Y si no, no se sabe.
Qué ingredientes convienen al pez
o al guisado desangrado y hervido con chorros de vinagre.
En tus manos abuela, cocinera del mundo,
las cosas se transforman súbitamente mágicas
y la naturaleza se somete a tus órdenes, abuela.
Con la clara obediencia natural del milagro.
La hortaliza plural, la arena palpitante, el aceite abundoso, el repollo crispado, el cereal potente, las carnes, los menudos.
Salen de tus industrias lujosos y fragantes
¿Quién guardó los secretos?
El proceder, el gusto, la forma, los aromas, el picante equilibrio,
sino las servidumbres vitales del romero,
la humilde y silenciosa paciencia de los siglos,
madres de brazo en jarra, delantal remendado,
bajaron al mercado, a la feria estentórea,
a escoger combatiendo lo más verde del día,
y la más portentosa naturaleza cruda.
¿Olvida usted que el trigo comienza en la semilla,
sube la espiga, cae y luego recomienza?
¿Ignora usted que el guano, macerado en la sombra,
alimenta lo tierno de las esparragueras?
¿Sabe usted que la tierra, emporcada de vida,
lo mezcla todo y sube, dificultosamente, hasta la primavera?
¿Quién? ¿Quién trasgredió estas leyes?
¿Quién dio vuelta la torta?
¿Quién olvidó que come, digiere y luego piensa?
¿Cómo fue que caímos, madres, a tal olvido?
¿Quién fue el oscuro imbécil que comía en la tierra
y después profesaba la inocuidad del cielo?
Ellos, madres, los zánganos, los dueños de la espada,
ellos, los comegente, los comepueblo.
Ellos, que juntaban sus dioses en sus templos del odio
y después descendían a repartir el miedo.
Menos mal que allá abajo, en la mesa del pobre
la sartén no cesaba de freír lo evidente.
Menos mal que crecía la rebelión del ajo,
y en todas las cocinas resistían los pueblos.
Texto: Armando Tejada Gómez del libro Canto Popular de las comidas
Voz: Ricardo Veiga
Música: Chango Spasiuk