Stasz hace notar que "London consideraba a los Wobblies (miembros de Industrial Workers of the World, en español Trabajadores Industriales del Mundo) como una adición bien recibida a la causa socialista, aunque nunca se les unió en las pretensiones por las que establecían emplear el sabotaje".23 Menciona un encuentro personal entre London y Big Bill Haywood en 1912.24
Es evidente un punto de vista socialista en sus obras, más notable si cabe en su novela El talón de hierro. El socialismo de Jack London venía del corazón y de su experiencia en la vida, y no de la teoría o del socialista intelectual.
En sus años en el rancho Glen Ellen, London sintió un ligero sentimiento ambivalente hacia el socialismo. Tenía un extraordinario éxito financiero como escritor, y quería desesperadamente alcanzar el mismo éxito con su rancho Glen Ellen. Se quejó acerca de los "ineficientes trabajadores italianos" en su empleo. En 1916, renunció al capítulo que constituyó en su vida Glen Ellen en el partido socialista, pero declaró categóricamente que lo hacía "debido a su carencia de fuego y lucha, y la pérdida de énfasis en la lucha de clases".
En un retrato poco favorecedor de los días de Jack London en el rancho, Kevin Starr en 1973 se refiere a este periodo como "post socialista" y dice que "... alrededor de 1911 ... London estaba más aburrido de la lucha de clases que lo que quería admitir". Starr mantiene que el socialismo de London "siempre tuvo una cariz elitista en él, y una buena postura de acuerdo". Le gustaba jugar a ser un intelectual de la clase trabajadora cuando era apropiado a sus propios propósitos. Invitado a una casa prominente de Piamonte, llevaba una camisa de franela, pero, según comentó alguien allí, la chapa que llevaba London en solidaridad con la clase trabajadora "parecía como si hubiera sido especialmente lavada para la ocasión". Mark Twain dijo "le serviría a London para hacer que la clase trabajadora tomara el control de las cosas. Tendría que llamar a la milicia para recolectar sus derechos de autor".
En sus Memorias de Lenin (1930), su mujer, Nadezhda K. Krupskaya, afirma que dos días antes de su muerte leyó Amor a la Vida a su marido, Vladimir Ilyich Lenin.