dentro de este círculo vicioso doloroso.
¿Por qué tu inteligencia debe ser mi estupidez?
¿Por qué tu fortaleza es mi debilidad?
Complementarios en el uso, el abuso, la violencia…
Para que tú penetres debo ser yo penetrada,
para que tú golpees debo ser yo la golpeada.
Tonta, sumisa, guapa, complaciente…
¿Y tú? Y tú que te las das de gran estratega,
calculas el abuso, tu violencia en esta guerra…
Te crees dios creador,
mientras yo cumplo mi rol,
¡ah!, de mujer.
Me martirizo, me victimizo,
limpio, lavo, crío a tus hijos.
Aquí no hay creación sino reproducción,
perpetuación de una guerra,
sus muertas, sus heridos.
La violencia, estados de sitio,
guerra de posiciones…
Bien amaestrados aprendimos
su funcionamiento casi milimétrico
Generación tras generación,
generación tras generación,
generación tras generación.
Sientes de asfixia,
cataclismos de una guerra se avecinan.
Jurarías que es tu guerra personal,
pero es una guerra social.
Nosotras, nosotros, piezas engranajes.
Cada gesto tuyo al servicio de una guerra que no es nuestra,
al servicio de una máquina social que nos supera,
nos construye, nos genera.
En un mismo instante, tu puño que se cierra,
otro pene que penetra,
otras manos que estrangulan ajustando las poleas, los tornillos,
y más lágrimas aceitan las bisagras.
Equilibrismos procurando a cada instante
sostener la maquinaria,
un fragmento de piel amoratada,
unas manos femeninas
que maquillan las heridas.
Y mis miedos cable a tierra
para que no cortocircuite la máquina de guerra.
Un nudo en la garganta es un resorte,
cuánta más presión, más intensidad para volver a empezar.
Aquí no hay creación sino reproducción,
perpetuación de una guerra,
sus muertas, sus heridos.
La violencia, estados de sitio,
guerra de posiciones…
Bien amaestrados aprendimos
su funcionamiento casi milimétrico
Generación tras generación,
generación tras generación,
generación tras generación.