Efesios 6,7-8
La palabra servicio puede prestarse a confusión. Hoy tenemos las llamadas empresas que brindan servicios como luz, agua y gas, que perciben importantes sumas de dinero por ello.
Como cristianos somos llamados a servir. Y hacerlo de buena gana. Esto último no siempre es fácil mantenerlo en el tiempo, porque tal vez nos olvidamos que cada uno de nosotros recibirá del Señor según lo que haya hecho.
A nuestro Señor servimos, no a los hombres. Estamos en la voluntad de Dios, no sólo cuando hacemos trabajo “religioso” o ministerial, sino también, cuando hacemos trabajo secular. El Espíritu Santo no hace diferencia entre empleo secular y la obra cristiana. Todos servimos a tiempo completo, el plomero lo mismo que el predicador, la educadora lo mismo que el diácono, el policía lo mismo que el pastor.
Todas las vocaciones son la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios se debe hacer de corazón. Jesús mismo lo dice en Marcos 10,45, Ni siquiera el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Quizá nunca recibamos reconocimiento y elogios en esta tierra por lo bueno que hacemos; pero ciertamente las recibiremos ante nuestro Señor Jesucristo.
El día de pago será el día en que comparezcamos ante el tribunal de Cristo. Y se confirme la palabra de Mateo 25,21: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor.
Fabián Pagel
Efesios 6,5-9