Todos los seres cuentan y poseen su relativa autonomía; nada es superfluo o marginal. Cada ser compone un eslabón de la inmensa corriente cósmica que, en la perspectiva de la fe, sale de Dios y a Dios retorna.
Haciendo memoria de la reflexion hecha por Leonado Bof frente a este tema y que hoy vemos más manifiesta que en otros tiempos: “Todos los seres de la tierra se encuentran amenazados, comenzando por los pobres y marginados; y esta vez no habrá un arca de Noé que salve a unos y deje perder a otros. 0 nos salvamos todos, o todos corremos el riesgo de perdernos. A causa de esta importancia, todas las prácticas humanas y todos los saberes deben ser redimensionados a partir de la ecología, y deben dar su contribución específica en salvaguardia de lo creado. Para cumplir esta diligencia es importante hacer una severa autocrítica: en qué medida tal y tal saber constituyen un factor de desequilibrio ecológico, y tal y tal política implican degradación del medio ambiente; o tal modelo de desarrollo constituye un instrumento de pillaje de la naturaleza. Yendo más al fondo, en qué medida los propios saberes deben ser elaborados desde una perspectiva ecológica, de forma tal que representen un poderoso factor de protección, respeto y promoción de la naturaleza. Esta es la reconversión que hoy se nos impone a todos”.
Los países industrializados, casi todos situados en el hemisferio norte, son responsables del 80 % de la polución de la tierra. Pero hoy, el problema ya no es regional sino global. Las soluciones que han propuesto son, ciertamente, miopes y no cuestionan el modelo de sociedad ni el paradigma de desarrollo y consumo, principales causantes de la crisis ecológica mundial, especialmente de las enfermedades y de la muerte prematura de los pobres. Como señalaba Josué de Castro: "La pobreza es nuestro mayor problema ambiental".
En el caso de las reservas vale el comportamiento ecológico, fuera de ellas continúan el salvajismo y la rapiña del hombre moderno. Como vemos, se trata de una visión colectivamente egoísta e interesada que no merece el nombre de ecológica, porque no es inclusiva, especialmente, del ser más complejo y también más responsable de la creación, el ser humano.
En efecto, la cuestión ecológica es demasiado global como para entregarla, tan solo, a grupos especializados. Ellos tienen méritos innegables; pero no basta desarrollar una veneración por la naturaleza, si no es articulada con la agresión a los seres importantes de la misma, que son los humanos marginados y empobrecidos. La situación de injusticia social, acarrea una situación de injusticia ecológica, y viceversa.
La cuestión ecológica nos remite a un nuevo escalón de la conciencia mundial: la importancia de la tierra como un todo, el destino común de la naturaleza y del ser humano, la interdependencia que reina entre todos, el riesgo apocalíptico que pesa sobre la creación. Los seres humanos puedemos ser homicidas y genocidas, la historia lo ha demostrado. También pueden ser biocidas, ecocidas y geocidas.
Los bosques del mundo se están acabando a un ritmo de 20 millones de hectáreas por año. Los principales problemas globales relativos al medio ambiente son: lluvia ácida, calentamiento de la atmósfera, destrucción de la capa de ozono, desmonte/ desertificación, y superpoblación.
Los mayores contaminadores del planeta son los países ricos e industrializados. Aquí se produce una paradoja y una hipocresía: los países del hemisferio norte, principales responsables de la crisis ecológica mundial que nos afecta a todos, se niegan a asumir el principal compromiso por corregir el curso de este proceso de desarrollo.
El argumento no es difícil: o nos salvamos todos dentro de un sistema de convivencia solidario y participativo en la nave-tierra, imponiendo transformaciones fundamentales, o hacemos explotar la nave, precipitándonos todos al abismo.
¿Cómo practicar una ecología que preserve la creación natural y cultural en la justicia, la solidaridad y la paz?.
En cuanto al modelo de crecimiento ilimitado, está habitado por un demonio: él se construyó sobre la explotación de las clases trabajadoras, el subdesarrollo de las naciones dependientes y la depredación de la naturaleza. El resultado final es éste: el desarrollo económico no produce, al mismo tiempo desarrollo social. Por el contrario, se hace a costa del mismo. El bienestar apenas alcanza a una elite de naciones, o a las élites de una nación, y no implica el bienestar de la naturaleza.
Es un camino que debe profundizarse. Falta un cuestionamiento básico del tipo de sociedad que queremos, para decidir un tipo de desarrollo ecológicamente aceptable.
Vivimos y sufrimos en el marco de una sociedad de clases que produce desigualdades y distribución asimétrica de los medios de poder y de vida, la clase dominante no pone límites a sus deseos e impide que otros satisfagan sus necesidades. Tanto la pobreza como la riqueza producen desequilibrios ecológicos. Por necesidad, los pobres depredan a corto plazo lo que, a largo plazo, podría significar su subsistencia. Por su parte, los ricos despilfarran recursos que faltarán a los pobres de hoy y a las generaciones de mañana. Bien decía Mahatma Ghandi: "la tierra satisface las necesidades de todos, pero no la voracidad de los consumistas".
En la actual situación, quienes detentan el poder conducen la política para garantizar sus intereses y satisfacer sus deseos. Los grupos empresarios elaboran planes de desarrollo desde la ideología de la maximización de los beneficios; a eso los impulsa la lógica del sistema, de otro modo, son vencidos por la competencia. Por su parte, el estado conduce su política de desarrollo industrial, energético, agrícola, vial, urbano, etc., con los mismos criterios del sistema global. El precio que se paga por todo esto -no debe extrañar- es la agresión al eco-sistema.
Con las presiones de la nueva conciencia, se intenta equilibrar ventajas del progreso con costos ecológicos. A pesar de sus contradicciones internas, sus asimetrías y oposiciones, sus divisiones y antagonismos, no se renuncia al paradigma moderno del desarrollo ilimitado. Pero se tiene en cuenta el argumento ecológico.
La consideración del factor ecológico ayudó a mejorar la calidad de vida humana en el transporte, la alimentación, la vivienda, etc. Se creó la expresión "eco-desarrollo", es decir, aquel que más incorpora el argumento ecológico. Se considera que la naturaleza entra en la concepción del capital, y no solo los medios de producción y el trabajo. Y aún más, hay empresarios dispuestos a pagar tasas para la reproducción de la naturaleza, así como pagan para preservar la fuerza de trabajo.
No obstante, la cuestión más básica, la del orden social, no está planteada. ¿Qué tipo de sociedad queremos? ¿Más participativa, igualitaria, solidaria? ¿capaz de combinar la fantasía con la razón analítica, la imaginación con la lógica, la técnica con la utopía? ¿una sociedad más integrada en la naturaleza? Para las poblaciones marginadas (en los países periféricos son la mayoría) ¿qué significa exigir alimentos libres de agrotóxicos, cuando no tienen comida? ¿Es satisfactorio ofrecer leche enriquecida a los niños de las favelas mientras enferman y mueren por carencias sanitarias básicas? Aquí falta una política global de matriz ecológica, que integre todos los factores y evite poner, aquí y allá, remiendos que benefician fundamentalmente a las élites.
Todas las sociedades mundiales -incluso aquellas que valoran la existencia de otras más benévolas con la naturaleza- son energívoras, es decir, devoradoras de energía. El problema no es nuevo, tiene una historia de miles de años, que marcó el mundo exterior y también la estructura mental del ser humano. En la medida en que crece la dominación a través de la ciencia y la técnica, crece también la destrucción masiva del medio ambiente. En la actualidad los daños son planetarios, afectan el suelo, el aire, las aguas, el clima, la flora, la fauna y la calidad global de la vida humana. Las 2500 ciudades con 8-12 millones de habitantes forman verdaderos purgatorios ecológicos.
Aquí percibimos la siguiente lógica perversa: se utiliza la fuerza para conseguir cierto tipo de orden social que garantice la producción y la reproducción de bienes y privilegios para un segmento de la sociedad. Los demás participan pero de forma subalterna, sin poder co-definir el sentido de la vida social. Con la misma fuerza se agrede a la naturaleza, para hacer que entregue sus bienes, los que son apropiados en forma desigual.
Ahora bien, esa visión es fragmentaria, miope y falsa. No percibe las diferencias dentro de una gran unidad, ni la interdependencia que rige entre sociedad y medio ambiente. Pero el ser humano proviene de un largo proceso cósmico y biológico; sin los elementos de la naturaleza, las bacterias, los virus, los microrganismos, el código genético, los elementos químicos primordiales.... él no existe. Continuamente está en diálogo con el medio. De esta lectura resulta claro que el ser humano individual y social es parte de la naturaleza; él pertenece a la naturaleza así como la naturaleza le pertenece a él, como cuidado y trabajo.
¿Cómo se trata la tierra? ¿como mercadería y "recurso natural" a ser explotado, o realidad a ser respetada como parte de nuestro cuerpo, trabajando con ella y nunca en su contra?
El nuevo modelo de sociedad, debe rehacer el tejido social a partir de las múltiples potencialidades del ser humano y de la propia sociedad. Al lado del trabajo debe estar el ocio, junto a la eficacia la gratuidad, la dimensión lúdica debe acompañar a la productividad. La imaginación, la fantasía, el sueño, la emoción, el simbolismo, la poesía y la religión deben ser tan valorados como la producción, la organización, la funcionalidad y la racionalidad, masculino y femenino, Dios/mundo, cuerpo/psiquis, deben integrarse en el horizonte de una inmensa comunidad cósmica. Sólo así, la sociedad será plenamente humana. El ser humano necesita tanto del pan como de la belleza. Debe realizar todo lo posible y aún un poco de lo imposible, pues está llamado siempre a sobrepasar los límites y a transgredir las barreras impuestas.
Desde la visión franciscana se puede construir una posición alternativa: contra una economía del crecimiento ilimitado, orientada por la acumulación, debemos llegar a una economía de lo suficiente, centrada en la vida de las personas y de la naturaleza, en la participación de todos en la producción de los medios de vida, en la solidaridad para con aquellas personas o seres de la creación que menos vida tienen, o sufren patologías o dificultades para la subsistencia; en la ternura y la veneración para con toda la creación. La tecnología debe ser socialmente apropiada, es decir, producir bienes para todos no solo para minorías, y al mismo tiempo propiciar formas de participación y control libres de alienación. Junto con esto, debe ser ecológicamente apta, en el sentido de no destruir el eco-sistema regional, garantizando su futuro por amor a las generaciones venideras.
Es urgente preguntarnos: ¿Qué educación necesitamos (ecología mental) para rehacer una alianza de simpatía, de encanto y veneración para con la naturaleza? ¿Cómo reorganizar el régimen de trabajo para que sea creativo y también gozoso? ¿Cómo serán nuestras ciudades a escala humana para que favorezcan las virtudes sociales y refuercen los lazos de la convivencia y la comunión? ¿Qué tipo de poesía ayuda a redescubrir el misterio del mundo y a sensibilizar las personas hacia el entrelazamiento de todos los seres? ¿Qué tipo de ciencia debemos desarrollar que nos permita un "diálogo" fecundo con el mundo, sin crear desequilibrios? ¿Qué tecnología nos puede liberar del cautiverio de viejas opresiones históricas (enfermedades, distancias, peligros de la propia naturaleza) y, al mismo tiempo, alimentarnos espiritualmente, reequilibrar los eco-sistemas de toda una región y crear las condiciones para una sociedad cuyo eje sean la vida y la alegría, la humanidad concreta con sus búsquedas, sus aciertos y fracasos, y su capacidad de aprender siempre de todo para, finalmente, trascender en la dirección del sueño mayor del corazón, de una absoluta integración personal, cósmica y divina?.