LOCUTOR —¡Urgente! ¡Urgente! ¡Incendio en Quito! ¡Interrumpimos de inmediato nuestra programación para ofrecerles una noticia de última hora: la ciudad de Quito está ardiendo por los cuatro costados! ¡A varios kilómetros de distancia pueden verse las llamas que devoran la capital del Ecuador! ¡Desde el mismo momento en que conocimos la noticia hemos querido establecer comunicación con nuestra redacción en la ciudad siniestrada, pero todos los esfuerzos han resultado infructuosos!
LOCUTORA —Sin embargo, hace tan sólo unos minutos, un radioaficionado quiteño logró hacer contacto con nuestra emisora y pudimos grabar sus palabras. Es la primera información de que disponemos sobre el voraz incendio que consume en estos momentos a la ciudad de Quito, en Ecuador.
QUITEÑO —Aló... aló... ¿Me escuchan? Hablo desde aquí... Estoy muy cerca de Quito... Quería comunicarles que nuestra ciudad se acabó. Quito no existe más. Cambio.
LOCUTORA —Y díganos, ¿usted es quiteño?
QUITEÑO —Sí, quiteño. Cambio.
LOCUTORA —¿Y desde dónde nos habla?
QUITEÑO —Estoy cerca de Quito con mi familia. Todos estamos a salvo. Cambio.
LOCUTORA —¿Y se conoce ya un número aproximado de víctimas del incendio?
QUITEÑO —Ninguna. Ninguna víctima. Ya sabíamos y salimos en orden antes del fuego. Todos salimos y salvamos nuestras cosas. Diga por favor que no hay ningún muerto, no hay ningún herido. Cambio.
LOCUTORA —¿Pero, entonces, según le he entendido, ustedes ya sabían lo que iba a suceder?
QUITEÑO —Sí, fuimos nosotros mismos los que incendiamos la ciudad, los que hicimos el fuego... Aló... aló... ¿me escucha?... Aló...
LOCUTORA —Sí, le escucho. Pero... pero si fue un incendio provocado, díganos, ¿por qué lo hicieron? ¿Quién está detrás de eso?
QUITEÑO —Nuestro máximo dirigente Rumiñahui, el jefe supremo de la Confederación Quiteña... ¿Me escucha?... El lo decidió, Rumiñahui... Aló... aló... Cambio.
LOCUTORA —Lo escuchamos. Adelante.
QUITEÑO —Los conquistadores españoles mataron a Atahualpa en Cajamarca. Y han masacrado poblaciones enteras. Como si el mundo se acabara. ¿Conocían ustedes eso? Aló... Ya estaban llegando a Quito... Pero antes decidimos acabar nosotros con Quito. Ahora, cuando lleguen, que roben cenizas, si quieren. ¿Me entiende? Cambio.
LOCUTORA —¿Y ustedes?
QUITEÑO —Nosotros estamos listos para combatirlos en las montañas, con Rumiñahui al frente. Enguerrillerados. Cambio.
LOCUTORA —¿Cómo dice?
QUITEÑO —Que estamos enguerrillerados. Cambio.
INTERLOCUTOR —En 1533, los pobladores de Quito incendiaron su ciudad antes que cayera en manos de los conquistadores españoles al mando del capitán Sebastián de Benalcázar. El caudillo Rumiñahui resistió con su pueblo durante varios meses, hasta que fue apresado y quemado vivo. Durante 500 años no nos ha quedado más que la montaña para hacer valer nuestros derechos. Tal vez la historia esté al revés.