Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Filipenses 1,21
Hay personas que tienen el don de saber hacer muchas cosas, cada una con entusiasmo, y les salen bien.
Cierta vez contemplé algo que me hizo pensar, y mucho.
Un hombre estaba haciendo varias cosas a la vez. Yo no podía dejar de contemplarlo. No se lo veía para nada afligido, nervioso o de mal humor. Es más, me atrevo a decir que disfrutaba mucho de cada una de sus actividades porque su rostro mostraba alegría.
Había dos hermanos que lo observaban con la misma admiración que yo. Uno de ellos dijo: “Este hombre es un hiperactivo”. El otro, con una sonrisa en su rostro le respondió: “No, este hombre es un apasionado”.
El apóstol Pablo era un apasionado. Tan apasionado que -aún en medio de las dificultades y la cárcel- no dejaba de predicar la buena noticia y alentar a los demás.
Tenía pasión por el Señor. Por eso llegó a afirmar que la vida para él era Cristo y la muerte una ganancia.
Era un hombre lleno de esperanza. Esa esperanza que alienta a seguir aun cuando todo lo que se presenta frente a nosotros son problemas, conflictos y peligros que se transforman en pendientes difíciles de transitar.
Tanta pasión de Pablo me deja admirado. Mucho más admirado que contemplar a aquel hombre que hacía sus tareas con tanto entusiasmo.
Deseo eso para mi propia vida y ministerio: “Apasionarme cada día más por el Señor”. Lo deseo para la Iglesia toda, para mis hermanos y hermanas en la comunidad de fe donde ese mismo Señor me llamó a servirle, y lo deseo para cada uno de ustedes que están leyendo -en este preciso momento- esta meditación. Amén.
Carlos Abel Brauer
Salmo 137,1-6; 2 Crónicas 36,11-23; Efesios 2,4-10; Juan 3,14-21; Agenda Evangélica: Filipenses 1,15-21