Tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo ya había dicho en la Escritura acerca de Judas.
Hechos 1,15
Si alguna vez pasaste por Misiones, habrás visto algo realmente maravilloso: la cantidad de orquídeas opulentas en colores que crecen en los troncos de los árboles. Las orquídeas no son parásitos que necesitan de los nutrientes de su hospedador; su objetivo es simplemente mecánico: buscan un soporte para vivir en el aire, donde es más fácil recibir luz y humedad.
Puede parecer mecánico también lo que dice Pedro aquí. Pero él no busca ningún soporte en la Biblia para volver más soportable lo insoportable. Se enfrenta a la tragedia exponiéndose de pleno a la luz ardiente de la Escritura. Pero no se marchita porque se sabe unido al hombre que es como un árbol plantado a la orilla del río. (Salmo 1,3). Por eso, lo que dice es una tremenda confesión de fe: Judas tenía que traicionar a Jesús porque el traicionado es él, que carga el pecado del mundo; el Crucificado es el Resucitado.
Sin duda, en la Biblia hay muchos versitos bonitos. Pero no puedes pretender usarlos como soporte para vivir tu vida como una orquídea. Serás igual a la hierba que brota y florece a la mañana, pero a la tarde se marchita y muere (Salmo 90,6). En algún lugar tu corazón debe unificarse con el evangelio de la muerte y resurrección de Cristo para volverte una rama en el árbol de la vida cuyo tronco es él. No te avergüences de ser un parásito necesitado de nutrientes y que por eso se une al árbol. A ti el Señor dice:
El que se alimenta de mí, vivirá por mí. (Juan 6,57)
Michael Nachtrab
Salmo 103,1-2.11-12.19-20; Hechos 1,15-17.20a.c-26; 1 Juan 4,11-16; Juan 17,11b-19; Agenda Evangélica: Jeremías 31,31-34