Todos podemos crear alas para la ternura. Juancho siempre ayudaba a trabajar a su papá con quien vivía al filo de la montaña, ahí sembraban maíz, fréjoles, zanahorias, tenían una vaca, una chiva y un burrito. El pequeño era muy obediente y ordeñaba, recogía leña, pero su mayor anhelo era tener dinero para poder ir a la escuela y jugar, así podría escribir una carta y leer cuentos. Su padre no quería jugar con él porque tenía que terminar de trabajar antes de que anocheciera y, una ocasión cuando le envió a recoger agua al pozo el pequeño le contó a una mariposa su deseo de tener plata para dársela a su papá para que no trabaje tanto ni termine tan cansado y pueda contarle cuentos e ir de pescar juntos. Cuando se dio cuenta que ya era medio día se fue corriendo al pozo y sacó miles de monedas de éste. Se puso muy feliz llenando sus bolsillos repletos de monedas, además Juancho sacó algunos papás del pozo a quienes les daba una moneda a cambio de la promesa de recibir ternura, halagos, comprensión, tiempo, gestos de cariño y poder compartir los juegos, y que cada padre y maestro participe en los sentimientos lindos que tienen los niños para dar y recibir.