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BOLETÍN Y ELEGÍA DE LAS MITAS (1)
BOLETÍN Y ELEGÍA DE LAS MITAS (1)
Descripción:

El estremecedor poema del poeta ecuatoriano César Dávila Andrade.

Libreto:
César Dávila Andrade, poeta ecuatoriano, escribió este estremecedor poema indígena en 1959. Años después, fue puesto en escena por el Teatro Ensayo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

En este 12 de octubre, Día de la Resistencia Indígena, RADIALISTAS se enorgullece de enviarles este audio, recuperado de antiguos archivos. Para Antonio Ordóñez, quien declama el poema, nuestro mejor agradecimiento.

INDIO Yo soy Juan Atampam, Blas Llaguarcos, Bernabé Ladña,

Andrés Chabla, Isidro Guamacela, Pablo Pumacuri,

Marcos Lema, Gaspar Tomayco, Sebastián Caxicondor.

Nací y agonicé en Chorlaví, Chamanal, Tanlagua, Nieblí.

Sí, mucho agonicé en Chisingue,

Naxiche, Gambayna, Poalé, Cotopilaló.

Sudor de sangre tuve en Caxají, Quinchirana,

en Cicapla, Licto y Conrogal.

Padecí todo el Cristo de mi raza en Tixán en Saucay,

en Molleturo, en Cojitambo, en Tovavela y Zhoray.

Añadí así más blancura y dolor a la cruz que trajeron mis verdugos.

A mí tam. A José Vacacela tam.

A Lucas Chaca tam. A Roque Caxicondor tam.

En plaza Pomasqui y en rueda de otros natuales

nos trasquilaron hasta el frío la cabeza.

Oh, Pachacámac, Señor del Universo,

nunca sentimos más helada tu sonrisa,

y al páramo subimos desnudos de cabeza,

a coronarnos, llorando con tu Sol.

A Melchor Pumaluisa, hijo de Guápulo,

en medio patio de hacienda, con cuchillo de abrir chanchos,

le cortaron los testes.

Y, pateándole, a caminar delante

de nuestros ojos llenos de lágrimas.

Echaba, a golpes, chorros de ristre de sangre.

Cayó de bruces en la flor de su cuerpo.

Oh, Pachacámac, señor del Infinito,

Tú, que manchas el Sol entre los muertos.

Y vuestro Teniente y Justicia Mayor

José de Uribe: "Te ordeno". Y yo,

con los otros indios, llevámosle a todo pedir,

de casa en casa, para su paseo, en hamaca.

Mientras mujeres nuestras, con hijas, mitayas,

a barrer, a carmenar, a texer, a escardar;

a hilar, a lamer platos de barro -nuestra hechura,-

Y a yacer con Viracochas,

nuestras flores de dos muslos,

para traer al mestizo y verdugo venidero.

Ya sin paga, sin maíz, sin runa-mora,

ya sin hambre de puro no comer;

sólo calavera, llorando granizo viejo por mejillas,

llegué trayendo frutos de la yunga

a cuatro semanas de ayuno.

Recibiéronme: Mi hija partida en dos por Alférez Quintanilla,

Mujer, de conviviente de él. Dos hijos muertos a látigo.

Oh, Pachacámac, y yo, a la Vida

Así morí.

Y de tanto dolor, a siete cielos,

por sesenta soles, Oh, Pachacámac,

mujer pariendo mi hijo, le torcía los brazos.

Ella, dulce ya de tanto aborto, dijo:

"Quiebra maqui de guagua; no quiero que sirva

que sirva de mitaya a Viracochas".

Quebré.

Y entre Curas, tam, unos pareciendo diablos, buitres, había.

Iguales. Peores que los otros de dos piernas.

Otros decían: "Hijo, Amor, Cristo".

Y ellos: "Contribución, mitayo a mis haciendas,

a tejer dentro de Iglesia, aceite para lámpara,

cera de monumentos, huevos de ceniza,

doctrina y ciegos doctrineros.

Vihuela, india para la cocina, hijas para la casa.

Así dijeron. Obedecí.

Y después: Sebastián, Manuel, Roque, Salva,

Miguel, Antonio, Mitayos, a hierba, leña, carbón,

paja, peces, piedras, maíz, mujeres, hijas. Todo servicio.

A runa-llama tam, que en tres meses

comistes dos mil corazones de ellas.

A mujer que tam comistes

cerca de oreja de marido y de hijo,

noche a noche.

Brazos llevaron al mal.

Ojos al llanto.

Hombros al soplo de sus foetes,

Mejillas a lo duro de sus botas.

Corazón que estrujaron, pisando ante mitayo,

cuerpos de mamas, mujeres, hijas.

Sólo nosotros hemos sufrido

el mundo horrible de sus corazones.

En obraje de telas, sargas, capisayos, ponchos,

yo, el desnudo, hundido en calabozos, trabajé

año cuarenta días,

con apenas puñado de maíz para el pulso

que era más delgado que el hilo que tejía.

Encerrado desde la aurora hasta el otro claror,

sin comer tejí, tejí.

Hice la tela con que vestían cuerpos los Señores,

que dieron soledad de blancura a mi esqueleto.

Y Día Viernes Santo amanecí encerrado,

boca abajo, sobre telar,

con vómito de sangre entre los hilos y lanzadera.

Así, entinté con mi alma, llena de costado,

la tela de las que me desnudaron.

"Porque no hemos venido

a vivir en la tierra.

Sólo venimos a soñar.

Sólo venimos amar

aquí en la Tierra".

Y a un Cristo, adrede, tam trujeron,

entre lanzas, banderas y caballos.

Y a su nombre, hiciéronme agradecer el hambre,

la sed, los azotes diarios, los servicios de Iglesia,

la muerte y la desraza de mi raza.

(Así avisa al mundo, Amigo de mi angustia.

Así, avisa. Di. Da diciendo. Dios te pague).

Y bajo ese mesmo Cristo,

negra nube de buitres de trapo vinieron. Tantos.

Cientos de casas hicieron en la Patria.

Miles de hijos. Robos de altar. Pillerías de cama.

Dejáronme en una línea de camino,

sin Sur, sin Norte, sin choza, sin...dejáronme!

Y, después, a batir barro, entraña de mi tierra;

hacer cal de caleras, a trabajar en batanes,

en templos, paredes, pinturas, torres, columnas, capitales.

Y, yo, a la interperie!

Y, después, en trapiches que tenían,

moliendo caña, me molieron las manos:

hermanos de trabajo bebieron mi sanguaza,

miel y sangre y llanto.

Y ellos, tantos, en propias pulperías,

enseñáronme el triste cielo del alcohol!

y la desesperanza

Gracias!

¡Oh, Pachacámac, Señor del Universo!

Tú que no eres hembra ni varón.

Tú que eres Todo y eres Nada,

Óyeme, escúchame.

Como el venado herido por la sed

te busco y sólo a Ti de adoro.

Y tam, si supieras, Amigo de mi angustia,

cómo foeteaban cada día, sin falta.

"Capisayo al suelo, Calzoncillos al suelo,

tú, bocabajo, mitayo. Cuenta cada latigazo".

Yo, iba contando: 2, 5, 9, 30, 40, 70.

Así aprendía a contar en tu castellano,

con mi dolor y mis llagas.

Enseguida, levantándome, chorreando sangre,

tenía que besar látigo y mano de verdugos.

"Dioselopagui, Amito", así decía de terror y gratitud.

Un día en santa Iglesia de Tuntaqui,

el viejo doctrinero, mostróme cuerpo en cruz

de Amo Jesucristo;

único Viracoha, sin ropa, sin espuelas, sin acial.

Todito Él era una sola llaga salpicada.

No había lugar ya ni para un diente de hierba

entre herida y herida.

En Él, cebáronse primero; luego fue en mí.

De qué me quejo, entonces? No. Sólo te cuento.

Me despeñaron. Con punzón de fierro,

me punzaron todo el cuerpo.

Me trasquilaron. Hijo de ayuno y de destierro fui.

Con yescas de manguey encendidas, me pringaron.

Después de los azotes, y aún en el suelo,

ellos entregolpeaban sobre mí, dos tizones de candela

y me cubrían con una lluvia de chispas puntiagudas,

que hacía chirriar la sangre de mis úlceras.

Así.

Entre lavadoras de platos, barrenderas, hierbateras,

a una, llamada Dulita, cayósele una escudilla de barro,

y cayósele, ay, a cien pedazos.

Y vino el mestizo Juan Ruíz de tanto odio para nosotros

por retorcido de sangre.

A la cocina llevóle pateándole nalgas, y ella, sin llorar,

ni una lágrima. Pero dijo una palabra suya y nuestra: Carajú

Y él, muy cobarde, puso en fogón una cáscara de huevo

que casi se hace blanca brasa y que apretó contra los labios.

Se abrieron en fruta de sangre: amaneció maleza.

No comió cinco días, y yo, y Joaquín Toapanta de Tubabiro,

muerta la hallamos en la acequia de los excrementos.

Y cuando en hato, allá en alturas,

moría ya de buitres o de la pura vida,

sea una vaca, una ternera o una oveja;

yo debía arrastrarle por leguas de hierbas y lodo,

hasta patio de hacienda

a mostrar el cadáver.

Y tú, señor Viracocha,

me obligaste a comprar esa carne engusanada ya.

Y como ni esos gusanos juntos

pudo pagar de golpe,

me obligaste a trabajar otro año más;

hasta que yo mismo descendí al gusano

que devora a los amos y al Mitayo!


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9 COMENTARIOS
Rita Chalco / 30 de noviembre de 2014

En mi opinión el autor relata la indignación de un padre de familia, un hombre, un hijo que ve como sus familiares, parientes, allegados se están muriendo a manos de los colonizadores, por eso trata de hacer conciencia en lo que sufrieron nuestros indígenas al momento que llegaron los colonizadores a desalojarlos de sus propiedades y sus nuevas reglas para tratar de sobrevivir sin importar si son hombres, mujeres, niños o incluso ancianos siendo abusados brutalmente para obtener su trabajo por beneficio de ellos o al momento de utilizarlas a las mujeres como si no tuviesen moralidad, además de cierta forma seguimos siendo víctimas de este de esa implantación que les hicieron a nuestros antepasados, ya que tenemos las costumbres, religiones, etc. sin importarles las de nuestros antepasados.


Pozo Potosi Luis Gerardo / 27 de noviembre de 2014

Es difícil entender como los seres humanos nos hemos causado daño entre nosotros mismos, por el simple hecho de tener diferentes aspectos culturales , sociales y económicos , y no logro entender por que se trataba de una manera cruel a los propios hijos y dueños de esta tierra nuestros indios, hasta la propia Iglesia se confabulaba con los señores para este maltrato ,bueno eso es lo que se relata también en el libro Huasipungo de Jorge Icaza , un relato similar al de este poema. Esperemos nosotros cambiar la historia de sufrimiento y eslavismo de nuestra raza que aun se vive en nuestros días y forjar la paz y libertad.


MICHELLE ALEXANDRA FLORES AUSAY / 19 de noviembre de 2014

el contenido de este poema es muy duro ya que nos hace mirar la realidad por la cual los indígenas sufrieron en tiempos pasados podemos meternos en el papel de la persona que lo redacta y tratar de sentir un poco del dolor que ellos tuvieron el sufrimiento y amargura que ellos pasaban dia tras dia pero siempre tenian la mente en alto para no perder su honor y gratitud a pesar de su infelicidad ,esto es una muestra que cada dia que pasa a comparacion de nuestro pasado nosotros vivimos en un mundo liberal y sin prejuicios


william / 11 de marzo de 2014

Trata sobre la forma cruel e inhumana de esclavitud sobre el pueblo indio, en la que claramente narra que al indio se lo hacia trabajar desde el amanecer hasta el anochecer bajo condiciones deplorables llegando a tal punto que la gente esclavizada no los alimentaban de manera correcta provocando un alto índice de desnutrición. Incluso estos tiranos se llevaban a mujeres e hijas de los indios maltratándolas violándolas, a los hijos azotándolos hasta teñir sus pieles de sangre causando sufrimiento y dolor al pueblo indio bajo doctrinas traídas por los esclavistas a base de todo el sufrimiento causado el indio moría debido a las acciones de estos tiranos.


Jessica Fernanda Cordova Basante / 08 de marzo de 2014

Es un poema que invita a recapacitar acerca de lo que soportó la población indígena al llegar los españoles. Es impactante y debe ser leída por todos los ecuatorianos, ya que nos damos cuenta de lo que vivieron nuestros antepasados y los esfuerzos que hicieron para sobrevivir entre trabajo y latigazos. Todos deberíamos tener presente nuestro pasado y en el presente tratar de desatar las costumbres de nuestros indígenas que solamente fueron cambiados a cambio de castigos y violencia, recordar que todos nosotros somos iguales y que deberíamos sentirnos orgullosos de provenir de gente luchadora y de nuestras raíces indígenas.


Fernanda Freire Guevara / 22 de septiembre de 2013

En este poema nos da a conocer el abuso y maltrato que nuestros indígenas sufrieron por los colonizadores españoles los cuales llegaron a adueñarse de todo tierra,animales y hasta de la libertad y familia de ellos.Siendo utilizados como esclavos a ellos, teniéndoles en las peores condiciones que creo que ni a los animales los tenían. Castigando los de formas inhumanas que causan tanto dolor al escucharlas, y en ;la mayoría de casos con ellos llevarles a la muerte.Tenerles sin comida provocando que de milagro siguieran vivos ya solo manteniéndose en huesos. Implantarles a golpes y sangre su idioma, su religión y sus costumbre quitando todo sus orígenes eso fue la colonización un acto demasiado sangriento y doloroso


Alexandra Gualotuña Fernández / 19 de agosto de 2013

Me parece un poema muy interesante ya que nos describe como era nuestro país en la época colonia, las explotaciones que sufrían nuestros indígenas, las injusticias de las que eran víctimas, el abuso al que fueron sometidas las mujeres indígenas, el maltrato, e incluso la muerte. Nos da una visión muy clara que en la época colonial se derramó mucha sangre.


Byron Paul Cajamarca Echeverria / 18 de agosto de 2013

Este poema habla de nuestra realidad como pueblo todas las injusticias que sufrimos cuando los colonizadores llegaron nos trataron peor que ha personas como animales nos introdujeron su lengua, sus costumbres, su religión y por si fuera poco, todo lo hacían en nombre de Dios. Nos humillaron, golpearon, mataron sin piedad a niños mujeres sin importarles nada. Se apoderaron de nuestras tierras como si fueran los legítimos dueños, nos quitaron la paz que tenían nuestros aborígenes, pero la iglesia esta perdonada, el papa Juan Pablo II ya nos pidió disculpas porque la Iglesia colaboró en la conquista de América antes de finalizar el milenio.


Jenny Gabriela Castro Zuñiga / 13 de febrero de 2013

En este poema el autor trata de llegar a nosotros con un dolor tan grande el saber como nuestros indígenas sufrieron al ser colonizados por los españoles como los hombres y hasta los niños fueron explotados brutalmente y como las mujeres fueron abusadas todo eso causa dolor el saber como sus tierras, sus animales y hasta su de su familia fueron despojados como adoraban dioses que no conocían y sentirse abandonados por su Pachacamac, sobre todo el dolor de escuchar esta frase "nos trasquilaron hasta el frío". El saber como pedían misericordia fue tan doloroso para nuestro pueblo indígena.