LOCUTORA —Del panorama internacional. ¡Avanza a toda prisa la conquista de América! Nada detiene a los capitanes españoles que, día a día, acometen nuevas hazañas, informan de nuevos descubrimientos, llenan con sus proezas las páginas de los libros de historia donde estudiarán las generaciones venideras. Pero si resulta admirable esta epopeya, todavía más admirable resulta la rapidez con que se lleva a cabo. ¿Cómo es posible que en tan corto tiempo estos hombres, abanderados de España, crucen de una punta a otra el continente? ¿Cómo en tan pocos años alcanzan las islas y la tierra firme, cómo suben a las cumbres nevadas y bajan al infierno verde de los trópicos? ¿Qué fuerza interna les impulsa?
REPORTERO —Aquí estamos con nuestros equipos móviles acompañando el rápido avance de un conquistador español. Se trata, en este caso, del capitán Pedrarias Dávila, que atraviesa ahora las tierras centroamericanas. Con él van numerosos indios que avanzan, naturalmente, en fila india, uno tras otro, venciendo las dificultades del camino. La selva es terca. Pero nada ni nadie los detiene. «El tiempo es oro», nos declaraba hace unos minutos el capitán Pedrarias Dávila. El tiempo es oro y hay que andar de día y de noche. Para asegurar el buen ritmo de la marcha, vemos que el capitán Pedrarias ha preferido encadenar a los nativos. Una gruesa argolla de hierro ajustada al pescuezo les permite avanzar acompasadamente... Lo logran, a pesar de que la carga es bien voluminosa. No hemos indagado, pero así, a ojo, podemos calcular unas tres o cuatro arrobas de peso por lomo de indio. Tal vez por esto prefieren caminar casi desnudos. Se pueden observar las llagas en sus espaldas, se tambalean cubiertos de sudor... Pero no se detienen... Bueno, sí, estamos observando ahora a un indígena que ha flaqueado, ha dejado caer la pesada carga y ha caído él también. No sabemos si se trata de desmayo o de muerte... En todo caso, se interrumpe la marcha de los demás. Cuando ocurren estos accidentes, el capitán español da muestras de firmeza, baja del caballo, se acerca al caído y no le tiembla el pulso para dar el tajo mortal.
La cabeza cae por un lado, el tronco por el otro... Este método de cortar la cabeza del indio aún encadenado y de un solo tajo puede parecer un poco brusco, no cabe duda, pero permite continuar la marcha sin perder tiempo en abrir la argolla... Ahora la carga del descabezado se reparte entre los demás de la fila... Y así, en apenas cuestión de minutos, se pone nuevamente en movimiento la caravana conquistadora. El tiempo es oro, como repite el capitán Pedrarias quien, después de limpiar de sangre la espada y envainarla, vuelve a su caballo... y cabalga, cabalga hacia adelante, superando siempre sus propias metas.
INTERLOCUTOR —Estas cosas ocurrieron en la conquista de América. El padre Bartolomé de las Casas las dejó escritas para que no se olvidaran. Sucedieron en Centroamérica con Pedrarias Dávila, y en Venezuela con Alfinger, y en la Florida con Hernando de Soto... Cosas parecidas hicieron Colón, y Pizarro, y Cortés, y Alvarado y Pánfilo de Narváez, y Benalcázar y Valdivia y Almagro... y tantos otros que tenían mucha prisa porque ambicionaban mucho oro.
Durante 500 años estudiamos en los libros de la escuela las hazañas de estos grandes «héroes». Tal vez la historia esté al revés.