Juan 1,51
Por el testimonio de Juan Bautista: Este es el cordero de Dios, Andreas y otro discípulo siguieron a Jesús. Andreas invitó a su hermano Simón a que vea a este personaje. Después se encontraron con Felipe y Natanael y los invitaron a conocer a Jesús. Natanael tenía sus dudas, pero en el encuentro con Jesús llegó a confesar: Tú eres el enviado de Dios. A estos primeros discípulos Jesús da la impresionante promesa: Verán el cielo abierto y los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.
El cielo abierto significa la apertura hacia una nueva realidad. Junto a Jesús la morada de Dios está abierta. Se termina la angustia de un cielo cerrado, de un Dios que reina como un tirano incalculable. Se acaban los sacrificios con cuales lograr la gracia de Dios, y se pone fin a las especulaciones sobre el ser del poder celestial. Del cielo abierto sale la palabra del amor y de la gracia.
El cielo abierto sobre Jesús permite una relación con el Padre o la Madre celestial. En oración podemos comunicarnos con él: Padre nuestro, que estás en los cielos. Del cielo abierto vienen los ángeles, los mensajeros para ayudar, orientar y proteger la vida mediante la palabra de Dios.
El cielo abierto es fuente de bendiciones para cada ser humano y para toda la creación. Al final de la vida, el cielo abierto será morada eterna que Jesús prepara en la casa de su Padre.
Es cierto que hay nubes oscuras que quieren tapar el cielo abierto, quieren destruir la confianza, la fe en el Dios de amor. Como el sol mantiene su brillo radiante, tras las nubes oscuras, el cielo abierto siempre existirá. La promesa de Jesús no se puede borrar.
Compartamos esta esperanza en nuestras comunidades y demos testimonio de nuestra vida que llevamos bajo un cielo abierto. Amén.
Günter Kreher
Juan 1,35-51