En el nordeste brasileño está el Sertao.
Un océano de arena y piedras, que no hace más que llenar de amargura a sus pobladores, cuando intentan plantar un poco de maíz, o criar alguna vaca de carne durisima.
Pero eso, es en la época de lluvias... las pocas lluvias... las ningunas lluvias.
Allí, en el Sertao, de entre las tierras quemadas y resecas, a comienzos del 1900, surgieron los Cangaseiros. Piratas del desierto, bucaneros de la vida, que andaban, de un lado a otro, robando a los pueblos ricos, a los hacendados, a los oficiales del gobierno. Robaban para comer, y para dar de comer. No había poblador del Sertao, que no conociera la mano generosa de los Cangaceiros.
Virgulinho Ferreira da Silva, había visto morir a su padre a manos de la policía y, desde ese día, cabalgó junto a los Cangaceiros. Los años, y su coraje, lo convirtieron en el jefe y, fue llamado Lampiao, por que así brillaban los fogonazos de su rifle.
“Cuando le apunto con mi arma a alguien (decía Lampiao) solo lo mato si Dios quiere, por que, si él, no lo quisiera así, yo erraría el disparo”.
No hubo rincón del desierto que no hablara de Lampiao. Hasta los yanquis, hablaban de este Robin Hood que, montado en su caballo, era buscado por la policía de siete estados de Brasil y por un ejercito de mercenarios, pagado por los hacendados.
Lampiao, cuando no robaba, componía, porque además de gran tirador y estratega, inventaba canciones, y las tocaba en su acordeón.
Pero en el Sertao ya lo saben, en cada rincón ingrato de nuestra América ya lo saben: la lluvia no es para siempre. A Lampiao, lo emboscaron cuando salía de una cueva en la que se escondía. Todos los pueblos del nordeste brasileño, fueron obligados a desfilar frente a su cabeza.
Muchos creen que la historia puede borrarse de un machetazo. Que el desierto puede olvidarse del agua. Pero estamos en América... y en América, todo puede suceder.
Lampiao vuelve en cada canción
Su espíritu se mantiene vivo, esperando el momento de reencarnar.
Texto: Ricardo Veiga
Voz: Alicia Carlucci
Música: Egberto Gismonti – Gilberto Gil – Sergio Ricardo