MAMÁ ¿Ya estás despierto, Pedrito? Es muy temprano.
PEDRITO Quiero llegar primerito, mamá.
NARRADORA Se había lavado los dientes y las orejas. Con un poco de agüita peinó sus rebeldes cabellos que parecían no querer acomodarse.
MAMÁ Ven a desayunar. Aquí hay pan y colada.
NARRADORA Como le quedaba cerca, caminó saltando los charcos que había dejado la lluvia nocturna. Pronto se encontró con la escuela pintada de blanco y azul.
PEDRITO ¡Son mis colores favoritos! ¡Y tiene un patio grande para jugar al fútbol!
NARRADORA Con mucha emoción vio llegar a niños y niñas, chicos y grandes, profesores y profesoras.
PEDRITO ¿Quién será mi profe de deportes? ¡Quiero tener muchos amigos!
NARRADORA Su corazón latió fuerte cuando la Directora entró al aula a presentar a su profesor. Tenía bigotes y cara de buena gente. Recordó la escuelita que tuvo que dejar cuando su mamá se separó de su padre y consiguió un trabajo en la ciudad.
DIRECTORA Buenos días, niños y niñas. Este es el profesor César González.
NARRADORA Nuevamente, recordó a sus profesoras del pueblo, sobre todo a la que le animaba siempre:
PROFESORA Felicitaciones, Pedrito. Tu trabajo está muy bien hecho.
NARRADORA ¿Será así este nuevo maestro? Casi sin que le saliera la voz, respondió cuando el profesor tomó lista.
PEDRITO Pedro Maquías.
NARRADORA El profesor dio sus primeras indicaciones.
PROFESOR Atención. Cuando yo hablo, todos escuchan, porque a la escuela se viene a aprender. ¿Entendido?
PEDRITO ¡Uyyy!
NARRADORA A la hora del recreo se le acercaron varios niños y niñas.
CHICA ¿De dónde vienes tú, ah?
CHICO ¿Sabes jugar fútbol?
NARRADORA Pedrito se alegró con sus nuevos amigos y apuntó cuidadosamente las tareas para el día siguiente. De regreso a su casa, Pedrito ayudó a su mamá y se puso a estudiar. Quería que su profesor viera lo responsable que era. Al día siguiente, el profesor González empezó a revisar los trabajos. Los niños y las niñas quedaron en silencio.
PROFESOR Pedro Maquías.
PEDRITO ¿Está bien mi tarea?
PROFESOR A ver, ¿qué dice aquí?
PEDRITO Este...
PROFESOR Y a ti, ¿quien te enseñó a escribir? Ya estás en tercer grado y tus letras parecen patas de gallina. ¡Cómo se ve que vienes del campo!
NARRADORA Pedrito sintió que todo le daba vueltas. Tuvo vergüenza de su letra, pero también de su ropa, de su cara, de ser extraño en esa escuela. Se puso rojo y soltó unas lágrimas. Esa noche, Pedrito no pudo dormir. Quería regresar a su escuelita, con sus maestras y su equipo de fulbito infantil. Al día siguiente, Pedrito quiso pasar desapercibido. Que él no lo vea. Desde su pupitre, observó la cara burlona del profesor González.
PROFESOR Tú, niña. ¿No hiciste la tarea? Vete a cocinar, aprende los oficios de la casa.
PROFESOR Ajá. Y tú ni siquiera sabes leer. ¡Tan tonto como grande!
NARRADORA Es cierto que nunca les pegaba. Pero sus palabras dolían más que un reglazo. Cierto día...
PROFESOR Pedro, estás castigado. Olvídate del campeonato de fulbito.
NIÑOS y NIÑAS ¿Por qué, profe? Pedrito es nuestro goleador... ¡Porfa, profe!
PROFESOR Lo dije. Y lo dicho, dicho está.
NARRADORA Los niños y las niñas no entendieron el castigo. Pedrito había llegado cinco minutos tarde del recreo porque estaba probándose el uniforme del equipo. Al finalizar la clase, todos juntos fueron a buscar al otro profesor, al de deportes.
NIÑOS Esto es injusto, profe. Vaya a hablar con el profesor González. Dígale a la Directora. A nosotros no nos hacen caso.
NARRADORA El profe de deporte fue a la Dirección. Ya había tenido problemas con González por sus burlas a los niños. La Directora lo llamó...
PROFESOR No, señora Directora. Estos niños son mentirosos. Y muy malcriados. Todo lo ven pelota y no estudian. ¿Qué quiere usted, futbolistas o profesionales?
CONTROL GOLPE MUSICAL
NARRADORA La Directora le llamó seriamente la atención al profesor González. Éste no volvió a burlarse ni a castigarlos sin motivo. Los niños ganaron su campeonato y Pedrito metió dos golazos: uno, en la cancha. Y otro, en la escuela.