La visión de Comala contrasta con la imagen idílica que su madre tenía de su tierra, no hay árboles ni vida, sólo hiervas que se van apoderando de las puertas cerrándoles el paso a los vivos a aquel mundo de murmullos y de penas.
Eduviges Dyada lleva a Juan Preciado hasta su casa de huéspedes y le da una habitación sin cama, en medio de la noche, Preciado empieza a concebir a Comala como un pueblo vivo, pues entonces comienza a escuchar los rumores de los “habitantes”