Cuando Saulo llegó a Jerusalén, quiso reunirse con los creyentes; pero todos le tenían miedo, porque no creían que él también fuera creyente. Sin embargo, Bernabé lo llevó y lo presentó a los apóstoles.
Hechos 9,26-27
No es fácil cambiar, convertir nuestros antiguos hábitos y pensamientos en otros, más allá de que podamos ver que están errados, más allá de que podamos cambiarlos.Quienes nos rodean, muchas veces, continúan juzgándonos con su vieja experiencia de nosotros, continúan viendo nuestro pasado… lo cual es esperable.
Los vínculos se generan con el tiempo, la comunicación se fortalece o se debilita, la confianza o la desconfianza se va construyendo en ese proceso en el que aprendemos a caminar con ese otro diferente, compartimos la mesa, celebramos a nuestro Dios en el culto… llegamos a llamarlo hermano o hermana.
Eso no sucede mágicamente, por mucho que el manual del buen cristiano diga que siempre debemos sonreír y todos somos hermanos.Llegar a serlo es el fruto de un camino compartido.
Lo diferente en la comunidad cristiana es lo que observamos en la actitud de Bernabé. Sería arriesgado suponer que él no tenía miedo como los otros discípulos, pero a pesar de ello recibió a Saulo, le dio crédito a su testimonio, la oportunidad de mostrar que efectivamente había cambiado.
Que Dios nos conceda la gracia de caminar en dirección a su reino,
nos regale la bendición de aprender y crecer en ese seguimiento,
nos regale la hermosa experiencia de ser parte de su pueblo en una comunidad de hermanas y hermanos.
Que él nos regale la experiencia de ser Saulo acompañados por Bernabé.
Peter Rochón
Salmo 22,26-31; Hechos 9,26-31; 1 Juan 3,18-24; Juan 15,1-8; Agenda Evangélica: Hechos 16,23-34