LOCUTOR —¡Ultima hora! ¡Urgente! ¡Diálogo se rompe a balazos! ¡Negociación política acaba en un baño de sangre! ¡Ultima hora! ¡El encuentro programado para hoy entre autoridades españolas y peruanas terminó en tragedia a los pocos minutos de haber comenzado! ¡Información de primera mano con nuestra corresponsal en Perú, destacada hoy en Cajamarca, lugar donde han ocurrido estos lamentables incidentes!
REPORTERA —La violencia, la barbarie, sigue siendo noticia en el Perú. Ayer fue Tumbes. Hoy, Cajamarca. Esta pequeña y tranquila ciudad del norte peruano se ha convertido en la mañana de hoy en escenario de una matanza de escalofriantes proporciones. Nuevamente, sangre peruana es derramada por manos criminales que no respetan la vida ni tampoco las más elementales normas del diálogo civilizado. Porque de eso se trataba, de un diálogo. Pero, ¿cómo una negociación que tendría que ser pacífica, desembocó en una auténtica masacre? A pesar de la confusión que todavía reina en esta ciudad, tenemos ya una versión bastante aproximada de los hechos. Como hemos venido informando, desde el arribo hace unos meses de la tropa española a estas tierras, sus relaciones con el gobierno peruano han sido tirantes, difíciles y —¿por qué no decirlo?— sangrientas. A pesar de ello, el inca Atahualpa, máxima autoridad del país, accedió a dialogar con los extranjeros. Ambas partes acordaron este lugar y esta fecha para las conversaciones. Ambas partes acudirían, naturalmente, sin ninguna clase de armamento. A la hora señalada, llegó la comitiva peruana encabezada por Atahualpa. Se calcula en 5 mil los hombres que llenaron la plaza. Todos, según el acuerdo, completamente desarmados. Para sorpresa de ellos, ni los españoles, ni su capitán, Francisco Pizarro, aparecían por ningún lado. Después de un rato de desconcierto, se oyó un grito y estalló el primer cañonazo. Los españoles aparecieron. Estaban emboscados en los edificios que rodean la plaza. De inmediato, se abalanzaron a caballo y espada en mano contra la multitud indefensa. Los cañones rompieron a disparar, y Francisco Pizarro aprovechó el pánico del gentío para salir de su escondite y agredir con sus propias manos a Atahualpa, a quien hizo prisionero. En pocos minutos, esta plaza quedó literalmente cubierta de cadáveres. Todavía podemos ver a decenas de ellos, apilados en los portales. Todavía escuchamos los lamentos de los heridos, de los que fueron atacados por la espalda y a traición. Uno de los sobrevivientes nos decía hace unos momentos:
VIEJO INCA —Nos confiamos. No se puede creer en palabra de serpiente.
INTERLOCUTOR —El 16 de noviembre de 1532 la plaza de Cajamarca, en el Perú, fue testigo de una de las mayores masacres de la conquista española en América. El responsable del crimen fue Francisco Pizarro. 500 años de mentiras y guerra sucia... Tal vez la historia esté al revés.