LOCUTOR —¡Extra! ¡Noticia de última hora! ¡Suicidios colectivos en Haití! En las últimas semanas, centenares de campesinos haitianos se han quitado la vida en extrañas circunstancias. Los cables que estamos recibiendo son alarmantes: familias enteras envenenadas, mujeres que abortan voluntariamente y después se despeñan, comunidades que deciden ahogarse en los ríos, más de un poblador ha aparecido ahorcado con sus propias manos. Un fanatismo de muerte parece haberse apoderado de amplios sectores indígenas en la tradicionalmente tranquila isla del Caribe. ¡Y nuestra enviada especial con un reportaje desde el mismo lugar de los hechos!
REPORTERA —A juicio de algunos, locura colectiva. A juicio de otros, simple y llanamente no querer trabajar. Tenemos también la opinión de un sacerdote católico que conoce bien la zona. ¿A juicio suyo, padre?
BARTOLOME —Los patronos dicen que los campesinos se matan porque no quieren trabajar. No, no es eso. Es que le han perdido el gusto a la vida. ¿Usted se imagina lo que es estar metido en un río, 16 horas, con el agua a la cintura, arreados a latigazos como animales? Prefieren la muerte a estos trabajos forzados.
REPORTERA —Pero padre, ¿y cómo no se rebelan, entonces?
BARTOLOME —Usted no conoce a las autoridades de esta isla. Si se rebelan, es peor. Yo he visto con mis propios ojos a los militares españoles cuando llegan a un poblado. Hacen apuesta sobre quién de una cuchillada abre por medio a un hombre. O quien le corta la cabeza de un solo tajo. Les da igual que sea un anciano o una embarazada. Los he visto agarrar a los niños, las criaturas de pecho, y lanzarlas al aire y ensartarlas en la espada. O tirarlas contra las piedras. A los hombres les cortan las manos. A otros los amarran con paja seca y los queman vivos. Y les clavan una estaca en la boca para que no se oigan sus gritos. Eso y mucho más es lo que están haciendo los conquistadores españoles con los indios de estas tierras.
INTERLOCUTOR —El padre de esta entrevista era Fray Bartolomé de las Casas, sacerdote español, gran defensor de los indios, que en 1542 dejó escritas estas cosas que sucedieron no sólo en Haití, sino en la República Dominicana, en Cuba, en Puerto Rico, y en todas las otras islas del Caribe en los primeros tiempos de la conquista española.
Durante 500 años dijeron que todas estas cosas eran exageraciones, mentiras, leyenda negra. Tal vez la historia esté al revés.