FECHA: 02-04-18
REDACTOR: Jorge Wejebe Cobo
SONIDO: TEMA DE PRESENTACIÓN
LOC: La prisión fecunda de José Martí
El teniente coronel español Francisco Ramírez y Martín fungió el cuatro de octubre de MIL 870 como presidente de un tribunal militar en La Habana y pensó que solo le bastaría amenazar con la cárcel para que los dos adolescentes cubanos que juzgaba, nombrados José Martí Pérez y Fermín Valdés Domínguez pidieran clemencia y se inculparan mutuamente, pero se equivocó y su inflexibilidad se trastocó en asombro ante lo que ocurrió.
La principal prueba material del proceso era una carta ocupada y dirigida a un condiscípulo de los acusados, alistado en el cuerpo de voluntarios y a quien, en la misiva, se le acusó de “apóstata” y entre líneas se le recordaba que en la antigüedad el castigo que merecía era la muerte.
Lejos de intentar salvarse del castigo judicial, los acusados se declararon responsables de la misiva y apelaron al tribunal para que se les creyera, pero la vehemencia de Martí que interrumpió a su amigo, convirtió el juicio en una tribuna de independentismo que solo fue interrumpida cuando el presidente del tribunal salió de su asombro y terminó la sesión.
José Martí fue condenado a seis años de prisión con trabajos forzados y Fermín Valdés Domínguez a seis meses de prisión.
Así fue como el cinco de abril de MIL 870, le raparon su cabello, vistió un tosco traje de presidiario con sombrero negro, y le remacharon a la cintura y al pie los grilletes que dejarían una huella en su cuerpo para el resto de su vida.
Con solo 17 años, Martí pasó a ser el preso número 113 de la Primera Brigada de Blancos de la Real Cárcel que antes de salir el sol marchaban por el camino cerca de la costa a recorrer en silencio los más de dos kilómetros que los separaban de las Canteras de San Lázaro.
Evocaría luego el Apóstol de la independencia, su terrible experiencia al escribir El Presidio Político en Cuba, uno de los testimonios más crudos de denuncia al colonialismo español y en el que compara el infierno con lo sufrido en su Patria.
Allí conocería al anciano Don Nicolás Castillo, acusado de insurrecto, apaleado diariamente por los guardias e imposibilitado de sostenerse por las llagas en sus pies, era tirado en una carreta y enviado a las canteras medio muerto.
También sería compañero del niño de 12 años Lino Figueredo, hijo de un campesino, que por llevar el apellido de un ilustre mambí lo encerraron hasta que la enfermedad y los malos tratos lo convirtieron en una sombra de lo que fue, el negrito Tomasito de 11 años, sobrevivía sin comprender desde su mente infantil porque le pegaban a diario los salvajes guardianes.
Supo de enfermos mentales en aquel infierno, de intentos de suicidios de presos que se lanzaban desde las colinas de las canteras donde obligaban a los presos a cargar piedras para subirlas o bajarlas por empinados caminos para deleite de los salvajes custodios.
En enero de MIL 871 fue deportado a España y comenzó una nueva etapa de la vida del joven independentista, quien salió con la firmeza de sus ideales de la prisión colonialista y fue fiel a los versos que en los primeros día de cárcel le escribió a su progenitora al dorso de una foto en traje de preso en la que le ratificaba sus ideales y le decía: “Mírame madre, y por tu amor no llores:/ Si esclavo de mi edad y mis doctrinas,/ Tu mártir corazón llene de espinas,/Piensa que nacen entre espinas flores.”
Fue un comentario de Jorge Wejebe Cobo en la voz de… y la realización de…
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