Críspulo: El silencio nunca más volvió a ese pueblo. Era un pueblo rodeado de árboles altos con ramas que parecían murciélagos balanceándose, dibujando con las alas monstruosas sombras en la oscuridad. En este pueblo, se golpeaban a los niños y mujeres, se los violaba y echaba a la calle. Los niños y mujeres, cubiertos siempre de lodo, caminaban por las calles del pueblo, un pueblo gris, terriblemente gris.
En el pueblo, los niños y las mujeres se convertían en animales que aullaban lamentos horriblemente tristes y que se escuchaban como eco de un pueblo a otro y a otro y a otro.
Se sabe que en este pueblo los niños desnudos corren y saltan por las calles y paredes de viejas casas derrumbadas. Corren para calmar el frío de un invierno crudo, eterno, que les quiebra la piel, los huesos, el alma. Mientras corren, los niños olvidan sus nombres, el nombre de sus padres, el lugar donde vivieron; se transforman en pequeñas bestias hurañas que sólo responden al látigo y al puño de los gobernantes del pueblo: Los Todo.
Los Todo son inmensas criaturas de ojos color sangre, no rojos simplemente, sino más bien color sangre. Y son realmente inmensos y con sus múltiples manos aprisionan y violan a las mujeres, golpean y hacen trabajar a los niños en oscuras cuevas.
Cuando los Todo hacen su fiesta los gritos son aún más fuertes, aún más tristes, aún más tenebrosos. Y el eco, ese horrible eco, ensordece, traspasa el valle, llega a los pueblos de las más altas montañas, donde la gente se arrodilla y reza, reza para que no hayan más lamentos, porque la fiesta de los Todo termine pronto, para que el silencio llegue algún día a ese pueblo de esclavos.
Algunos aún se preguntan: ¿Cómo dejaron a los Todo ser los dueños de todo y de todos? A esto algún un anciano responde: Dice que fue porque abusaron del silencio; porque ante el primer golpe, la primera violación, la primera muerte, nadie dijo nada, sólo hubo silencio.
Y con el silencio llegaron más violaciones, más golpes, más tortura, más muerte hasta que el silencio se convirtió en grito eterno. Y los Todo se comieron el silencio y los hizo más fuertes. El silencio devorado por los Todo desapareció y nunca más volvió.
La historia se ha relatado por siglos, los pueblos vecinos se alejaron para no escuchar más el espantoso aullido. Pero aunque no los escuchen, saben que los Todo siguen allí, viviendo escondidos, festejando su poder. Quienes conocen la historia conocen esos días de fiesta y, aunque no escuchen nada, igual se arrodillan y rezan por esas pobres mujeres y niños y se prometen no guardar silencio si algún día un Todo decide aparecer por ahí.
Te aconsejo que nunca te quedes en silencio.
Fue una producción de Infante-Promoción Integral de la Mujer y la Infancia.
Escrito por Daniela Elías
Intérpretes:
Presentadora: Daniela A. Elías;
Críspulo: Moto Morales