Juan 21,12 y 13
Suele asociarse el encuentro con Jesucristo y la experiencia espiritual a momentos extraordinarios, a lugares y circunstancias especiales. Y no cabe duda de que hay algo de cierto en ello; la experiencia espiritual tiene un componente de asombro y de maravilla que la torna tan vigorosa como incomparable. Pero esta característica no debe llevarnos a separar la vivencia de la fe de la esfera de nuestra cotidianeidad, como si la esfera de lo sagrado estuviera irreductiblemente desconectada de lo profano y humano.
El encuentro que tuvieron los discípulos con el Resucitado, según lo narra el texto de hoy, plantea un salto de fe que los desafía a reconocer la presencia del Señor en su quehacer cotidiano, incluso aquello que parece más insignificante como, por ejemplo, el desayuno.
Jesús se encarnó y luego resucitó para hacernos saber y sentir que él está en medio de nuestra vida, así como tan bien lo expresa la canción del obispo Mortimer Arias:
En medio de la vida estás presente, oh Dios,
más cerca que mi aliento, sustento de mi ser.
Tú estás en el trabajo del campo o la ciudad,
y es himno de la vida el diario trajinar.
El golpe del martillo,la tecla al escribir,
entonan su alabanza al Dios de la creación.
Oh Dios de cielo y tierra,te sirvo desde aquí;
te amo en mis hermanos,te adoro en la creación.
(Canto y Fe Nº 174)
Oración
Que tu presencia, Señor, llene mis días.
Raúl Sosa
Juan 21,1-14