El 14 de noviembre de 1959, en Kansas, dos hombres entraron en una casa buscando robar una caja fuerte, pero nunca la encontraron, así que luego de robar las pocas pertenencias que allí encontraron, se fueron, no sin antes matar a sus cuatro habitantes.
Dos días más tarde, Truman Capote, hojeaba el New York Times, al llegar a la página 39 encontró la noticia que sería la clave de su éxito:
En ese momento ni un alma los oyó en el pueblo dormido , cuatro disparos que, en total, terminaron con seis vidas humanas.
Así lo describiría Capote en el libro A Sangre Fría. Apenas leyó la noticia fue hacia las oficinas del diario y le propuso la idea al director: viajar a Kansas, hablar con la gente, conocer todo sobre la familia asesinada, y volver con una historia sobre el crimen que desvelaba al pueblo. La idea fue aprobada, el viaje se realizó, pero ya en Kansas algo cambió. Dick Hickock y Perry Smith (los autores de los asesinatos) fueron detenidos. Truman concluyó que mucho más interesante que la historia familiar, sería narrar la historia de los criminales.
Afuera, Perry se puso a tomar el sol. Eran las nueve menos cuarto y Dick llevaba ya media hora de retraso. Si Dick no hubiera machacado tanto sobre la importancia de cada minuto en las veinticuatro horas siguientes, ni lo hubiera notado. No le faltaban maneras de pasar el tiempo, y una de ellas era mirarse al espejo. En una ocasión, Dick le había dicho:
Cada vez que ves un espejo, te pones como en trance. Como si estuvieras contemplando un magnífico trasero. Vamos, por Dios, ¿no te aburres nunca?
Lejos de cansarle, su rostro le fascinaba. Desde cada ángulo le producía una impresión diferente. Era un rostro cambiante y los experimentos frente al espejo le habían enseñado a controlar sus expresiones, a parecer ora amenazador, ora travieso, ora sentimental
Capote comenzó a ir a menudo a la prisión para visitar a Dick y a Perry, entabló con ellos una peculiar relación, especialmente con Perry. A simple vista se lo podía identificar con Truman por su baja estatura, no superaban el 1,55. Pero la similitud física no era más que una anécdota. Ambos habían soportado una infancia teñida de desgracias: una madre alcohólica que abandonó a su marido sólo para morir, criados por terceros, sufriendo el desprecio de los otros. Truman supo que su suerte podría haber sido la de Perry. Perry entendió que su vida podría haber sido la de Truman.
Maniático del diccionario, amante de las palabras difíciles, venía dedicándose a mejorar la gramática y aumentar el léxico de su compañero desde que les hicieron compartir la misma celda de la Penitenciaría del Estado de Kansas. Lejos de tomar a mal las lecciones, el alumno, para complacer al maestro, había compuesto una serie de poesías y si bien los versos eran francamente obscenos, Perry, que los encontró graciosísimos, había hecho encuadernar el manuscrito en el taller de la prisión y rotularlo en oro Chistes verdes.
Dick y Perry estaban preocupados por la forma en que serían retratados en el libro. El título no les había causado ninguna gracia: A Sangre fría hablaba de su poca piedad, de un crimen premeditado, sin embargo, Capote acentuaba más la idea, de que Dick y Perry serían asesinados a sangre fría, no sólo esa familia de Kansas.
6 años se extendió la relación entre el escritor y los presos. 6 años que pesaban cada vez más sobre Capote. Mientras más se extendiera el final, menos éxito supondría su novela, pero Perry no dejaba de ser su espejo, lo que él hubiese podido ser si los hilos de la suerte se hubiesen tejido de otro modo.
Finalmente, el 14 de abril de 1965 Dick y Perry serían ejecutados, y nacería entonces A Sangre Fría.
En marzo de 1965, cuando hacía casi dos mil días que Smith y Hickock estaban confinados en la Hilera de la Muerte, el Tribunal Supremo de Kansas decretó definitivamente que sus vidas terminarían entre la medianoche y las dos de la madrugada del miércoles 14 de abril de 1965
Y así, a primeras horas de la madrugada de aquel miércoles, Alvin Dewey, que tomaba su desayuno en la cafetería de un hotel de Topeka, leyó en primera página del Star de Kansas, el titular que hacía tanto tiempo esperaba: «Ahorcados por sangriento crimen»
Nadie sabrá nunca lo que A Sangre Fría se llevó de mi relató más tarde Capote Antes de empezar yo era una persona bastante equilibrada. Luego, no sé qué me sucedió.
En cierto modo, Capote, había muerto aquella madruga del 14 de abril de 1965, tal vez, aquella parte en que más se asemejaba a Perry. Pero su vida acabaría físicamente, y ya para siempre, el 25 de agosto de 1984.