Hebreos 9,1 y 10
Estimados lectores: Es la situación de la carta a los Hebreos. Fue escrita a una congregación establecida, de tradición judía, ya de edad, llena de tradiciones. Y ahora surge la pregunta por el origen y el objetivo de las tradiciones. El autor trata de explicar el sentido, el por qué y el adónde de los rituales efectuados en cada culto. Y constata que el servicio de los sacrificios en el templo es una parábola, una sombra de los bienes venideros. Este sacrificio tiene solamente un efecto limitado. En cambio, el servicio de reconciliación de Jesús, tiene un efecto eterno.
El autor afirma que ha llegado el momento de que la congregación sea adulta. Bautizados en el nombre de Cristo, son “criaturas nuevas”, que pueden moverse sin las muletas de ritos que a su tiempo tuvieron su sentido y su significado. Pero a partir de ahora, pueden vivir sin las muletas de ritos antiguos. Para honrar a Dios no se necesita sahumerio, espectáculos solemnes. Alcanza con cumplir con la voluntad de Dios. Y su voluntad la conocemos en los mandamientos. La explicación de parte de Jesús nos ayuda a entenderlos bien. Los mandamientos protegen valores de la vida, nuestras vidas y las de los demás; nos protegen de errores y desvíos. No son camisa de fuerza, al contrario: abren espacios para vivir libremente.
Nuestra oración nos da la fuerza de aceptar y ejecutar la voluntad de Dios. No despreciemos los cultos, ellos nos brindan la oportunidad de conocer mejor la voluntad de Dios, por medio de la conversación con hermanos y hermanas; son lugares para festejar la bondad de Dios y agradecer su presencia espiritual en nuestras vidas.
Guillermo Arning
Hebreos 9,1-10