Ignacio "Indio" Figueredo uno de los primeros arpistas del llano adentro convertido en Leyenda, digno ejemplo, maestro de maestros entre músicos y cantadores. Este famoso arpista a la edad de los 11 años a marcar las primeras notas en un arpa colombiana.
Según relato el indio su primera actuación la hizo en San Juan de Payara del Estado Apure, a tan solo cinco días de tener su arpa, el primer contrato lo hizo por Bs. 25 el cual fue pagada por su
señora madre, que les decía a los invitados que ella les presentaría al niño de los altos cielos, lo que con sorpresa y admiración aplaudieron los allí presentes a ver la presencia del muchacho, que siguió su rumbo tocando en fiestas de pueblos y bailes sabaneros.
LIBRETO: ANÉCDOTA DEL MAESTRO ARPISTA INDIO IGNACIO FIGUEREDO
[Música: Tema de Reyna Lucero. Arpista de mi tierra ]
No había fiesta en el llano ni baile de joropo sin el arpa mágica del maestro Figueredo.
Sus dedos acariciaban las cuerdas y se prendía la alegría y brotada incontenible, el ancho río de su música prodigiosa. Se la pasaba de pueblo en pueblo, anunciando y posibilitando la fiesta. Él, sus mulas y su arpa.
[Música: Tema de Reyna Lucero. Arpista de mi tierra ]
Por los infinitos caminos del llano.
Una noche, tenía que cruzar un morichal espeso y allí lo esperaron los bandidos.
[Efecto de galope de caballos ]
Lo asaltaron, lo golpearon salvajemente hasta dejarlo por muerto y se llevaron las mulas y el arpa.
A la mañana siguiente, pasaron por allí unos arrieros y encontraron al maestro Figueredo cubierto de moretones y de sangre.
[Efecto de trinar de pájaros ]
Estaba vivo pero en muy mal estado. Casi no podía hablar.
Hizo un increíble esfuerzo y llegó a balbucear con unos labios entumecidos e hinchados:
«Me robaron las mulas».
Volvió a hundirse en un silencio que dolía y, tras una larga pausa, logró empujar hacia sus labios destrozados una nueva queja: «Me robaron el arpa».
Al rato, y cuando parecía que ya no iba a decir más nada, empezó a reír.
[Efecto de risa ]
Era risa profunda y fresca que, inexplicablemente salía de ese rostro desollado.
Y en medio de la risa, el maestro Figueredo logró decir: « ¡Pero no me robaron la música!».
[Efecto de risa ]
Moraleja: Pueden robarnos cuanto bien material poseamos, pero no permitamos que nos roben los sueños. Que NO nos roben la alegría y la emoción en nuestro apostolado de servicio hacia el prójimo, que NO nos roben la esperanza y la ilusión, que NO nos roben la utopía.
Audio grabado en <
Producción y Montaje: Saimon Junior
Voz: Hermes Varillas Labrador