Una madre, en una carta, le dice cuanto ama a su hija, fruto de su gran amor, no sabe como ayudarle a ser feliz, en principio pensaba que era ahorrándole sufrimientos, ahora entiende que es inútil porque ella misma tendrá que resolver sus problemas en un futuro incierto, pero por temor no logra ordenar los pensamientos y se imagina cosas negativas. Tiene muchos miedos, pero sobre todo teme que no sea feliz y perfecta, por ello reconoce que tiene que dejarle vivir el presente, equivocándose y corriendo riesgos, le da como regalo su libertad pero de a poco, por el miedo a que no pueda usarla y por su escaso entrenamiento en el uso de ésta, esperando el día en que pueda administrarla sola. Le habla a su hija sobre el sufrimiento y la humillación de la que puede ser víctima y le aconseja se cuide del poder que a veces corrompe y destruye. Para ser una persona íntegra deberá mantener los principios de la verdad sobrepasando las tentaciones para no ser esclava de éstas. Finalmente le dice que uno no es lo que piensa sino lo que hace, que quien se ama se cuida, se disculpa y sobre todo se es responsable en la vida.