En cuanto a ti, hijito mío, serás llamado profeta del Dios altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer saber a su pueblo que Dios les perdona sus pecados y les da la salvación. Porque nuestro Dios, en su gran misericordia, nos trae de lo alto el sol de un nuevo día, para dar luz a los que viven en la más profunda oscuridad, y dirigir nuestros pasos por el camino de la paz.
Lucas 1,76-79
Hay figuras brillantes en la historia, y también hay figuras trágicas. Y ahí está Juan el Bautista, que parece combinar los dos extremos: tiene brillo, pero también tragedia. Nos cuenta Lucas que su padre Zacarías elevó un canto de alabanza a Dios cuando nació su hijo Juan. Ese canto está en Lucas 1,68-79, y le invito a leerlo entero. Zacarías recuerda con profundo agradecimiento y enorme alegría las promesas hechas por Dios al pueblo; ve su cumplimiento en la llegada de la criatura y asume un compromiso de vida en santidad y justicia. Finalmente tiene una palabra especial para su hijito. Le anticipa que será llamado profeta del Dios altísimo, porque preparará los caminos del Señor. Seguramente sintió cosas increíbles en ese momento, pues tener un hijo así no es nada común.
Juan creció y asumió el rol que Dios le había asignado: preparar los caminos del Señor. Su historia es conocida: vivió como ermitaño en el desierto, predicó el arrepentimiento y bautizó a quienes lo oían. Habló del Salvador que había de venir, y cuando éste apareció, tuvo el privilegio de bautizarlo. También tuvo dudas y conflictos internos. Fue encarcelado por señalar el pecado del Rey Herodes y al final murió decapitado por una intriga palaciega en medio de una festichola y por la falta de carácter del rey.
Juan el Bautista tuvo el privilegio de encontrarse con el Salvador y de presentarlo a sus oyentes. Un privilegio único e irrepetible. Dios sigue necesitando hijitos e hijitas que hagan saber a todos que Dios vino en Jesucristo para perdonar los pecados y dar salvación; para transformar vidas, maneras de vivir y de relacionarnos; para dejarse guiar por él por el camino de la paz, para que esta Noche de Paz se transforme en un sinfín de días y noches de paz para todos.
René Krüger
Salmo 96; Isaías 9,2-7; Tito 2,11-14; Lucas 2,1-14, (15-20); Agenda Evangélica: Isaías 9,1–6