LOCUTOR —Del campo internacional. ¡Una primicia para nuestros oyentes! Como ya les hemos venido informando, acaba de producirse hace apenas unos días el mayor acontecimiento de los últimos cinco siglos: el descubrimiento de América. También conoce ya nuestra audiencia que en esta ocasión se realizó la primera operación comercial de la historia de América, que consistió en el trueque del oro de nuestros indígenas por espejitos rotos y chatarra vieja de la que traían los españoles en las tres carabelas. ¡Oro por espejitos! ¡El primer intercambio económico de nuestra historia! Los cronistas, al conocer los términos del negocio, se apresuraron a calificar de idiotas a los pobladores de América. Pero para que nuestros oyentes conozcan otra versión que podría desmentir a los cronistas, tenemos las declaraciones de una anciana de la islita de Guanahaní que participó en este histórico cambalache y que viene a ofrecernos... ¡la otra cara de la noticia! ¡Adelante, control!
REPORTERO —Abuela Guanatabey, los micrófonos son suyos...
ABUELA —¿Qué quiere que le cuente? Mire, cuando llegaron salimos contentos a recibirlos. Aquellos pobres barbudos venían cansados, con hambre larga, sucios, olían muy feo. Parecían acabados. Usted sabe, nuestra ley es la hospitalidad. También con ellos, aunque no sabíamos ni de dónde habían salido. Por la hospitalidad, les ofrecimos pan de yuca. Le hicieron asco. Hojas de tabaco. No sabían fumarlas. La playa para bañarse. Tampoco. Nada de eso querían.
REPORTERO —¿Y qué querían, qué querían los españoles, abuela Guanatabey?
ABUELA —Sólo señalaban nuestros adornos de oro, los que nos ponemos en la nariz y en las orejas. Gritaban, nos pedían eso. Por fin, se los dimos. A cambio, sacaron estos espejitos... Mire... Hasta rotos... Pero pensamos que estas cositas eran su saludo de amistad.
REPORTERO —¿Y ustedes quedaron conformes con el cambio, abuela?
ABUELA —Ellos son los que no quedaron conformes. Esos barbudos se volvieron locos cuando agarraron ese oro. No agradecieron. Les entró como una fiebre mala. Y empezaron a reclamarnos, con exigencias, con muchas amenazas. Entonces yo les dije a los más jóvenes: Si la cosa empieza así, mal va a acabar.
INTERLOCUTOR —Y no acabó mal, sino peor. Esta fiebre de oro duró tanto que en el primer siglo y medio de colonia española llegaron al puerto de Sevilla, en España, 185 mil kilos de oro puro. Auténtico. 185 mil kilos de oro puro que venían de América... que eran nuestros. Durante 500 años han jugado a regalarnos espejitos. Tal vez la historia esté al revés.