarse un día, como le

ocurrió a Washoe, y descubrir que no somos los seres superiores que

creíamos ser.

Las “cerraduras de los misterios”

Raquel le explica a Jesús el mecanismo de la Vida, la Teoría de la Evolución,

que nos enseñó Charles Darwin y Jesús, como buen judío, le responde

entendiendo el misterio “sin que el misterio deje de serlo”, tal como aparece

descrita una de las características de la sabiduría en un antiguo relato jasídico.

El jasidismo fue un movimiento religioso dentro del judaísmo que, a partir del

siglo XVII, y partiendo de la raíz cultural judía ―la que hizo sabio y humilde a

Jesús― proporcionó un nuevo enfoque a la relación del ser humano con lo

divino.

Así como cada cerradura tiene una llave única que la abre, así cada misterio

de este mundo tiene la correspondiente meditación que lo penetra y lo expone.

Pero así como hay ladrones para las cerraduras, hay ladrones para los

misterios, y Dios no ama menos a estos ladrones, que hacen saltar las

cerraduras de los misterios. Así lo explica el relato del Maguid de Mezritsh en

“Los mejores cuentos jasídicos” de Baal Shem Tov.

En la entrevista con Raquel, Jesús reconoce en Darwin al “ladrón” sabio que

hizo saltar la cerradura del misterio de la Vida.


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