Guillermo Maquintoche -especialista del Consejo Municipal de Patrimonio- en una aproximación a la historia de la nación y local, evoca el suceso, en el cual se legitimó, en el reconocido Tratado Hay-Quesada, la pertenencia al archipiélago cubano de esta isla, luego de 21 años de diferendo con Estados Unidos.
El hecho tuvo su antecedente el 10 de diciembre de 1898, cuando se firmó el Tratado de París, mediante el cual Washington justificó la usurpación de Isla de Pinos a Cuba, oneroso apéndice extraterritorial a la Constitución de la República en 1901.
Propósito que dejó claro -en carta confidencial a su entonces presidente Theodore Delano Roosevelt en Octubre de ese año- el general Leonard Wood, gobernador militar durante la ocupación de EE.UU. en este país, cuando escribió: “(...) La isla se norteamericanizará gradualmente y, a su debido tiempo, contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo (...)”.
Los pineros no olvidan el retraso que, en lo social y económico, significó el suceso, que estimuló la llegada a Isla de Pinos de cientos de emprendedores estadounidenses incitados por la compra de tierra, la creación de compañías especuladoras y de asentamientos, donde establecieron instituciones socioeconómicas con toda su carga simbólica, comenta.
Transcurridas dos décadas de aquella concertación, una gran agitación patriótica liderada por Julio Antonio Mella movilizó a toda la nación contra las pretensiones yanquis de asegurarse a la isla.
Nuevas indagaciones alusivas al tema, dan un golpe de timón a la historiografía local y nacional, cuando Javier Negrín Ruíz, profesor de la Universidad local, y Jorge Fernández Guerrero, residente fuera del territorio nacional, en su libro “La masonería cubana y el Tratado Hay-Quesada” develan el protagonismo de los masones en la resolución del conflicto.
Desde entonces la efeméride, marcada por sentimientos antimperialistas, de rebeldía y patriotismo, se inscribió en la historia local y nacional como día de fiesta expresada en verbenas, para las cuales se seleccionaba a la “Señorita 13 de marzo”.
En 1957, luego del lamentable desenlace de los asaltos simultáneos al Palacio Presidencial y a la emisora Radio Reloj, en el que cayeron en combate José Antonio Echeverría y otros jóvenes, en la Isla de Pinos se suspendieron las festividades en honor a esos mártires.
Aquellas verbenas eclipsaron en los primeros años de la Revolución, y convertidas en fiestas populares desde finales del siglo XX retornaron para seguir afianzando la cubanía.