Entonces, pienso en la palabra que a todos no libera
del miedo, de la sombra que cerca la memoria,
del aire que se filtra por las rendijas del dolor.
Pienso en la palabra que a todos nos libera
del dolor que encontramos en este valle.
Pienso en la palabra que nos nombra un camino,
aquella que nos muestra la ventana, no el olvido.
Pienso en la palabra que me dio un amigo en la frontera,
aquella que abrigó con un pan todo mi destino.
Pienso en la palabra secreta que a todos
nos espera en alguna parte, desnuda y sola.
Pienso en la palabra que pronunciaron otros hombres,
aquella que abrió las puertas del insomnio.
Pienso en la palabra que me dejaste escrita en un árbol
aquella que ya escribieron otras manos en otros muros.
Pienso en la palabra destinada por otros al olvido,
aquella que me nombra, un ruido, una cosa, una imagen.
Pienso en la palabra que separó las aguas del mar,
aquella que atravesó todo un desierto.
Pienso en la palabra que soñamos
en el fondo de una gruta.
Pienso en la primera palabra que pronunciamos
con dolor, por este camino que nos lleva a alguna parte.
Pienso en la palabra que no pronunciaré un día,
aquella que todo lo nombra, que todo lo revela.
Pienso en la palabra que escribí en una carta
a un desconocido.
Pienso en la palabra que mide el tiempo,
aquella que destruye los caminos como las noches.
Pienso también en la palabra que encontré a orillas de un río,
en aquella que me dio un niño en el alba
para cruzar el ancho día.