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Historias de abuelo.
Descripción:

Cuando era pequeña, una de mis principales aficiones era escuchar las historias de mi abuelo Maco, lo mismo en la plenitud de los mediodías en los que se antoja una siesta, que en la despedida del día acompañada por las estrellas.

Libreto:
COMENTARIO

FECHA: 05-0618

REDACTOR: Leydis Tassé Magaña

SONIDO: TEMA DE PRESENTACIÓN

LOC: Historias de abuelo

Cuando era pequeña, una de mis principales aficiones era escuchar las historias de mi abuelo Maco, lo mismo en la plenitud de los mediodías en los que se antoja una siesta, que en la despedida del día acompañada por las estrellas.

Como preámbulo del sueño, venían los personajes, algunos de ficción, la mayoría reales y encarnados en el paraje rural de Rancho Viejo, en la provincia de Granma, donde nació en 1942.

¡Cuánto disfrutaba las historias de mi abuelo!, unas cómicas, algunas con el atisbo de la nostalgia, otras evocadoras e inspiradoras; y de todas esas remembranzas no olvido en particular la de él, cuando era niño e iba para la escuela con el único par de zapatos que tenía.

“Eran unos zapatos viejos, gastados por el uso, pero para mí eran los más lindos del mundo, porque con ellos podía ir cada día a la escuela del pueblecito y soportar las malezas del camino; cada vez que debía pasar el arroyo me los quitaba, atravesaba el trillo de piedras sujetando bien los zapatos, y cuando llegaba a la orilla me los volvía a poner”, me contaba.

Han transcurrido unos 20 años desde que escuchaba antes de dormir las historias de mi abuelo Maco, pero en muchas ocasiones ellas me hablan, sobre todo en instantes en los que la banalidad se regodea y se naturaliza en diversos contextos.

Sí, la banalidad enmascarada de “necesidades tecnológicas” que no pocas, y pocos también, piden suplir como regalo de 15 años en sustitución de fiestas, trajes alquilados, videos y paseos cuyos precios provocan casi una cardiopatía a quien los escucha.

Recuerdo ahora a una conocida que, además de las fotos, pedía un celular como único obsequio para sus 15 primaveras, y cuyo costo no era conveniente fuera inferior a los 100 CUC porque si no el móvil “no servía”; menos se me olvida el rostro de la madre, con una expresión atónita.

Quizás sea el celular en el que -amén de su uso comunicativo- se instalen aplicaciones para estudiar, libros, música y videos razonables; ojalá no sea el dispositivo que ocupe las charlas de una hija con sus padres, o que se use para asesinar el tiempo con jueguitos, visualizar archivos aportados por “Don Zapya”, e interactuar con “Doña selfie”.

¿Por qué hay quienes se ríen cuando alguien convida una cita en el Coppelia y no en un lugar “exclusivo”? No creo que sea porque haya perdido la magia una plática entre bolas de helado.

Respiro cuando veo individuos, y no solo jóvenes, que apuntan la mirada hacia las esencias de la vida, que disciernen entre contenido y forma.

Me reconforto al encontrar personas que antes que teclear en Google “cómo Beyoncé mantiene las curvas” y “rutina de ejercicios de Cristiano Ronaldo”, buscan conocer a quien tienen a su lado en esos momentos, incluso el viejito que vende periódicos en la esquina y que seguro tiene una historia para contar.

Un viejito de cuerpo y no de alma arrugada que, como mi abuelo, tal vez fue un día a la escuela con unos zapatos raídos, los únicos zapatos, y sin embargo era feliz.

Fue un comentario de Leydis Tassé Magaña en la voz de… y la realización de…

ACN RADIO

Audio disponible en esta dirección: https://radioteca.net/userprofile/ain_cuba/


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