Imaginad unas manos llenas de muchos años y por añadidura de muchos callos.
Imaginad unas manos arrugadas donde la piel muestra el paso inexorable del tiempo.
Por su puesto, no son mis manos, no son tus manos.
Manos talladas con dolor, sangre, sudor, lágrimas y sufrimiento.
Nunca dejemos que alguien, sobretodo los desposeídos, los más necesitados, los niños de la calle, se acerquen a nosotros, y no se vayan mejores y más felices.
A veces creemos que lo que hemos logrado es solo una gota en el océano.
Pero sin ella, el océano estaría incompleto.
Lo más importante no es lo que damos
Sino el AMOR que ponemos al DAR.
Halla el tiempo para practicar la CARIDAD.
Es la llave del PARAÍSO.
Debemos ser capaces de irradiar alegría en nuestras acciones.
Aspiremos de todo corazón a que ELLOS se sientan amados.
Si los atendiésemos con cara triste, no haríamos más que aumentar su desesperanza.
El fruto del SILENCIO, es la ORACIÓN.
El fruto de la ORACIÓN, es la FE.
El fruto de la FE, es el AMOR.
El fruto del AMOR, es el SERVICIO.
El fruto del SERVICIO, es . . . LA PAZ.
La anterior reflexión y esas manos a las que nos referíamos al inicio, pertenecen a la MADRE TERESA DE CALCUTA.
Su pensamiento y memoria de sus obras, aún vivos y vigentes más nunca entre nosotros
Voces: Gloria Camacho y Hermes Varillas Labrador