¿No saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios les ha dado, y que el Espíritu Santo vive en ustedes? Ustedes no son sus propios dueños, porque Dios los ha comprado. Por eso deben honrar a Dios en el cuerpo.
1 Corintios 6,19-20
“Traten sus cuerpos con cuidado y respeto, pues ellos son templo del Espíritu Santo. Ustedes piensan que da lo mismo cuántas veces se emborrachan, o lo que comen, o cómo viven su sexualidad, pues como cristianos son libres de hacer lo que quieran. Por supuesto que todo les es lícito pues están unidos, por medio del bautismo, al nombre de Cristo. Pero no todo es conveniente, pues con mucha facilidad pueden caer bajo el dominio de algo o de alguien y perder la libertad. Piensen bien para discernir lo que promueve o lo que no promueve lo bueno y actúen de acuerdo con ello.”
Estas podrían ser las palabras del apóstol Pablo a la comunidad en Corinto, según la segunda parte del capítulo seis.
¿Qué nos imaginamos hoy con eso? Para vivir la corporalidad y la sexualidad, creo que es necesaria una relación en la cual existe la confianza. Esto incluye el tener en cuenta y respetar las necesidades y los sentimientos de la otra persona. Y es precisamente en el marco de una relación duradera donde se debería desarrollar un espacio de confianza y de cuidado, en el cual cada persona se sienta aceptada y querida a pesar de sus errores, equivocaciones y debilidades. Una relación en la cual nadie es propietario del otro, por lo cual ninguna parte tiene el derecho de hacer con la otra lo que quiera, sino solamente aquello que para ella es bueno.
Acá no tienen lugar la violencia psicológica, ni la violencia física, tampoco el abuso, ni la violación. Sin embargo, en la Argentina, cada 30 horas asesinan a una mujer, sólo por ser mujer. Ni qué hablar de la cantidad de abusos de todo tipo y violaciones a niños, adolescentes y mujeres.
Señor, ayúdame a honrarte, honrando y cuidando al prójimo en todo su ser, cuerpo, alma y espíritu. Amén.
Pedro Kalmbach
Salmo 40,1.3ab.6-9; 1 Samuel 3,3-19; 1 Corintios 6,12-20; Juan 1,35-42; Agenda Evangélica: 1 Corintios 2,1–10