Jesús dijo: el tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el Evangelio!
Marcos 1,15
¡Arrepiéntanse! Esta es una expresión muy usada por Juan el Bautista, el mensajero de Dios. Juan llamaba a las personas a que reconocieran su condición de pecadoras y que se arrepintieran de sus pecados. También Jesús llamó a las personas a que reconocieran sus errores y se arrepintieran de sus pecados. Juan y Jesús sabían muy bien cuán corruptible y débil es la naturaleza humana. Dios había dado los mandamientos y muchas enseñanzas al pueblo, para que reinen la paz, la justicia y el cuidado a la vida. Sin embargo, el ser humano una y otra vez desoyó y desoye a Dios. Las consecuencias están a la vista. Depredación del medio ambiente, explotación sin límites de la naturaleza y de los recursos naturales, guerras por la posesión de estos recursos, rechazo y odio a la diversidad. La desenfrenada codicia humana, tan típica de la corruptible naturaleza humana, lleva a que un puñado de personas se adueñe de lo que Dios ha creado para toda la humanidad, mientras cientos de miles de personas (niños, jóvenes, adultos, ancianos) quedan sin acceder a lo básico. Esa codicia, que convierte todo en bienes vendibles (mercantiliza la vida), no respeta la diversidad creada por Dios, ni la integridad de la Creación.
El arrepentimiento lleva a la reconciliación, a la transformación y a una vida nueva. ¡Arrepentíos y creed en el Evangelio! Con estas palabras Jesús nos sigue interpelando hoy. Tanto en lo que se refiere a nuestras relaciones con las demás personas, como a nuestra relación con Dios, con su Creación y con nosotros mismos.
A ti, Señor, te pedimos perdón en este momento, por los pecados de acciones, palabras y pensamientos. (Canto y Fe Nº 115)
Pedro Kalmbach
Salmo 25,4-10; Jonás 3,1-10; 1 Corintios 7,29-31; Marcos 1,14-20; Agenda Evangélica: 2 Reyes 5,(1–8) 9–15.(16–18) 19a