El 1º y 2 de noviembre el calendario andino celebra el día de los difuntos y de las Almas, y es una conmemoraciónque perdura de época precolombina que se mezcló con la llegada de los españoles y el catolicismo. Originalmente en estos días se sacaban a los difuntos de sus bóvedas que llamaban pucullo y se les daban de comer y beber, los vestían con sus vestidos ricos, y les ponían plumas en la cabeza. Cantaban y danzaban con ellos, y andaban de casa en casa y por las calles y plazas, y después tornaban a guardarlos nuevamente. En la actualidad sólo se hacen las ofrendas que consisten en panes con diversas formas y tamaños y además todo tipo de comida que les gustaba a los difuntos. Por otro lado, en la Ciudad de Buenos Aires las comunidades andinas, en particular la boliviana y peruana, con una muy fuerte presencia; cada año se acercan al cementerio de Flores a conmemorar colectivamente a sus muertos. Se estima que en los últimos años cerca de 40.000 personas realizaron allí estos verdaderos encuentros culturales. Para estas colectividades (con fuerte vínculo con la Pachamama), recordar a sus muertos no consiste en llevarles flores, rezar y retirarse. Pueden estar allí horas, compartiendo sus comidas, sus ofrendas y hasta su música. En esta oportunidad contamos para comentarnos esta celebración, con el testimonio del hermano kolla Armando Quispe, Presidente del Movimiento Comunitario Pluricultural de Jujuy, un Movimiento político indianista, que tiene cuatro años de creación y que ya ha participado de 3 elecciones del sistema democrático argentino.