Cantó enloquecida de emoción para un público invisible al lado del Winco de su casa mientras su mamá se iba a trabajar.
Aferrada con las dos manos al enrejado de la casa de su tía Carmen, cantó con la mirada fija durante un tiempo eterno, esperando ansiosa que su mamá volviera de Ezeiza de recibir a Perón.
Con el viento en la cara rodeando varias veces la manzana de la Fiat, siempre en la bici, cantó a los gritos en las siestas de Villa Bosch.
La señorita Catty dirigió a Lidia Borda en el coro de la Escuela Número 5 y la hizo debutar en un escenario, cantando en público en los concursos intercolegiales en el elegante y frondoso barrio de La Lucila.
Cantó acompañada de Eydie Gormé y el trío Los Panchos en sendos viajes de San Martín a Plaza Italia, ida y vuelta, acompañando a su tío Chango en el recorrido de la 161.
Cantó en las peñas del club Sarmiento, jugando y corriendo con mis amigos mientras su tío Cacho se subía al escenario acompañado por su dúo de bandoneón y guitarra.
Así empezó todo…
Lidia Borda se pregunta: qué es un reconocimiento? Qué significa y por qué necesitamos ser reconocidos?
Le gustaría que su madre estuviera acá hoy, porque en el fondo es a la única a quien quisiera demostrarle lo que logro cada día.
Porque no es más ni menos que lo que mi madre hacía sin darse cuenta.
Lo que hace es simple tal vez, pero es lo que sabe que tiene que hacer: buscar en sí misma una respuesta a quién es.
Y busca entre quienes buscaron eso mismo y lo transformaron en música y poesías.
El canto es para Lidia Borda la manera más honesta que tiene para comunicarme con los demás.
Al cantar es su propia historia la que se cuenta y la de mis mayores, de mis padres y mis hermanos, mis vecinos y coterráneos.
Lo fue desde siempre, desde que recuerdo.
Fue su refugio en los momentos de zozobra y su jardín infinito en los ratos de felicidad.
Ha intentado otras formas de militancia, y entendió que su militancia es tratar de comprender el sentir de la gente y cantar ese sentir para conducir a los otros hacia su propia emoción.
Lidia Borda nació en un entorno de pobreza, de gente trabajadora y por momentos sacrificada.
Toda esa pobreza, toda esa carencia y esa ausencia están paradójicamente colmadas de sustancia, de ella se ha nutrido.
Esto no es una reivindicación de la pobreza, es comprender que en cualquier realidad se puede encontrar la propia verdad y cuando fuera necesario transformarla en algo positivo.
Sabe que las mujeres de si generación están atrapadas en una dicotomía extraña de mandatos contradictorios.
Se refiere a aquellos mandatos heredados de la obediencia, el deber de la maternidad, el servicio familiar y el moderno mandato social de ser libres, bellas, productivas, creativas y eternamente jóvenes…
Mientras tanto nuestro propio deseo está oculto pidiendo socorro…
El trabajo de Lidia Borda quedaría incompleto si no estuviera acompañada por un equipo de músicos, técnicos y asistentes con quienes realizar las ideas y los proyectos.
Ellos piensan lo que ella no puede pensar, hacen lo que a ella le resulta imposible, entienden lo que quiere, le sugieren qué hacer…
Hoy, en LPMR, escuchamos el disco TAL VEZ SERÁ SU VOZ, que Lidia Borda grabó en 2003, junto a la Orquesta El Arranque.
Orquesta integrada por : Diego Schissi en Piano, Camilo Ferrero, Jorge Spessot y Juan Ramiro Boero en bandoneones, Ramiro Gallo y Pedro Pedroso en violines, Ariel Rodríguez en Piano, Ignacio Varchausky en Contrabajo, Martín Vázquez en Guitarra eléctrica, y Ariel Ardit en Voz
Dedicamos el programa a la reina del festín.